BUENOS AIRES. BALLENAS EN LA COSTA
A orillas del Atlántico, la ciudad balnearia ofrece un invierno con energía, gastronomía raw, cabalgatas por el bosque y, si la suerte acompaña, el avistaje de algunas ballenas francas, cuyos movimientos están siendo estudiados por expertos.
› Por María Zacco
Fotos de Guadalupe Lombardo
Una fría tarde de otoño varios turistas caminaban por una playa agreste de Miramar mientras esperaban la caída del sol. A uno de ellos le pareció avistar una ballena. Se quedaron largo rato sentados en la arena con la mirada fija en el horizonte. A unos 300 metros de la costa vieron una aleta; luego otra; y al fin la majestuosa cola negra que echaba por tierra toda duda. Fue el pasado 30 de junio, aunque no se trata de un hecho aislado: hace diez años que la ballena franca austral visita la villa atlántica, entre abril y octubre.
Este no es el único hallazgo en la ciudad balnearia, que en verano atrae por sus extensas playas. Miramar posee, además, un interesante circuito gastronómico; es uno de los reservorios de fósiles de mamíferos gigantes del Cuaternario más importantes de América latina, y alberga un “bosque energético” visitado por adeptos de la corriente new age. Es, también, tierra de leyendas y misterios que todavía ofrecen pistas para ser develados.
LA PRUEBA DE LA T En el extremo sur de la bahía que enmarca la ciudad se abren los senderos del Vivero Dunícola Florentino Ameghino, que ocupa 502 hectáreas. Una cabalgata permite internarse al trotecito en ese imponente vergel de eucaliptos, pinos y acacias que superan los 20 metros de altura. La travesía parte de la casa de Anastasio Holguín, que lleva más de 50 años guiando a los turistas por los recovecos del monte, como él lo llama. En el trayecto, don Holguín va relatando la historia del bosque, cuyos primeros plantines se colocaron en 1926 con la intención de fijar los médanos vivos que se desplazaban por los fuertes vientos del sur, causando estragos en los sembradíos y en las pocas casas que había a inicios del siglo XX. Tras atravesar túneles verdes y visitar la Gruta de Lourdes se abre un claro que desemboca en la playa, de finísimas arenas blancas.
Otro camino lleva hacia una zona de vegetación cerrada que rodea un círculo donde no crece el pasto. Curiosamente, allí no hay pájaros y el silencio es total. Es el Bosque Energético, visitado por adeptos a la meditación. “Se dicen cosas sobre este lugar. Tiene un nivel muy alto de energía”, dice Holguín, intrigante. Una curiosa prueba da cuenta de que ese espacio tiene cierto poder enigmático que elude las explicaciones racionales: se entierra en el suelo una ramita seca y luego se coloca otra de modo perpendicular, formando una T. Esta queda suspendida sobre la otra, haciendo leves oscilaciones pero jamás se cae.
En el corazón del bosque está el Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo, que exhibe restos óseos de mamíferos gigantes. Entre ellos un cráneo de megaterio (antepasado del perezoso) hallado recientemente en los acantilados, y otro de gliptodonte (mulita). Daniel Boh, director del museo, asegura que Miramar y sus alrededores son “una de las zonas más ricas de Buenos Aires en fósiles del Cuaternario y una de las más destacadas de América latina”. De hecho, la institución está emplazada en un sitio señalado como de suma riqueza paleontológica en los trabajos realizados en 1908 por el naturalista argentino Florentino Ameghino.
DESDE EL CIELO A media mañana abordamos una avioneta Piper PA-11 para apreciar, si tenemos suerte, a las ballenas francas australes desde el aire. El día anterior, cuando la luna llena brillaba en el cielo rojo del atardecer, locales y turistas corrieron hasta la playa cercana al muelle para fotografiar a tres ballenas que jugueteaban a unos 600 metros de la costa. Los vecinos suelen anotar los avistajes en planillas disponibles en la municipalidad, donde se indica cuántos cetáceos se vieron, el día y el horario, a fin de llevar un registro que permita a los investigadores de la Fundación Cethus establecer la cantidad de ejemplares en esas aguas. En 2013, Cethus firmó un convenio con la Municipalidad de General Alvarado –partido del que Miramar es cabecera– para determinar, entre otras cuestiones, si llega a la zona una población estable de ballenas.
Jimena Belgrano, investigadora de la institución, destacó que en octubre, con el apoyo de la Prefectura, realizarán un sobrevuelo entre Mar del Plata y Miramar “para intentar identificar a las ballenas a través de los callos que poseen en la cabeza y hacer un catálogo”. Se trata de una estructura córnea, que el animal tiene desde su nacimiento y son como las huellas dactilares humanas, porque poseen un único patrón que no varía con el tiempo. “Al individualizarlas se las puede seguir en el tiempo y trazar su ruta migratoria”, explicó Belgrano. Teniendo en cuenta que se alimentan durante el verano austral y el cortejo se da entre junio y noviembre, la idea es “establecer si Miramar es parte de su ruta migratoria o un sitio de cortejo”.
El piloto vuela a 300 metros de altura desde donde se aprecian las parcelas verdes, los médanos y los únicos edificios altos de Miramar, sobre la bahía. Avanza hacia el mar en espera de avistar el típico “soplido en V” que distingue a la ballena franca austral de otras, cuando exhala el aire por sus espiráculos, ubicados en la parte superior de la cabeza. Sin embargo, después de varias vueltas decidimos regresar, comprendiendo que el comportamiento de los animales es impredecible y no siempre se muestran.
DE RELAX Y SABORES Un baño en la piscina circular climatizada del Alto Miramar Resort & Spa equivale a recibir un vaso de agua en el desierto y prepara para el circuito de jacuzzi, sauna y ducha escocesa. El complejo posee departamentos equipados para cuatro personas, ideales para escapadas en estas vacaciones de invierno. También el Spa Costa Remanso ofrece servicio de hotel y cabañas. En su gabinete de masajes, Cynthia logra que las contracturas queden en el olvido. Durante el receso invernal, ambos establecimientos ofrecen promociones interesantes en tratamientos y alojamiento.
En materia de sabores, Miramar amplía la carta más allá de los frutos de mar. El restaurante Círculo de Amigos se caracteriza por variedad de carnes, aunque se convierte en inolvidable por sus más que generosas porciones. El mismo estilo posee Fortunato, donde el lomo en reducción de cereza es uno de los highlights. Otra opción es la cazuela de mariscos de La Peña de Rola.
La última noche cenamos en Lotus, el único restaurante de cocina viva y vegana de la Costa Atlántica. Allí, la chef Carla Prieto ofrece canapés de zucchini crudos con pasta de semillas de girasol y pimentón, mientras prepara el plato principal, acompañado con limonada de menta y jengibre. Verduras crudas, frutas, aromáticas, legumbres, semillas y flores son la base de la cocina raw, que cada vez gana más adeptos por sus beneficios nutricionales. La cena es una verdadera experiencia: se disfruta en silencio, escuchando los mantras de la alemana Deva Premal, quien canta –apunta Carla– en frecuencia de 432Hz, el punto de balance sónico de la naturaleza.
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