Domingo, 9 de marzo de 2014 | Hoy
PATAGONIA. TREKKING ENTRE CERROS Y VALLES
Cuatro circuitos de trekking sencillos en Chubut, Neuquén y Santa Cruz por las profundidades de los valles patagónicos. Caminatas al cerro Dormilón en Villa La Angostura, el mirador del Upsala desde El Calafate, Piedra Parada en Gualjaina y la laguna Escondida en el Parque Nacional Los Alerces.
Por Julián Varsavsky
Fotos de Julián Varsavsky
Marzo es un excelente mes para las caminatas en la Patagonia. Del viento no se salva nadie, pero el frío todavía no llega, al menos en horas del día. El furor de las vacaciones de verano queda atrás y los precios de alojamientos tienden a bajar. Por eso muchos senderos de trekking se inclinan hacia la desolación, un rasgo que aumenta el carácter virginal del paisaje patagónico fuera de los circuitos asfaltados.
Para salir a caminar la Patagonia en su máximo esplendor, TurismoI12 propone cuatro circuitos cuidadosamente elegidos cerca de ciudades turísticas, pero que se internan por valles poco conocidos y muy virginales de la vasta región austral.
HASTA UN GLACIAR Dormir en una estancia patagónica es algo así como el ideal de aislamiento para el viajero en busca de una desconexión radical. Y de todas ellas, Estancia Cristina en la provincia de Santa Cruz acaso sea de las más radicalmente patagónicas, tanto por su aislamiento geográfico como por tener dos de los paisajes más asombrosos de nuestro sur: el mirador del Glaciar Upsala y el Cañadón de los Fósiles, un descomunal valle de piedra pulida por el paso de un glaciar.
Partimos por tierra desde El Calafate rumbo al puerto del catamarán que surca el lago Argentino hasta la Estancia Cristina. Y navegamos dos horas para bordear el frente del glaciar Upsala.
En la Estancia Cristina desembarcamos para pasar la noche (la excursión se hace también ida y vuelta en el día). Como nuestro objetivo son las caminatas, es necesario dormir allí al menos una noche.
A la mañana siguiente salimos a hacer el trekking al mirador del glaciar Upsala, uno de los paisajes más asombrosos y menos visitados de la Argentina. Arrancamos la caminata con trampa: una camioneta 4x4 nos lleva hasta muy cerca del mirador. Como son nueve kilómetros en subida y doce en bajada, lo normal es hacer el regreso a pie para que no sea tan cansador.
La camioneta parte desde el casco de la estancia al fondo de un gran valle glaciario, en medio de un paisaje estepario con arbustos y pastos ralos. Al ascender nos internamos en un bosque andino patagónico y al llegar al punto más alto todo se vuelve aridez, porque hace no más de 200 años llegaba hasta allí el glaciar Upsala.
Abandonamos el vehículo junto a un refugio levantado por el Instituto del Hielo Continental Patagónico en 1959 para estudiar el glaciar. A fines de los ’60 el Upsala estaba a 10 minutos a pie del lugar, pero el hielo se ha retirado tanto que para poder pisarlo se tarda hoy tres horas y media. En la actualidad el glaciar retrocede 200 metros por año, más que otros de la región (en 2009 se desprendió un témpano de 900 metros de ancho). Esto tiene que ver en particular con la inclinación topográfica, en el contexto general del retroceso de la última glaciación, un proceso de reversión que comenzó hace 18.000 años. Probablemente el cambio climático acelere esta disminución, pero hasta ahora el glaciólogo Pedro Skvarca –que trabaja en el lugar– no lo ha podido comprobar.
Ahora sí, comenzamos a caminar. Pero el momento cumbre llega en apenas 15 minutos. Al traspasar una lomada aparece, del otro lado de una laguna, el radiante glaciar Upsala con toda su imponencia. Estamos en una elevación por encima del glaciar, que al mismo tiempo está muy cercano. Por eso la panorámica es aún más impresionante que la que se obtiene desde las pasarelas del glaciar Perito Moreno. Además no hay nadie en kilómetros a la redonda. Observar este increíble panorama es una actitud mezquina: es un glaciar completo para nosotros solos.
Al regreso bajamos unos metros por un plano inclinado con roca lisa como mármol pulido, resultado de la presión del glaciar que pasó por allí durante miles de años. La roca aplanada brilla como esmaltada y es tan suave que nos resbalamos.
La caminata va por lo que fuera el lecho marino del océano Pacífico hace 150 millones de años, antes de que se levantara la cordillera de los Andes, que convirtió el fondo de los mares en cima de montañas. La prueba está en los grandes amonites que vemos en la pared de piedra, unas improntas petrificadas de grandes caracoles. Mientras caminamos, un sorpresivo cóndor remonta vuelo desde una de las oquedades, muy cerca de nosotros. Y más abajo la vida se multiplica en la laguna de los Patos, con sus cisnes de cuello negro navegando majestuosos por el espejo de agua.
AL CERRO DORMILÓN La caminata hasta la cima del cerro Dormilón, cerca de Villa La Angostura, es una de las más espectaculares de la provincia de Neuquén. No sólo por los paisajes, sino porque permite combinar a gusto segmentos en kayak y a caballo.
En nuestro caso hacemos el tramo entre la bahía Brava y la base del cerro en un gomón semirrígido con motor fuera de borda, conducido por nuestro guía de montaña Fabián Fasce. Pero los más deportistas suelen cruzar este sector del Nahuel Huapi en kayak (se tarda casi tres horas).
En el trayecto bordeamos la isla Fray Menéndez para cruzar luego el brazo Rincón del lago, y desembarcar en una idílica playa de aguas color turquesa. Allí tiene su casa de madera el señor Martínez, un antiguo baqueano nacido en ese lugar. Don Martínez nos espera con un asado que devoramos sin precaución antes de emprender la caminata. Nuestro plan es caminar, pero Martínez también lleva viajeros al cerro Cocinero con sus caballos. Y quienes pernoctan en el refugio de madera en el cerro suelen contratarlo para que les acarree los víveres a caballo.
Con el estómago pesado –pero sin arrepentimientos– comenzamos a caminar desde los 800 metros sobre el nivel del mar, a la altura del lago, hasta los 1600 metros del refugio. El sendero está bien demarcado, aunque la presencia del guía es importante, ya que hay lugares en los que no sabríamos bien por dónde tomar.
Por momentos la caminata se vuelve empinada y el esfuerzo no es menor. Pero en tres horas, a paso tranquilo, llegamos hasta el refugio de montaña. En el camino aparece un laborioso pájaro carpintero agujereando troncos, mientras atravesamos un bosque nativo puro, sin la intervención humana que hay en otros sectores del Parque Nacional Nahuel Huapi. Las copas aparasoladas de los ñires crean bosques en galería y los grandes troncos de las lengas y coihues nos empequeñecen de manera desproporcionada.
Nos acercamos al refugio y la parte alta de la montaña se vuelve árida. Para avanzar hay que ir enterrando los pies en los restos de ceniza volcánica, hasta que llegamos a un mirador panorámico donde se ven Bariloche; los brazos Huemul, Machete y Rincón del lago; los cerros Tronador y Campana, y los lagos Correntoso y Espejo. Y abajo a la izquierda se divisa la isla Fray Menéndez, rodeada de aguas turquesa que parece –sin exageración– una isla en el Caribe.
Unos 15 minutos más de caminata nos llevan hasta el ansiado refugio, donde no nos quedaremos a dormir, aunque aprovechamos para curiosear sus comodidades: cocina “económica” de acero que también oficia de calefacción, vajilla, elementos de limpieza y un piso superior donde se duerme en bolsas de dormir. Afuera hay un baño sin duchas. Quienes pernoctan en el refugio hacen caminatas hasta la cima de diferentes cerros, entre ellos el Dormilón.
EN PIEDRA PARADA Avanzamos por la planicie de la estepa patagónica desde el pueblo de Gualjaina hacia Piedra Parada, en el noroeste de Chubut. Y de repente aparece en medio de la nada esa solitaria piedra, con su escarpada pared que parece construida por el hombre pero es de origen natural.
El vehículo cruza un pequeño puente sobre el río Chubut y nos sentamos a la sombra de un árbol a almorzar, observando la imponencia de la roca con forma de llamarada. El guía cuenta que esa mole de 260 metros de altura por 100 de ancho fue un pequeño cráter de volcán hace 45 millones de años, que se petrificó.
La Piedra Parada es apenas una parte de la excursión, ya que el plan es internarnos a pie por el cañadón de La Buitrera entre dos paredones de 50 metros. El guía explica que el cañadón es resultado de una falla geológica, es decir que no fue horadado por ningún río, sino que la tierra se abrió cuando todo esto fue un infierno de volcanes en erupción. Por eso las rectas paredes alcanzan los 250 metros de alto.
Avanzamos entre extrañas formaciones como en una película ambientada en la prehistoria, cuando de repente pasa a vuelo rasante un halcón peregrino gritando desaforado. Esta ave rapaz es la más veloz de la tierra, capaz de atrapar piezas en vuelo a 210 kilómetros por hora.
Un sendero adyacente nos lleva luego a un increíble puente natural de piedra. Y finalmente regresamos sobre nuestros pasos por el cañón hasta la Piedra Parada. Pero otra vez volvemos sobre la misma pregunta: “¿Cómo puede estar semejante piedra solitaria parada allí?”. Nuestro guía –versado en geología– repite los porqué con una claridad meridiana: “La piedra es una columna de lava solidificada”. Pero así y todo, la explicación es insuficiente ante el misterio de esta piedra, cuyo magnetismo atrae a viajeros de todo el mundo desde hace décadas.
TREKKING EN CHUBUT El Parque Nacional Los Alerces –que se visita desde las ciudades de Esquel y Trevelin– es uno de los mejores del país para ejercitar el placer de las caminatas, con 28 senderos de trekking, de todo tipo y complejidad.
Un trekking poco conocido pero espectacular y sencillo es el que sube la ladera de una montaña hasta la laguna Escondida. Nosotros lo hacemos de manera autoguiada, con la orientación previa de los guardaparques.
Partimos desde la Seccional Arrayanes del Parque, donde es obligación registrarse antes de emprender un trekking, incluso el de laguna Escondida, que es de dificultad media y dura de dos a tres horas.
Comenzamos a subir por un empinado sendero y cuesta un rato entrar en ritmo. Nos protege la sombra de un bosque nativo con cipreses, radales, maitenes y coihues. Al ganar altura vislumbramos entre la vegetación el lago Menéndez, que aparece y desaparece como fogonazos de luz.
Al alcanzar el Mirador del Lago llega uno de los momentos cumbre de la caminata, donde el bosque se abre en una panorámica que abarca lo más representativo del parque: los lagos Menéndez, Rivadavia y Verde, el glaciar Torrecillas en las alturas y el río Arrayanes. Finalmente alcanzamos las orillas de la laguna Escondida –a 850 metros de altura–, habiendo sorteado un desnivel de 360 metros, casi sin darnos cuenta, por la imponencia de los paisajes.
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