BUENOS AIRES. UN COMPENDIO DE LA HISTORIA PORTEñA
El barrio del papa Francisco, atravesado por el antiguo Camino Real, conserva casonas centenarias y secretos para descubrir en las tranquilas tardes otoñales. Un paseo por el centro geográfico de la ciudad, al compás del tango y de sus poetas.
› Por Dora Salas
Fotos de Rafael Yohai
Barrio de poetas, tangueros y acuerdos históricos, San José de Flores –atravesado por el antiguo Camino Real, la actual avenida Rivadavia– es un muestrario de la historia urbanística porteña, que yuxtapone centenarias casonas y edificios art-déco con recientes torres habitacionales, leyendas y secretos.
El estudioso Arnaldo Cunietti-Ferrando, que durante años fue presidente de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, en su libro dedicado al barrio cuenta el proceso que se inició en tiempos de Juan de Garay, siguió con el gobernador Hernandarias y, tras sucesivas herencias y cambios de propiedad, puso a esas tierras en manos de Juan Diego Flores.
“Aunque bastante menoscabadas, las tierras atrajeron la atención de un progresista estanciero de la ciudad, quien las adquirió en 1776, en la suma de 500 pesos en monedas de plata. Se llamaba Juan Diego Flores, apellido que terminó imponiéndose más tarde en la toponimia porteña para designar, primero esas tierras, luego el pueblo y más tarde el progresista barrio actual”, escribió Cunietti-Ferrando.
Las tierras en cuestión, en el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires, dieron origen al barrio, que nació a ambos lados del Camino Real al parcelarse la chacra del estanciero tras su muerte en 1801. Poco después, en 1806, se creó el curado de San José de Flores en “las afueras” de Buenos Aires, que en 1888 se incorporó a la Capital Federal.
La parcelación de las tierras la realizó el hijo adoptivo y heredero de Juan Diego Flores, aconsejado por el apoderado de la familia, Antonio Millán, quien hizo un croquis del “pueblo de Flores” en febrero de 1825.
En ese croquis, con el típico damero español para marcar las manzanas, Millán marcó la “Calle principal de este a oeste” (actual Avenida Rivadavia) y a ambos lados, exactamente en el centro, una “Plaza” del lado norte y una “Capilla” del lado sur. Se trata de la plaza Pueyrredón, más conocida como plaza Flores, y de la basílica de San José de Flores, uno de los lugares enlazados con la vida del papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, nacido a pocas cuadras del templo.
En la actualidad el barrio de Flores tiene una superficie de 8,6 kilómetros cuadrados y mucho para recordar.
TIEMPOS VIEJOS “El pueblo comienza a formarse: la iglesia no está concluida, a las cercanías de ella hay 16 a 20 familias y son contados los edificios de material, a las inmediaciones hay quintas de vecinos de la capital, con plantíos de durazneros y algunas huertas”, escribió en 1812 el general Manuel Belgrano, que llegó a Flores con el Ejército del Norte, con carretas y tiendas, e hizo su primera escala en el curato.
Belgrano no fue el único que en esos años pasó por Flores. El barrio fue testigo de un encuentro de don José de San Martín con Juan Martín de Pueyrredón; Juan José Paso, José Rondeau y Ambrosio Mitre (padre del general) “hicieron inversiones” en el pueblo, cuenta Cunietti-Ferrando.
Los recuerdos llevan también a Juan Facundo Quiroga, cuyos restos llegaron el 7 de febrero de 1836 a la iglesia de San José de Flores, antes de ser depositados en el cementerio de la Recoleta.
Y el 11 de noviembre de 1859 el barrio alojó a los firmantes del Pacto de San José de Flores, por el cual Buenos Aires se incorporaba a las demás provincias de la Confederación: hoy una placa en la esquina de las avenidas Rivadavia y Boyacá recuerda la sede de ese evento histórico.
Flores fue también el barrio de escritores, pintores y tangueros, entre ellos Baldomero Fernández Moreno, Roberto Arlt, Guillermo Roux, Agustín Magaldi, Hugo del Carril.
En un homenaje del barrio a Roux y de él a su antiguo barrio, en la estación San José de Flores de la línea A del subte porteño hay varias reproducciones de sus pinturas. “En Flores está la esencia de mi pintura: comencé pintando con emoción aquel mundo ya desaparecido”, sintetizó el artista plástico, nacido en 1929.
El mundo del tango y del cine también se entrelaza con el barrio: en San Pedrito 256 nació Piero Bruno Hugo Fontana, Hugo del Carril, cuya casa natal fue demolida. En Flores, en 1911, Rosita Melo compuso la música del vals “Desde el alma”. Y en el café Las Orquídeas, de Yerbal y Artigas, que en los ’60 fue reemplazado por una galería comercial, Carlos Vedan y Julio Sanders dieron vida al famoso “Adiós muchachos”.
Dando un salto en el tiempo, también Cacho Castaña fue vecino de Flores, en Galicia y Donato Alvarez.
Entre los escritores, el barrio destaca al autor de “Setenta balcones y ninguna flor”, el poeta Baldomero Fernández Moreno, quien habitó en una casona en Bilbao 2384, y a Roberto Arlt, quien aseguró que se formó recorriendo las calles del barrio y sus bares. A su vez, Alfonsina Storni pasó un breve período en el barrio, en Terrada 578.
Flores fue, además, el panorama de Alejandro Dolina en sus Crónicas del Angel Gris.
LAS CASONAS CENTENARIAS Mucho ha sido demolido, como la casa del fundador Antonio Millán, a pesar del Area de Protección Histórica APH 15 declarada por la Legislatura porteña en 1998. Otras casonas lucen abandonadas porque, aun incluidas en la APH 15, su mantenimiento queda en manos de los propietarios, a quienes se les hace cuesta arriba o imposible cubrir los gastos de las obras pertinentes.
Sin embargo vale la pena caminar por algunos de esos corredores históricos, en general junto a las vías del ferrocarril, para ir descubriendo casonas que fueron quintas, casas de vivienda colectivas y construcciones de diversos estilos.
Una posibilidad es comenzar el recorrido en Bacacay y Donato Alvarez, donde se encuentra el “Patio de los Lecheros” o parada de descarga del viejo tren que transportaba leche. Luego, en la calle Bacacay, hay un grupo de casas de estilo inglés, conocidas como Casas Chacón. Quedan pocas, construidas a principios del siglo XX, y varias están muy destruidas, pero otras se conservan bastante bien y muestran una orgullosa cúpula, tanto en Bacacay al 1900 como en Beltrán al 100. Al 2000 de Bacacay también es histórico el Hogar Dorrego, que fue albergue para mujeres solas y, una cuadra más hacia el oeste, el edificio de Aysa.
Por Bacacay se llega hasta la calle Artigas, donde se encuentra la Casona Marcó del Pont, declarada Monumento Histórico y actual sede de un centro cultural. A pocos pasos, en Artigas 200, una placa recuerda la casa de Agustín Magaldi.
Luego de apreciar la estación del ferrocarril, al caminar por Yerbal se encuentran varios edificios de interés: la Escuela Museo J. J. de Urquiza y la Mansión de Flores, de 1921. Y en la esquina de Caracas y Rivadavia se alza la imponente escuela Florencio Varela, que fue modelo de educación pública.
Otros “imperdibles” de Flores son las pinturas de la estación del subte, ubicada en la plaza homónima, y los murales de la Galería San José, realizados en 1956 por los artistas plásticos Juan José Castagnino, Enrique Policastro y Demetrio Urruchúa.
EL PAPA FRANCISCO Desde la Basílica de San José de Flores se inicia un Circuito Papal en Bus los sábados, domingos y feriados a las 9.00 y a las 15.00, para el que hay que inscribirse por email.
Durante un recorrido de tres horas, aproximadamente, los guías hablan del barrio y recuerdan la vida de Jorge Bergoglio, ahora papa Francisco, quien nació a pocas cuadras y vivió con sus padres y sus hermanos. La visita incluye la escuela Nuestra Señora de la Misericordia, a la cual concurrió de pequeño, y la plazoleta Herminia Brumana, donde acostumbraba jugar. Otros lazos del barrio con el Papa son la escuela primaria Pedro Antonio Cerviño, la escuela Hipólito Yrigoyen donde obtuvo el título de Técnico Químico, y la Vicaría de Flores, en la que fue ordenado obispo (1992).
Otra posibilidad, si el tiempo acompaña, es hacer el mismo recorrido caminando.
“Antonio Millán entregó en 1805 a las autoridades eclesiásticas una manzana para que edificaran allí la iglesia del curato, y donó al poder civil un predio para la plaza Pueyrredón”, recuerda el arquitecto Luis Tosoni. “Las obras de la iglesia comenzaron el 1° de noviembre de 1806”, explica Tosoni y concluye: “La arquitectura del primer conjunto edilicio de la iglesia y sus locales auxiliares presentan una síntesis de las distintas maneras de hacer arquitectura a principios del siglo XX”.
En 2006, para el bicentenario del barrio, la periodista Canela (Gigliola Zecchin), vecina de la calle Bacacay, realizó el documental Flores 200 años y descubrió que el terreno donde se construyó su casa fue una quinta que albergó cazadores. Un broche curioso para un barrio que rebosa de historia y anécdotas.
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