LA PAMPA. PASEOS EN TORNO DE SANTA ROSA
Bosques de caldenes, cultura rankülche y turismo rural tienen su anclaje en tierra pampeana, donde recaló un siglo atrás el primer cónsul holandés en una estancia donde se reúne la obra del pintor Antonio Ortiz Echagüe. Tardes de campo, cabalgatas y mucho sabor local con toque gourmet.
› Por Sonia Renison
Fotos: Gentileza Daniel Bragini y Pampa Roja
La inmensa bola de fuego que dibuja el sol en el atardecer, cuando cae sobre el horizonte pampeano, es uno de los mejores espectáculos naturales que se puedan contemplar. Parece una simpleza, pero el cielo enorme se enciende de colores rosados, lilas, rojos y naranjas. Y el círculo de fuego permanece durante una hora apoyado en el paisaje. El paso obligado para los viajeros que surcan el mapa desde y hacia el sur de la Argentina reserva en la provincia de La Pampa mil tesoros para descubrir.
Desde su capital, Santa Rosa –donde estrenan museo histórico en una antigua casona y se puede pescar en la laguna– hay un recorrido gourmet como el que propone una docena de productores en “Sabores Pampeanos”: allí es posible probar los vinos locales, jamón crudo de ñandú y de ciervo, o delikatessen especiales elaboradas en este territorio. Es buen detalle hacer una incursión para procurarse estas exquisiteces si la idea es recorrer los alrededores y añadirle glamour al campo.
Tal es lo especial de los productos que un conocido sommelier, Mariano Braga, se estableció con su compañera y fundó apenas hace dos meses Pampa Roja, un restó a puertas cerradas que sólo se describe en una placa. Adentro de su antigua casona hay un mundo gourmet por descubrir, a través de los sentidos, esta porción de la Patagonia norte. Como detalle, cuenta con una carta de vinos con más de 150 etiquetas y un menú de diez pasos para el mes de los enamorados.
Aquí también son habituales las historias de cazadores que llegan desde distintos países de Europa para alojarse cada temporada en los cotos de caza pampeanos: una costumbre iniciada con el primer coto, fundado por Pedro Luro, sobrino político de Julio Argentino Roca, fundador de lo que hoy se conoce como Parque Luro. En esta reserva provincial permanecen los ciervos colorados descendientes de aquellos primeros traídos a principios del siglo XX, que hoy atraen a turistas de todas las latitudes cuando en marzo y abril se desarrolla la época de brama y se puede avistar el momento, todo en medio de la naturaleza.
HOLANDA EN LA PAMPA Pero aún estamos en verano, que promete calor hasta fines de marzo. Y es Carmen, una de las dueñas de la estancia La Holanda, quien anuncia que están viendo el calendario de Luna llena porque el bosque de caldenes por donde transcurre la senda que conduce al Museo Atelier de su abuelo, Antonio Ortiz Echagüe, en su campo en el pueblo de Carro Quemado, es ideal para recorrerlo con ese haz de luz plateado que baña los campos en esta época. Y que, además, pasa por alto el calorón pampeano del mediodía y la siesta.
La Holanda data de 1910. Y su historia es romántica. Aquí pasaban largas temporadas, hasta que se instalaron para siempre, en 1933, la hija del primer cónsul holandés en la Argentina, Elizabeth Smidt, y Antonio Ortiz Echagüe. Ella escritora, y él, un pintor nacido en Guadalajara, con estancias en Italia, París y las Islas Canarias, con su etapa marroquí en Fez y Rabat, que había recorrido el mundo en la primera mitad del siglo pasado. De sus telas impecables y enormes brotan colores contrastantes y saturados. Claros y oscuros, en tonos puros, revolucionario para su época. El pintor había recorrido cortes europeas retratando nobles hasta que realizó la pintura de una joven quien, con el paso del tiempo, se transformó en su amor.
Hoy desde el casco de La Holanda hasta el Museo Atelier hay que recorrer unos pocos metros que hacen sentir el campo y los caldenes, un bosque único en el mundo. En el sendero, la capilla de campaña Padre Francisco Melo muestra el Via Crucis en vitreaux, y la sala de exposiciones resulta única por una flamante galería que presenta el atelier donde el artista trabajó sus últimos años. En el lugar aún se pueden ver la paleta utilizada y sus pinceles, además de su historia. Las obras están acompañadas por instalaciones con objetos retratados en las telas, donde las escenas costumbristas transcurren en diferentes ciudades del mundo. Para los amantes de la pintura, hay un mural en mosaico de 1939, que Ortiz Echagüe diseñó para la estación Entre Ríos del subte porteño. Cabalgatas, atardeceres y hasta opción para alojarse en El Rancho y Las Casitas, todo restaurado y con impecable diseño interior, deja lugar pàra refrescarse en la piscina de la estancia.
Y para los que quieran algo más, las cabalgatas son el emblema de la familia Laurences, esta vez en San Carlos, otro de los establecimientos que abren sus tranqueras al turismo. Está situado en Luan Toro, a 120 kilómetros de Santa Rosa, en una zona de caldenes con barrancas naturales: allí se realizan las cabalgatas, que se extienden a las mágicas noches de Luna llena sobre el recto horizonte de La Pampa.
TIEMPO RANQUEL Los pueblos pampeanos marcan el paso de la historia desde lo que fue territorio rankülche (ranquel) hasta nuestros días: en apenas diez minutos desde Santa Rosa, también se llega a una propuesta familiar de agroturismo en la estancia Santa Lucía, con raíces autóctonas que marcan la diferencia.
La perla está en saber la razón histórica de este territorio de la Nación Rankel. La lonko, Maria Canuhé, recomienda a los viajeros pasar por las instalaciones de la comunidad Willi Antu, sobre el kilómetro 318,5 de la RP 35, a media hora del centro de Santa Rosa, donde se puede aprender tejidos, cerámica y gastronomía de su pueblo. Incluso son fieles a su historia de excelencia a través de los caballos y también hay un sitio donde las clínicas equinas ofrecen el aprendizaje del arte ecuestre con cabañas para descansar.
Y si lo atrapa el fin del verano, esté atento a los alemanes del Volga, que en sus sueños pampeanos tienen pueblos como Perú, donde se realiza cada año la Fiesta de la Cerveza. Una perla en los bosques de caldenes, que para los caídos del catre que siguen alzando la frase de “la Pampa tiene el ombú” deben saber que hay uno en el parque del Fortín El Pisadero de Victorica y otro en la Plaza San Martín en Santa Rosa, frente a la Catedral, otra obra para visitar. Porque la estrella indiscutida del paisaje pampeano es en realidad el caldén. Una especie endémica: en Europa, no se consigue.
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