ITALIA GRANDES Y PEQUEñAS HISTORIAS EN ROMA
Los Foros Imperiales, la Domus Aurea de Nerón, el Moisés de Miguel Angel y basílicas mayores conviven en el barrio romano de Monti con callecitas de artesanos, empinadas escalinatas y la actual “movida” en el “quartiere” de las Tres Colinas.
› Por Dora Salas
Trajano, emperador del 98 al 117 d. C., hizo construir un mercado, un foro y una columna de 40 metros de altura incluido el basamento. Compuesta por 18 enormes cilindros de mármol blanco, luce relieves espiralados que evocan las campañas militares de Trajano contra los dacios, una obra de arte anónima coronada por una estatua en bronce del emperador, luego reemplazada por una de San Pedro. A pocos metros, las ruinas del mercado muestran locales en diferentes pisos y representan el antepasado milenario de los actuales centros de compras.
Historia, arte y leyendas confluyen en el patrimonio del barrio Monti, en el corazón de Roma, donde habitó el cineasta Mario Monicelli y al que acaba de regresar el político Giorgio Napolitano después de dejar la presidencia de Italia. También el poeta argentino Juan Gelman vivió y trabajó como periodista en este barrio que guarda secretos del pasado imperial, de dos basílicas mayores, de la ciencia y de casas a “luce rossa”.
Los monticianos se enorgullecen de su pertenencia barrial, suelen considerarse más romanos que los demás habitantes de la ciudad, rivalizan con ellos y sobre todo con los del Trastevere, y recuerdan que Monti tuvo una variedad propia del dialecto urbano, perdida en el tiempo.
El barrio, en cuyo escudo lucen las tres colinas sobre las cuales surgió –Esquilino, Viminal y Quirinal–, también alberga negocios de antigüedades y de artesanías, galerías de arte, pequeños restaurantes y pizzerías tradicionales junto a pubs, heladerías y locales con variadas propuestas culinarias, en una “movida” para todos los gustos y exigencias.
Sus 168 hectáreas condensan milenios de historia, desde foros imperiales, con columnas, mercados y termas, hasta las callecitas de la Suburra (sub urbe), una zona popular en un tiempo refugio de lupanares y tabernas, comprendidas entre dos avenidas principales, la via Nazionale y la via Cavour.
Todo palpita alrededor de la plaza de la Madonna dei Monti y su Fuente de los Catecúmenos, diseñada por el arquitecto Giacomo della Porta en el siglo XVI, de forma octogonal y en precioso mármol travertino. Un kiosco de diarios y algunos típicos cafés son allí el punto matutino de encuentro de que disfrutan vecinos y viajeros.
“Cerca del coliseo está Monti” Tenía 93 años cuando realizó el documental sobre el “rione” en que vivía y que lo despidió con cariño cuando, a los 95, se suicidó arrojándose por la ventana del hospital donde estaba internado. Mario Monicelli (1915-2010) retrató en Vicino al Colosseo c’è Monti la rutina barrial, con sus ancianos, su procesión, su peluquería masculina y el cotidiano intercambio de saludos y opiniones. En 1955, Antonello Falqui había registrado la vida monticiana, con su pobreza de posguerra y su ajetreo. Dos testimonios muy diferentes que ayudan a adentrarse en el rione antes de bajar las escaleras que desde la via Cavour desembocan en la Suburra y sus calles adoquinadas y sin veredas.
Desde la plaza, donde hay una estación de metro, parte la via Urbana que, en el número 2, evoca en un adoquín recubierto en metal una matanza cometida por los nazis: “Aquí vivía don Pietro Pappagallo, nacido en 1888, arrestado el 29/1/1944, asesinado el 24/3/1944. Fosas Ardeatinas”. Este “sanpietrino” es una “pietra d’inciampo”, para “tropezar” y recordar a las víctimas de la masacre, en este caso un sacerdote que, junto a otros 334 italianos, fue ultimado en el operativo comandado por el SS Erich Priebke (1913-2013), cuya extradición la Argentina –adonde huyó tras la guerra– concedió en 1995. Finalmente, fue condenado a perpetuidad en Roma.
La fecha de esa matanza, 24 de marzo, acerca el recuerdo del último golpe de Estado argentino y del poeta Juan Gelman, exiliado en Roma, donde vivió y trabajó como periodista en Monti. En el barrio, durante esos años, también estaba la sede del Comité Antifascista de Información y Solidaridad con el Pueblo Argentino.
Otra historia de Monti es la de los “muchachos de la via Panisperna” (“panis et perna”, pan y jamón), los jóvenes y brillantes físicos nucleados junto a Enrico Fermi (1901-1954), Nobel de Física en 1938 y luego radicado en Estados Unidos, pues su esposa Laura era judía.
Por la Panisperna, uno de los ejes del barrio, como la via dei Serpenti, la del Boschetto o la dei Zingari, entre otras, se alcanza la “salita (subida) del Grillo”, que lleva el nombre de un marqués del siglo XIX encarnado por Alberto Sordi en un film de Monicelli.
“Llegué a Monti en 1977, al regresar de Buenos Aires”, cuenta Enrico Calamai, ex diplomático italiano que se desempeñó en Argentina al inicio de la dictadura y que ayudó a muchos perseguidos del régimen. “Era un barrio con características de pueblo, donde todos se conocían. Tenía una belleza humilde, de pesebre, con calles pequeñas, pequeñas plazas, pequeños edificios construidos en siglos, unos apoyados en los otros, que hablaban de pobreza, de vida dura, de las dificultades cotidianas de quien no siempre logra trabajar y con frecuencia está al borde de actividades en la frontera con la legalidad”, reflexiona y agrega: “Todo cambió, los edificios se restauraron, los precios llegan a las nubes, el barrio está de moda y auténticos monticianos fueron sustituidos por una clase media adinerada y con aspiraciones señoriales, aun con orientaciones de izquierda”. Según Calamai, “desde el 2000 aparecieron elementos del crimen organizado, con comercios que suelen ocultar lavado de dinero sucio. Todo es más sofisticado pero ya no auténtico”. Y concluye: “Monti se debe recorrer con los ojos abiertos para captar rincones y edificios, la hermosura de la fuente de la plaza, que me hace pensar en una gran reina decapitada en medio de la corte de los milagros, y de su iglesia, que parece englobar la pequeñez de las pasiones humanas proyectándolas hacia el cielo”.
Un sastre monticiano me muestra una foto de su esposa, fallecida hace poco que, ya en silla de ruedas, sonríe junto a Woody Allen durante una filmación barrial de To Rome with Love. A su vez, un periodista ítalo-argentino radicado en la via del Boschetto, sigue sintiéndose bien en Monti: “Me gusta mucho porque, aunque es centro de movida, todavía conserva algo del viejo barrio. La plaza de la Madonna dei Monti es lo mejor, con la iglesia epónima que tiene pisos de mármol incrustado que son una maravilla”.
IMPERIO, IGLESIAS, ARTE La via Campo Carleo accede a una pasarela en medio de los foros de Augusto y de Trajano, un balcón privilegiado para sentir la Roma imperial. Augusto, emperador entre el 27 a. C. y el 14 d. C., fue recordado el año pasado por la alcaldía de Roma que, en el bimilenario de su muerte, organizó el espectáculo “Foro de Augusto 2000 años después”.
Trajano, emperador del 98 al 117 d. C., hizo construir un mercado, un foro y una columna de 40 metros de altura incluido el basamento. Compuesta por 18 enormes cilindros de mármol blanco, luce relieves espiralados que evocan las campañas militares de Trajano contra los dacios, una obra de arte anónima coronada por una estatutua en bronce del emperador, luego reemplazada por una de San Pedro. A pocos metros, las ruinas del mercado muestran locales en diferentes pisos y representan el antepasado milenario de los actuales centros de compras.
Detrás del mercado surge la medieval Torre de las Milicias, una de los cientos que había en la ciudad en ese período y de las que Monti conserva varias.
El barrio tiene también las ruinas de la casa de Nerón, la Domus Aurea, cubierta con toneladas de tierra luego de la muerte del emperador. Sobre el lugar Trajano construyó termas públicas, pero la Domus Aurea sobrevivió bajo tierra y a veces se abre a los visitantes.
Y como si esto no bastara para enorgullecer a los monticianos, el rione tiene dos de las cuatro basílicas mayores, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, puntos de inicio y final de la procesión papal de Corpus Christi. Además, el complejo de Letrán incluye la Escalera Santa, cuyos 28 escalones se suben de rodillas para alcanzar el Sancta Santorum, la capilla privada de los papas, como muestra el film La grande bellezza, de Paolo Sorrentino, Oscar 2013 como mejor película extranjera.
Otra joya es la basílica de San Clemente, que superpone basílicas de los siglos IV y XII, un templo de Mitra y construcciones del siglo I. Dice la leyenda que en el siglo IX la papisa Juana, una mujer disfrazada de hombre, murió de parto durante una procesión frente a esta iglesia.
Monti, que atesora asimismo obras de los maestros de la arquitectura y la escultura barrocas Bernini (1598-1680) y Borromini (1590-1667), cobija también, en la iglesia de San Pietro in Vincoli (San Pedro Encadenado), las cadenas que según la tradición ataron al santo encarcelado y la tumba de Julio II, obra de Miguel Angel, cuya figura dominante es su estatua de Moisés, del siglo XVI.
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