Domingo, 26 de octubre de 2003 | Hoy
FIESTAS EL DíA DE LOS FANTASMAS
Aunque tiene sus orígenes en rituales celtas sobre espíritus y fantasmas, la fiesta de Halloween cobró popularidad y “merchandising” en Estados Unidos, donde el Espíritu del Marketing acecha mejor que en cualquier otro lugar del mundo. La expansión del festejo a otros países es una consecuencia de la globalización, el marketing y el turismo.
¿Qué sería de la calabaza sin Halloween? Al margen de
ser una hortaliza odiada por todas aquellas que tuvieron que seguir una dieta
alguna vez en su vida... ¿Qué sería de Halloween sin la
calabaza? Perdería por cierto su aspecto más inquietante. En realidad,
la calabaza tuvo la buena idea de madurar justo para el fin del otoño
y tuvo la sabiduría de saber conservarse mucho tiempo una vez arrancada
de la planta. Estas dos particularidades le permiten acceder al estrellato cada
año, cuando Halloween vuelve a ser esa fiesta exótica que se festeja
con más o menos entusiasmo en cada vez más rincones del mundo,
impuesta por el modelo cultural anglosajón.
Halloween debe su éxito actual a la unión de la globalización,
el marketing y el turismo, que lograron expandir esta fiesta típicamente
celta y anglosajona a buena parte de los países, incluyendo el nuestro.
Desde mediados de octubre, el mundo empieza a tomar una tonalidad anaranjada
y calabazas recortadas en caras monstruosas aparecen por doquier. Hasta en la
Galia, donde millones de pequeños Astérix resisten valientemente
desde años al invasor cultural norteamericano, se están instalando
los festejos de Halloween, desplazando los más cristianos del Día
de Todos los Santos (feriado en el calendario republicano y fecha de inicio
de la primera semana de vacaciones del año escolar de los franceses).
Hasta en México, donde el Día de los Muertos se festeja con tanta
fastuosidad, las calabazas están tiñendo de naranja los festejos.
¿Será quizá algo más que una mera atracción?
ANTES DE LA CALABAZA Al principio, sin embargo, todo empieza con ritos celtas, acomodados por la religión católica a su propio ceremonial. Halloween es la deformación de “All Hallow’s Eve”, la víspera del Día de Todos los Santos (el 1º de noviembre). Los católicos recuerdan a sus muertos en esas fechas, lo mismo que hacían los celtas hace más de 20 siglos, cuando celebraban el mismo día del año al dios de la muerte Samain (o Saman, Samhain, Samonios, según los escritos y las regiones). El nuevo año celta se festejaba hacia fines de octubre y empezaba con el mes dedicado a Samain: tal importancia no podía ser borrada por la Iglesia Católica, que lo adaptó con sutileza a su calendario litúrgico. Ni qué decir que el día de los muertos era propicio a los espíritus, fantasmas y demás rarezas del más allá. Para tratar de desviar su atención, los celtas ponían comida en los umbrales de sus chozas, ya que suponían que estos hambrientos muertos pasaban de casa en casa en busca de comida. Los más temerosos incluso tallaban algunas hortalizas con caras espantosas y colocaban una vela en su interior vaciado. Otras fuentes mencionan que la gente se juntaba alrededor de grandes fogones, vestida de horrorosa manera, para espantar a los fantasmas o hacerse pasar por uno de ellos... Lo que ignoraban por completo era que, siglos más tarde, esas costumbres nacidas por el miedo al más allá iban a expandirse por el más acá gracias a los efectos de la globalización.
DESPUES DE LA CALABAZA Con el tiempo,
luego de la asimilación, la Iglesia Católica trató de convertir
este culto a los muertos y los espíritus en una celebración de
todos los santos que no tuviesen su día en el calendario litúrgico.
Fue el papa Gregorio IV quien lo instituyó, en el año 840, sin
saber él tampoco que sus esfuerzos se verían arrebatados por la
misma aculturación global. Dos siglos después, en 1048, el religioso
Odilon de Cluny desplazó el día de los muertos al 2 de noviembre.
La fiesta de Halloween se conservó sobre todo en las Islas Británicas,
donde sobrevivieron las principales culturas celtas. Irlandeses e ingleses,
escoceses y galeses se reunían entre amigos y familias para contarse
historias de fantasmas, de espíritus y de brujas. Los más pobres
eran invitados y se les regalaba comida. De este modo, ya estaban más
o menos listos todos los integrantes de la fiesta de Halloween: sólo
faltaba la calabaza, y hubo que ir a buscarla a América del Norte. La
calabaza parecía incluso haber sido creada expresamente para los festejos
de Halloween: era lo suficientemente blanda como para vaciarla, lo suficientemente
grande como para tallar caras creativas y lo suficientemente honda como para
colocar las velas en su interior.
Curiosamente, la fiesta cobró más vigor allí y fue desde
Norteamérica que tomó envión para volver a Gran Bretaña.
Luego, dos espíritus le dieron el toque final: el fantasma Jack O’Lantern
creó el ambiente oscuro de la fiesta, y el Espíritu del Marketing
le agregó todo el merchandising que cualquier celebración popular
“tiene que tener”.
El fantasma de Jack O’Lantern recuerda a un legendario irlandés,
Jack, que vivía de bebidas, pero era lo suficientemente espirituoso como
para convertirse en un espíritu fuera de lo común. Le había
jugado una mala pasada al diablo en un pub, y cuando murió fue expulsado
del Infierno. Pero tampoco lo aceptaron en el Paraíso, por su vida disoluta,
y desde entonces está condenado a caminar sin propósito por las
noches con la única luz de un farol hecho con una calabaza vaciada, en
la cual consiguió reunir algunas brasas del Infierno.
El Espíritu del Marketing inventó a su vez toda una gama de utensilios,
de disfraces, de caramelos y de adornos que convierten a Halloween en un serio
competidor de Navidad.
TODO NARANJA Las casas se adornan
y los disfraces se completan durante todo el mes de octubre y tienen su auge
en la noche del 31 de octubre, cuando los niños pasan de casa en casa,
repitiendo la fórmula mágica que llena sus manos de caramelos
y de monedas: trick or treat (trato o treta).
Hoy, Halloween se festeja en casi todo el mundo. Aunque de manera más
folklórica y más auténtica en Estados Unidos, mientras
que bajo otras latitudes se trata de una fiesta meramente comercia. Las calabazas
llegan a figurar en los menús bajo la forma de mermeladas, dulces, gratinados
y hasta milk-shakes, para dar un color –naranja– aún más
marcado a la fiesta. Mientras tanto, en Disneyland Paris, para el 31 de octubre
habrán pintado todo Main Street de naranja... Como para poner a prueba
los nervios de quienes están a dieta. Con calabaza, por supuesto.
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