Domingo, 1 de marzo de 2015 | Hoy
BUENOS AIRES. ARTE Y ARQUITECTURA EN GLEW
Glew, en el sur del Gran Buenos Aires, guarda un tesoro artístico: los frescos de la iglesia de Santa Ana, pintados por Raúl Soldi, la fundación que exhibe parte de la colección privada del artista y dos viviendas que forman parte de su herencia: la Casa Cultural La Volanta y la biblioteca Pablo Rojas Paz.
Por Nora Goya
Fotos de Nora Goya
Sólo 34 kilómetros separan Glew de Ciudad de Buenos Aires. Treinta y cuatro kilómetros que hoy son de pura ciudad, pero antaño supieron ser de transición entre la gran capital y una periferia casi de aldea. Este año, Glew celebra los 150 años de su fundación con un orgullo especial: el de haber sido elegida por Raúl Soldi para disfrutar de los veranos, cuando todavía circulaban sulkies y volantas por las calles de tierra del lugar. Fascinado con la vida de Glew, el artista trabajó durante numerosos veranos –desde 1953 a 1976– sobre las paredes de la iglesia del pueblo, donde pintó trece frescos de estilo neorrenacentista. Entremezclados en la obra que relata la vida de Santa Ana, madre de la Virgen María, Soldi incorporó algunas imágenes que remiten a personajes locales y a la vida de Glew, como molinos de vientos o incluso el frente de la capilla.
Recorrer el interior de la iglesia y observar los frescos a poca distancia permite a los visitantes de hoy imaginar a Soldi sobre los andamios. Entre los vecinos perdura el recuerdo de las misas que se celebraban mientras el artista trabajaba, o los tiempos en que el pintor donó 60 obras de su colección privada a la Fundación Soldi. La entidad funciona desde 1982 a pocas cuadras de la estación de tren, bajo la dirección del hijo del artista y cineasta Daniel Soldi. Allí se presentó la tarjeta postal de Navidad 2014 emitida en forma conjunta entre el Correo Argentino y el Correo Vaticano, que llevó la ilustración del Nacimiento de Jesús realizada por el pintor argentino.
“DESTINADOS A VERLO” Por las calles de Glew ya no circulan sulkies ni volantas y el desarrollo urbano terminó definitivamente con la tranquilidad de la localidad. No obstante, los frescos pintados por Soldi permanecen inmutables gracias a las tareas de restauración realizadas por los vecinos y la Fundación, que organiza visitas guiadas de marzo a diciembre. En cada uno de esos paseos los visitantes pueden apreciar óleos, dibujos y grabados realizados entre 1927 y 1978, que abarcan diferentes etapas de la obra de Soldi: amarilla, azul, blanca y académica. Entre ellas están Sarita (1948), Paisaje de Glew (1949), Los músicos (1956), Las sombrilleras (1959) –premiadas en París– y Lola Membrives (1970).
“Van a venir los que estén destinados a verlos”, dice Zulma Ozón, directora de la Fundación, citando las palabras de Soldi. Y recuerda el temor de los primeros años a tener escasa convocatoria, por estar fuera de los límites de Capital Federal. Ozón es la hija de uno de los amigos de Soldi: junto con otros vecinos que lo conocieron y admiran la obra del pintor, conformó la Asociación de Amigos que permite el funcionamiento de la entidad y la difusión de su obra. “Soldi es el artista que donó mayor cantidad de obras en la Argentina, por lo que todos trabajamos para mantener su legado en Glew”, agrega.
Además de sus cuadros, la Fundación cuenta con el caballete en el que trabajaba el artista, fotos tomadas junto a colegas como Antonio Berni y Quinquela Martín, cartas y telegramas, y un audiovisual que relata la vida del artista realizado por Daniel Soldi. Durante los fines de semana se presentan en el salón de actos obras de teatro y cuerpos de danza.
HERENCIA SOLDI Caminando por la calle lateral a la estación de tren se puede llegar a la Casa Cultural La Volanta, una austera vivienda donde se dictan talleres de música, danzas, canto y artes plásticas. También se realizan, desde 1994, peñas folclóricas. “Esta casa pertenece a la familia Soldi y la recibimos en comodato para realizar actividades culturales”, explica el artista Jorge Aranda.
Tanto este edificio como el de la Fundación y la propiedad donde funciona la Biblioteca Pablo Rojas Paz materializan el enamoramiento del pintor por Glew y transmiten su legado, ya que la familia Soldi posibilita que se desarrollen actividades culturales a bajo costo. Ambas instituciones forman parte de la idiosincrasia del lugar y se convirtieron en lugares imperdibles durante una visita. En cuanto a la Biblioteca, está “a la vuelta” de la iglesia y completa el circuito Soldi sobre arte y arquitectura en Glew. Bautizada así en homenaje al escritor tucumano Pablo Rojas Paz, funciona desde 1970 y a lo largo de los años creció gracias al trabajo de los vecinos: hoy día cuenta con varias salas de lectura y consulta y un salón de exposición de obras pictóricas.
CERAMICA TOSCANA El arte de Glew, sin embargo, no termina con Soldi. El pueblo también cuenta con el Centro de Exposición Manigrasso, espacio que fuera el taller del artista italiano Cosimo Manigrasso, hoy convertido en escuela de arte para niños, adolescentes y adultos.
Manigrasso nació en la ciudad italiana de Taranto y recibió varios premios nacionales en Milán y Roma, hasta que en 1952 se radicó en Glew: allí abrió un taller en el que desarrolló motivos de la mitología griega y romana a través del trabajo en cerámica.
Al recorrer las decenas de vitrinas y estantes, los visitantes pueden sumergirse en un mundo conformado por infinitas piezas donde los relieves de emperadores se entremezclan con carruajes que adornan jarrones de gran tamaño, mientras esbeltas figuras embellecen pequeñas vasijas con guardas y figuras trabajadas en arcilla y colores remiten a elementos de la naturaleza.
Luego de la muerte de Manigrasso, en 2004, su familia decidió seguir adelante con el museo, que además reúne grabados, esculturas y lienzos pintados. Actualmente la institución está a cargo de Analía, hija de la segunda mujer del ceramista, quien sólo volvió dos veces a su Italia natal y pasó la mayor parte de su vida en Glew.
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