COMARCA ANDINA. EN EL LíMITE DE CHUBUT Y RíO NEGRO
La próxima transición al otoño se vive ya con calma en los pueblos de la Comarca Andina del Paralelo 42. Mientras se imponen nuevos colores, siguen firmes los paseos por bosques y arroyos, las terapias de salud alternativa y los placeres gastronómicos basados en la fruta fina.
› Por Pablo Donadio
Fotos de Pablo Donadio
El aire fresco revitaliza el espíritu allá por El Hoyo, Epuyén, Cholila, El Maitén, Golondrinas, Lago Puelo, El Bolsón..., nombres propios de un todo mayor, al que aquí llaman Comarca Andina del Paralelo 42. Una denominación para integrar a pueblos, villas y parajes dominados por montañas, valles y ríos que los arropan de manera natural, más allá de los límites políticos. Y que sin perder la singularidad de sus detalles revela los rasgos en común de toda la zona: la historia, una filosofía de vida ligada íntimamente a la naturaleza, la riqueza productiva de la fruta fina y los eternos picos blancos en el horizontes. Por eso, recientemente el programa El Bolsón-BienEstar propuso estandarizar algo que ya ocurría de manera informal para quienes llegaban –sobre todo en auto– y emprendían un recorrido por cada posta, en busca de energía, sabores caseros y rincones paisajísticos para visitar a pie o a caballo.
FRUTAS Y LAGOS Llegamos a Bariloche y cruzamos los lagos Gutiérrez, Mascardi y Guillelmo por la mítica RN 40, sometida a la belleza invasora de retamas, zarzamoras y rosas mosqueta. Entre ellas asoman verdes y ocres, contrastando a su vez con los azules del agua y los blancos de los picos nevados. No importa cuántos viajes se hayan hecho a la región: una vez más, la maravilla de los colores se impone.
Al rato estamos ya en El Bolsón, el núcleo urbano y comercial que es la base de la comarca. Aquí nos esperan visitas, placeres y aventuras, pero no ahora sino al regreso de un recorrido por las poblaciones chubutenses lindantes, de modo que alcanzamos a dejar las valijas y partimos a la ruta nuevamente. Mate en mano, atendemos los comentarios de Jorge Szwarcnabel, responsable de la coordinación general y de Grado 42, la empresa que ofrece la llegada a todos los atractivos de la comarca.
Las áreas más habitadas –explica– corresponden a los valles bajos, donde las actividades cotidianas y circuitos laborales de los habitantes están relacionados entre sí, sobre todo entre parajes y villas como Las Golondrinas, Mallín Ahogado, Cerro Radal, El Hoyo, Paraje Entre Ríos, Epuyén o El Maitén.
En Abalauquen, la dulcería de Las Golondrinas, recorremos el campo enmarcado en el esplendor de lago Puelo, donde hay más de veinte variedades de fruta fina. Además de probar dulces y frutas frescas, se puede aprender sobre la siembra y pasear en la pradera, repleta de grosellas, boysenberry, frutillas, frambuesas y arándanos. “No hay secreto, se trata de una buena cocción y el punto justo de azúcar. Lo que sí importa es la fruta: su cuidado debe ser el mejor”, explica el dueño. Seguimos camino a Epuyén y su lago, conectados por un río y un pequeño casco urbano en un área relativamente dispersa. Ese camino da paso a lago Puelo y su parque nacional, creado en 1937 con 27.600 hectáreas para cuidar el bosque y el espejo de aguas turquesa. Además de la belleza propia de la zona, las aguas son relativamente cálidas, y las mejores del lugar para los baños veraniegos. Como corresponde, vemos un árbol bandera peinado al sur, que hace las veces de vigía de las playas repletas de piedras bola. Desde “La Playita”, como se le dice aquí al balneario, se puede recorrer el Bosque de las Sombras por una pasarela llena de pitras, arrayanes y helechos. Este parque tiene la particularidad de estar en una zona de transición entre el bosque andino patagónico y la selva valdiviana, razón por la cual es una suerte de laboratorio genético donde se pueden encontrar ejemplares únicos: aquí algunas plantas han sufrido mutaciones para adaptarse al otro ecosistema.
ACCION O RELAX Si de gustos se trata, El Bolsón es un buen lugar para conocer. Con la cordillera de un lado y su muralla privada –el cerro Piltriquitrón– del otro, ésta es tierra de sabores, propuestas alternativas para la salud y paisajes perfectos.
El primero de los pilares tiene a Jauja como destacado, ya que más allá de contar con un restaurante especializado en trucha y cordero patagónico, y su deliciosa chocolatería, sobresale en la elaboración artesanal de helados. Pero artesanal de verdad: “Si hay algo que no negociamos es la calidad, por eso hacemos nuestros sabores frescos con frutas de la zona, traemos el cacao de Fénix (el principal importador del país) o vainillas de Nueva Guinea”, afirma Federico Martearena, responsable de la producción. A cinco minutos de allí, la Chacra Humus es otro baluarte donde la calidad y el sabor fresco y casero van de la mano. A la producción de frutas finas se suma la elaboración de quesos artesanales, dulce de leche orgánico y jugos de frutas. El fin de esta microgira gastronómica concluye con una buena cerveza en la maltería y minifábrica El Bolsón, donde se elaboran rubias, rojas y negras que no faltan en ninguna mesa de la ciudad.
En materia de salud, el Centro Holístico Lumina también es una referencia. La casa no tiene ángulos rectos para que la energía fluya, y fue construida con ladrillos térmicos, estructuras despojadas y grandes entradas de luz. Se practica meditación de médula ósea, baño de gong, cuencos tibetanos, masajes con técnicas de Chi-Nei-Tsang y lectura de aura, entre otras especialidades. “Tratamos de entender la vida desde la coherencia con la naturaleza en sus formas orgánicas, con profundo respeto y en armonía con ella”, dice Aluminé Honik, su directora. En Las Nalcas, un hotel moderno alejado del centro, se ofrecen también masajes, tratamientos diversos y una versión de spa hídrico a cargo de Cristal, su gerente, sobre el faldeo que da al Piltriquitrón.
Aprovechamos la visita y nos quedamos en la zona, porque aquí iniciaremos las visitas de aventura, divididas a su vez en dos. La primera parte se realiza en plena Reserva Forestal Loma del Medio, donde se encuentran los establos de Fofocahuel. Desde sus potreros se ensilla en caballos criollos y se parte por caminos cerrados y boscosos hacia uno de los cipresales más importantes del mundo. La meta es alcanzar la mejor panorámica del río Azul, una víbora azulada que se abre camino hasta perderse en el horizonte junto al cerro Tres Picos, en el famoso Mirador del Indio. Este Circuito del Valle del Azul comprende también la costa, el refugio Glaciar Hielo Azul, la Cascada Escondida y el Jardín Botánico. La otra propuesta natural y cercana tiene como protagonista al Bosque Tallado. Hacia 1978 hubo en el corazón del cerro Piltriquitrón un incendio que muchos vecinos recuerdan como “una marea rojiza que iluminó el valle” y que dejó azorados por varios meses a los pobladores. Años después, al escultor local Marcelo López se le ocurrió transformar esas inmensas lengas y radales quemados en una muestra artística. “Fue en 1998 cuando subimos a lomo de burro las provisiones para una semana completa, junto a carpas, generadores de luz, gubias, formones y motosierras. Y claro, nosotros, los escultores”, recuerda. Caminamos en silencio y vemos el resultado de aquella iniciativa: la cara de Buda, una bella durmiente recostada en su árbol, un duende pequeño, un pórtico con péndulo en el centro. Y su obra, el grito de la Mapu (tierra) elevándose al cielo. Este proyecto refuerza año tras año el renoval del bosque, que emerge con gajos verdes entre las 50 obras que se han creado y afirma al lugar como paso intermedio a los varios refugios que el cerro posee más arriba.
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