BRASIL. PORTO ALEGRE Y LA COPA DEL MUNDO
La Argentina enfrentará a Nigeria el 25 de junio en la sureña capital de Rio Grande do Sul, una metrópolis industrial, universitaria y bohemia con mucho verde y gran ascendencia europea, donde se toma mate, se come churrasco y hasta se baila con boleadoras.
› Por Julián Varsavsky
El partido de la Selección Argentina contra la de Nigeria en Porto Alegre será el último de la primera ronda del Mundial y podría ser decisivo. Muchos argentinos llegarán por tierra a ver a la Selección, y en cierta medida se sentirán como en casa, porque los gaúchos se la pasan tomando cimarãro –es decir mate–, bailan con boleadoras al estilo malambo y les encanta comer carne asada en las churrascarías. Además, en las avenidas de la ciudad crecen los lapachos y los jacarandáes.
Un rasgo de la potente cultura gaúcha que la diferencia del resto de Brasil es que el 85 por ciento de los habitantes de Rio Grande do Sul descienden de europeos, así que no se ve tanto esa mezcla de razas, tan brasileña, del negro con el blanco y el indio. Hay aquí muchísima gente rubia con ojos claros y una tradición europea que se refleja incluso en la arquitectura urbana.
La sociedad en Porto Alegre está fracturada socialmente por la mitad: unos son hinchas del Internacional y otros del Gremio, así que la tradición futbolística entre los cuatro millones de habitantes del área metropolitana es muy fuerte. Se la considera una ciudad muy docta, ya que es sede de la Feria del Libro más grande de Sudamérica. Y también muy politizada, porque fue uno de los bastiones del PT, sede del Foro Social Mundial y donde se creó el Presupuesto Participativo, una experiencia de administración política repetida en 70 ciudades brasileñas y en otros lugares del mundo.
POR LA CIUDAD Muchos futboleros llegarán a Porto Alegre a ver el partido de la Argentina y de inmediato se irán. Los más curiosos, en cambio, dedicarán al menos un día a recorrer esta ciudad industrial que está en el corazón del Mercosur, a distancias más o menos equidistantes de Río de Janeiro, Asunción, Buenos Aires, Rosario y Montevideo.
Cinco ríos confluyen en esta ciudad que ha sabido aprovechar el factor agua en su urbanismo. Y como Porto Alegre es también un gran centro universitario, es muy bohemia y con cantidad de bares, centros culturales y diversión nocturna.
La influencia de la inmigración alemana se ve en muchos edificios, como en la obra del arquitecto José Lutzenberger, inmigrante llegado en 1920, quien diseñó los edificios del instituto Pão de Pobres, la Iglesia Sao José y el Palacio do Comercio.
El otro arquitecto que dejó su impronta germana en las paredes fue Theodor Wiederspahn, quien usó elementos neobarrocos, neoclásicos y renacentistas en edificios como el de Correos y Telégrafos, y el del Banco de la Provincia –actual Santander Cultural– que ofrece desde lo alto una panorámica en 360 grados de la ciudad con sus morros, ensenadas, islas y el lago Guaíba.
Según las épocas fueron surgiendo en la ciudad monumentales estructuras con estilos art-nouveau, art-déco y finalmente con la influencia del modernismo brasileño inspirado en la obra de Oscar Niemeyer.
El Mercado Público Central levantado en 1869 en una manzana completa es un elegante edificio neoclásico que sobresale imponente en la ciudad vieja. Es una réplica del Mercado da Figueira en Lisboa, y su interior es un compendio de aromas y colores locales con un centenar de puestos y restaurantes de cocina gaúcha. Al mediodía el mercado alcanza su punto alto, cuando van a comer los oficinistas de la zona. Los favoritos del público son un restaurante centenario llamado Gambrinus, el Bar Naval –con la misma edad del anterior– y la heladería Banca 40.
Al mercado lo rodean calles peatonales y edificios, como el neoclásico Palacio Municipal, que está frente a la Fuente Talavera de la Reina, donada por la comunidad española local en homenaje a la Revolución Farroupilha contra el gobierno imperial de Brasil entre 1835 y 1845.
La exploración de la zona continúa por la Rua dos Andradas, que lleva a la parte alta de la ciudad. Esta calle existe desde la fundación de Porto Alegre –en 1742 por portugueses de las islas Azores– y conserva palaciegos edificios de la época imperial, así como gran número de bares y restaurantes. Entre esos edificios está la iglesia Nossa Se-nhora das Dores, la más antigua de la ciudad, comenzada a construir en 1807 pero terminada 97 años después. Su fachada tiene un estilo alemán que se mezcla con el barroco portugués, reflejo del cambio de las modas arquitectónicas a lo largo del casi un siglo que se tardó en terminarla.
En la Rua dos Andradas, junto al río Guaíba, está el Centro Cultural Usina do Gasómetro, con su chimenea de ladrillos levantada en 1928, que es uno de los perfiles famosos de la ciudad. Desde aquí se ve el mejor atardecer de Porto Alegre y hay un complejo con cines y salas de exposiciones.
PARQUES Y ARTE MODERNO Uno de los edificios modernos más originales de la ciudad es el del Museo de la Fundación Iberê Camargo, un diseño vanguardista del célebre arquitecto portugués Alvaro Siza. Fue construido en concreto blanco combinando formas irregulares y asimétricas con curvas y líneas rectas, incluyendo rampas suspendidas y los vanos agujereados. La elección de un arquitecto extranjero resultado de un concurso fue polémica, pero el premio del León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia ganado por la obra aplacó los ánimos. El día de su inauguración en 2008, Siza declaró –un poco pensando en el Guggenheim en Bilbao– que “un museo puede revelar una ciudad al mundo”. Hoy el museo resguarda cuatro mil obras del gran pintor brasileño del siglo XX Iberê Camargo.
La ciudad está llena de árboles y parques como el Farroupilha, muy popular los fines de semana, cuando asisten millares de personas, muchos de ellos con el termo del mate bajo el brazo. El domingo es el día más animado, porque en la calle lateral del parque se desarrolla la feria Brique da Redenção, donde se venden antigüedades y artesanías de alta calidad.
En total hay 300 puestos en la feria abierta hasta las cinco de la tarde, donde se ofrecen artesanías de cuero, plata, madera, yeso, vidrio y porcelana. También hay artistas que pintan al óleo, cincelan la piedra y hacen caricaturas de los transeúntes. Entre las antigüedades hay discos de vinilo, joyas antiguas, libros, revistas y muebles. El ambiente del parque se anima con rodas de capoeira –ese baile que parece lucha del nordeste del país–, militantes políticos y artistas callejeros. Y, como en toda feria, hay puestitos de comida que ofrecen desde platos árabes hasta acarajé bahiano, esos bollitos rellenos típicos de la punta opuesta del país.
COLONIA EUROPEA La ciudad de Gramado es el atractivo turístico más importante de Rio Grande do Sul, 115 kilómetros al norte de Porto Alegre. Sus 34.000 habitantes viven en un ambiente pueblerino con casas con techo a dos aguas al estilo de los Alpes europeos. Nada menos que cinco millones de turistas por año llegan a Gramado a sumergirse en un ambiente tirolés en medio de la sierra gaúcha, con valles, arroyos, cascadas, bosques y jardines llenos de hortensias azules y violetas. La ciudad carece de semáforos, ya que no hacen falta: los conductores se ceden paso uno al otro.
Gramado fue fundada en 1824 por inmigrantes alemanes que mantienen tradiciones como la masiva fiesta de la cerveza en octubre. También la ascendencia italiana es muy grande. En la gastronomía abundan por un lado las pastas y por el otro las salchichas con chucrut, el strudel de manzana y la torta Selva Negra. Además hay treinta y nueve fábricas de chocolate. El juego aquí consiste entonces en sumergirse en una aldea de cuento como la de Hansel y Gretel.
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