ARTE URBANO. UNA VUELTA AL MUNDO EN ESCULTURAS
Hombres visibles a medias, personajes y edificios que asoman del suelo, estatuas en el estilo de Arcimboldo, animales gigantescos y armas que se anudan para pedir por la paz. Son algunas de las muchas esculturas originales que se pueden ver en todo el mundo, arte urbano al alcance de cualquier transeúnte.
› Por Graciela Cutuli
Fotos de Graciela Cutuli
Allá lejos y hace tiempo, el bronce y las estatuas se destinaban a inmortalizar próceres, guerreros, fundadores de imperios y monarcas varios. Pero los tiempos cambian, y con ellos cambian el arte y el público. Hace un par de años, la monstruosa Maman –enorme escultura de bronce, mármol y acero que representa a una araña de nueve metros de altura, realizada por la francesa Louise Bourgeois– mantuvo a los aracnofóbicos alejados por un tiempo del barrio de La Boca. Fue sólo uno de los tantos destinos que tuvo esta obra itinerante, concebida como “representación del poder y amenaza de la madre: tejer, cuidar, dar protección”. Ahora Buenos Aires acaba de recibir otra escultura itinerante, Ortolino –es decir “jardincito”– realizada por el premiado escenógrafo italiano Dante Ferretti bajo la inspiración de los cuadros-rompecabeza de Arcimboldo. Porque la estatua, instalada en la Recoleta, forma parte de las iniciativas para promocionar Expo Milán 2015, la Exposición Universal que se realizará el año próximo y cuyo emblema también se inspira en el pintor manierista italiano.
POR LAS CALLES Los próceres y sus caballos, en general, quedaron. Los científicos y exploradores que miran al horizonte con el ceño fruncido, también. Pero las ciudades del siglo XXI buscan no sólo homenajear, sino también sorprender a transeúntes y visitantes con creaciones diversas e inesperadas. Que incluyen desde alegorías en favor de la paz hasta representaciones de los grandes ideales del mundo actual: como la famosa pistola de bronce, con el cañón atado en forma de nudo, que concibió el artista sueco Carl Fredrk Reuterswärd después del asesinato de John Lennon en 1980. La obra, llamada Non violence, tuvo tres originales –uno en Malmö, Suecia; otro en la sede de la ONU en Nueva York; el tercero frente a la Comisión Europea en Luxemburgo– y hoy alcanza 16 copias repartidas en todo el mundo. Entre otros lugares, se la puede ver en los jardines del Museo Olímpico de Lausana, en Suiza, en Miami, en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, frente al Memorial de la Segunda Guerra Mundial en Caen (Francia) y en versión reducida en Curitiba –la que tenemos más cerca– en Brasil. El Non Violence Project tiene como objetivo instalar una réplica por país, y que la escultura esté en todo el mundo... tal vez un objetivo más realista que la no violencia que promueve.
Otras ciudades, en los más diversos puntos del mundo, votaron por obras de arte con sentido del humor. Adelaida, en el sur de Australia, tiene en el medio de su calle peatonal más transitada un grupo de chanchos hurgando en un tacho de basura. Bruselas exhibe en cambio la obra Vaartkapoen y el agente de policía, un malhechor oculto en una alcantarilla que hace caer a un policía agarrándolo de la pierna. Después del más tradicional Manneken Pis, es la foto obligada en la capital belga.
En Inglaterra, el humor typically british hizo nacer varias obras, pero la más sorprendente es la de un tiburón clavado de cabeza en el techo de un pabellón en Oxford. La escultura, instalada en 1986, fue creada para protestar contra los bombardeos y con el tiempo tomó tal notoriedad que ya es una de las atracciones regionales.
La flemática Londres no se queda atrás. El tráfico de una rotonda en Canary Wharf está “regulado” por el Traffic Light tree, una suerte de árbol navideño compuesto por tubos metálicos pintados de verde, que soportan en total 75 semáforos. Por supuesto, para verlos todos encendidos hay que recurrir al truco de una fotografía de larga exposición, o el caos de tránsito sería histórico.
Siempre en la línea de obras surrealistas, divertidas o de proporciones gigantescas, se destaca entre las torres de La Defensa –en las afueras de París– el pulgar más grande del mundo. Nada que ver con Pulgarcito: este mide 12 metros de altura y pesa 18 toneladas de puro metal. No hay timbre que pueda aguantarlo, pero en realidad apunta al cielo y se dice que es la copia exacta –pliegues más, pliegues menos– del pulgar del escultor César Baldaccini. Más conocido por su solo nombre de pila, ya que su nombre designa los premios que entrega cada año el cine francés.
El resto de Europa no se queda atrás en esta forma de arte: en particular la República Checa, gracias al artista surrealista David Cerny. En 1999 su obra Kun (un nombre que parece un catálogo tipográfico pero que en checo quiere decir “caballo”) lo entronizó en Praga. Se trata del rey Venceslas, sentado sobre la panza de su caballo muerto y suspendido del techo de un centro comercial por las piernas. Una especie de visión al revés del mismo rey que domina la plaza Venceslas, en el centro de la ciudad. Cerny salpica la vida cotidiana de sus conciudadanos con muchas otras obras: como los bebés que trepan por la torre de la televisión, o un hombre suspendido sobre el vacío desde lo alto de un edificio, agarrado de una mano y mirando tranquilamente a los peatones que pasan muy por debajo de él.
Y POR EL AGUA Las fuentes y el agua parecen asimismo el elemento predilecto de esta forma de arte. El Manneken Pis –un niño que no puede aguantar su imperiosa necesidad fisiológica en una esquina de Bruselas– fue todo un precursor. A su modo, también lo fue la Sirenita del puerto de Copenhague. Pero ella no tiene, como sí tiene el niño de la leyenda belga, un equivalente del otro sexo para ponerse a tono con la igualdad de género: desde 1987, la Jeanneke Pis también orina, en un callejón de Bruselas. Como si nadie se pudiera retener (¿será el exceso de cerveza?) la noble ciudad de raíces medievales y presente europeo tiene también la escultura de un perro que levanta la pata...
Lejos de Bélgica la idea también se abrió camino y en Kansas City hay otro niño atrevido, pero más hábil, ya que logra apuntar hacia una rana de bronce sin usar las manos. Y de regreso en Praga, nuevamente David Cerny instaló una obra interactiva y acuática en el patio del Museo Kafka. Se llama muy prosaicamente Piss (no requiere traducción) y representa a dos hombres orinando en una fuente que tiene el mismo contorno que la República Checa. Se puede enviar un SMS a un número indicado al lado de la estatua, y así mediante un sistema de rotación los dos hombres pueden escribir mensajes.
En Italia, entretanto, el agua brota de los pechos de las sirenas de la Fuente de Neptuno en el centro de Bolonia. La obra causó polémica cuando fue creada en el siglo XVI, pero se convirtió en toda una institución; tanto que siglos después el constructor de automóviles Maserati adoptó el tridente del dios que corona la obra para crear el logo de su marca.
El paseo por la originalidad escultórica podría recorrer muchos otros lugares en el mundo, pero no debería pasar por alto la Fuente Roja Swansea en el País de Gales (donde brota agua que parece sangre durante las celebraciones de San David), ni la gigantesca canilla que flota en el aire y deja salir un chorro de agua hacia una fuente, en Cádiz. Ni el homenaje a los pescadores en Buzios, o las raras pero evocativas estatuas semiinvisibles de Bruno Catalano en Francia. Sin olvidar el edificio hundido de Australia, la gente del río de Singapur o la espectacular Waterfall del Dubai Mall en los Emiratos Arabes. Porque la vuelta al mundo se puede dar en mucho más que 80 esculturas.
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