Dom 02.11.2014
turismo

ISRAEL. EILAT Y EL MAR DE LOS DELFINES

Oasis en el desierto

Crónica de un viaje al sur israelí, donde florecen los multicolores arrecifes de coral, se puede nadar con delfines, conocer la vida submarina en las playas de Eilat y acampar junto a los antiguos pilares del rey Salomón.

› Por Guido Piotrkowski

Fotos de Guido Piotrkowski

Después de manejar más de cuatro horas desde Tel Aviv por el desierto del Negev, llegar a Eilat es literalmente encontrar un oasis en medio del desierto. Si el viajero arriba por la noche, las luces de la zona hotelera y la torre de un parque de diversiones que gira sin cesar tomarán por sorpresa a cualquiera que acabe de surcar este páramo silencioso y oscuro, con montañas bajas que al amanecer se revelarán violáceas.

Eilat está ubicado en el extremo sur de Israel. Hacia el este limita con Aqaba, una ciudad portuaria jordana cuyas fronteras estaban cerradas veinte años atrás. Luego del Tratado de Paz de 1994 se abrió el paso, y hoy el tránsito entre estas dos poblaciones otrora enemigas a la vera del Mar Rojo es frecuente. Más allá, en la misma dirección, se pueden ven las costas de Arabia Saudita. Hacia el sur está la frontera con Taba, Egipto, y más allá el bíblico desierto del Sinaí. En este panorama, Eilat es el vértice de un triángulo enclavado en una región donde abundan leyendas milenarias que llenaron páginas de la Biblia. Como antiguo puerto que es, el tráfico comercial siempre fue abundante, y se dice que fue aquí donde la reina de Saba visitó al rey Salomón, quien fundó el puerto de Esyon Geber para comerciar, justamente, con el reinado de la mítica monarca.

Eilat, en el extremo sur de Israel, es el vértice de un triángulo de leyendas bíblicas.

CORALES PROTEGIDOS Según el tango, veinte años no es nada. Sin embargo, Eilat, que hoy ronda los 70 mil habitantes, en ese lapso creció a pasos agigantados. Frente a la playa céntrica hay una larga hilera de grandes hoteles y una rambla comercial con restaurantes, negocios variopintos, un centro comercial y bares junto al mar.

A diferencia del norte de Israel, donde el invierno es frío, aquí el clima es cálido todo el año, con una temperatura media de 20 grados, que en verano puede llegar a más de 40. Por eso es la playa elegida por los israelíes durante todo el año, desde las vacaciones a feriados largos. También es el rincón estival que eligen muchos europeos durante el invierno boreal: Eilat está a un par de horas de vuelo de las grandes capitales europeas.

Las aguas del Mar Rojo mantienen una temperatura de entre 20 y 25 grados todo el año, son cristalinas y hay un arrecife de corales precioso de 1200 metros, donde nadan peces de todos los tamaños y colores, repleto de laberintos y gargantas. Por eso Eilat es uno de los mejores centros de buceo de Medio Oriente. “Esta es la reserva de corales más al norte que existe en el mundo”, afirma Golan Rider, jefe de guardafaunas de la Reserva Natural de la Playa de los Corales, creada hace quince años para proteger este arrecife. Es una playa ancha, de arena blanca y rocosa y aguas verdes y transparentes, situada un par de kilómetros al sur del centro de la ciudad. “Este lugar es muy importante para el mundo –sigue el hombre, apostado en el mangrullo desde el que vigila a diario–. Sin estos corales de piedra no habría equilibrio ecológico. Si los sacás de acá, nada sobreviviría, ni los peces, ni los tiburones, nada.” El trabajo de Golan es precisamente vigilar a los visitantes, que no siempre son cuidadosos, para que no se lleven o rompan los corales de cuatrocientos años. Por eso también, desde que el lugar es una reserva, ya no se puede andar libremente sobre los corales. La zona está delimitada por una soga con boyas y sólo se permite nadar y bucear fuera de ese límite, y así apreciar los corales sin tocarlos ni dañarlos accidentalmente.

El arrecife de los delfines, un lugar de protección e interacción con los mamíferos marinos.

NADANDO CON DELFINES En el Dolphin Reef, o arrecife de delfines, se puede bucear y ver cómo alimentan a estos animales que tanta empatía tienen con el ser humano. Pero también es un buen lugar para disfrutar de un día de playa, ideal para pasar el día con niños, ya que no hay corriente ni olas. El lugar tiene restaurante, bar y zona de relax.

Los seis delfines –cuatro machos y dos hembras– están bien cuidados y alimentados por un equipo de cuatro entrenadores y un veterinario, que les dan una dieta balanceada de pescado especialmente traído desde los países nórdicos. “Ellos cazan pero el pescado del arrecife no alcanza. Entonces les damos un poco, pero no lo suficiente, como para que sigan cazando”, explica Advat, una de las entrenadoras. Todos los delfines excepto Shay, uno de los machos, nacieron acá.

El arrecife está cerrado y protegido para que no salgan. No es que los mantengan encerrados por miedo a que se escapen: antiguamente era abierto, podían salir y entrar a gusto, justamente porque la intención era demostrar “la conexión con la gente en el amor y la confianza, no en la comida”, como dice Advat. El lugar permaneció abierto siete años, pero los animales volvían lastimados y entonces resolvieron cerrarlo. Advat cuenta que algunos niños, con el visto bueno de los padres, saltaban y montaban los delfines. También les daban cualquier cosa de comer y les generaban problemas estomacales. Además, los pescadores decían que interferían en su trabajo, entonces dejaban los anzuelos y los lastimaban. Desde entonces las compuertas permanecen cerradas, y sólo cuando tienen que hacer reparaciones salen, pero enseguida vuelven.

Advat es fotógrafa submarina, y asegura que no es necesario ser bióloga para hacer este trabajo: aquí hace falta generar empatía con el animal. Los instructores comienzan trabajando de alguna otra cosa, y así van conociéndose con los delfines, como Advat, que arrancó fotografiando bajo el agua. “Toma tiempo, la conexión se construye igual que con la gente. Con algunas personas conectás rápido, con otras más lentamente y con otras no conectás. Los delfines tienen carácter, comportamientos. Son muy diferentes unos de otros, igual que nosotros.” Su “amiga” delfín es Nala. “Somos parecidas”, comenta sobre esta hembra que conoció a los ocho meses, un mes después de comenzar a trabajar. “Ellos no huelen, te reconocen por la vista, si te ven se acercan. O por el sonido.” Cada entrenador tiene un sonido diferente, que responde a su nombre. Usan unos cascabeles debajo del agua, y en la superficie un silbato, que es el llamado a comer: “Ellos eligen si vienen o no”. Los silbatos, a su vez, tienen diferentes sonidos, uno para el principio del alimento y otro para el final.

A la hora de comer, los entrenadores se acercan con baldes al borde de las pasarelas que están mar adentro. La gente se reúne alrededor para ver mientras escucha una breve explicación. Los delfines acuden al llamado inmediatamente, sacan la cabeza, abren la boca y el entrenador les va tirando la comida. Un par de minutos después, concluido el almuerzo, los delfines se quedan merodeando y jugueteando con los entrenadores, mientras explican a los visitantes curiosidades del bicho marino que mejor parece llevarse con el hombre.

El Observatorio Submarino se ve desde toda la ciudad y permite contemplar el fondo del mar.

EL OBSERVATORIO Pegado a la reserva está el Observatorio Submarino Mundo de Coral, con un recorrido y ambientes diseñados especialmente para observar y aprender acerca de la vida submarina. El paseo está ideado de manera que el visitante vaya pasando por los diferentes espacios y participando de las actividades que se proponen en cada uno. Generalmente se trata de ver cómo los instructores alimentan a los animales. El circuito abarca desde las piletas de las tortugas y las mantarrayas a la de los tiburones, el acuario de los peces exóticos, un sitio especialmente dedicado al Amazonas, como única excepción fuera de la naturaleza del Mar Rojo, el Acuario y el Oceanarium. Termina en el Observatorio Submarino, una torre circular y a la vez una especie de faro que se ve desde todos los puntos de la ciudad. Tiene un piso por debajo del agua con ventanas para ver, en vivo y en directo, la vida submarina.

Las opciones en Eilat no se acaban por aquí. La vida nocturna es bien agitada, y hay zonas para practicar kite-surf y otros deportes acuáticos. Fuera de la ciudad, en medio del desierto, está el Parque Timna, un valle con cañones y geoformas entre las que se encuentran los míticos Pilares del Rey Salomón. Hay circuitos para andar en bicicleta de montaña, se puede practicar rappel y hay un lago artificial con botes a pedal. También hay un camping equipado con carpas y colchones, para pasar una noche en el desierto y volver a los tiempos del rey Salomón.

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