MISIONES. LA RIBERA DEL PARANá, PASEOS EN EL RíO Y EN TREN
Una flamante costanera que deja admirar el río Paraná; un paseo en catamarán con cena y fiesta a bordo; un viaje de ocho minutos en tren que une dos países; gastronomía gourmet y la historia jesuítica a menos de dos horas: la capital misionera es un sitio para quedarse, conocer y disfrutar.
› Por Sonia Renison
Imponente. Ancho, inmenso. El río Paraná cuando acaricia la costa posadeña en Misiones ostenta la riqueza que arrastra desde Bolivia, con el Bermejo, y desde el Mato Grosso con el Iguazú. Y ahora, desde hace unos meses nomás, la flamante costanera deja admirar su belleza. Son unos catorce kilómetros de paseo iluminado que acompañan la ribera. Bares, restaurantes y lugares de esparcimiento se lucen frente al río sobre la avenida Monseñor Kemerer y, justo donde permanece la Piedra Fundacional, también se estrena la escultura en homenaje al comandante Andrés Guacurarí y Artigas. El acero inoxidable con que el escultor Gerónimo Rodríguez la construyó resplandece bajo el sol del mediodía. El río marrón, la tierra colorada, la espesura verde que asoma desde cada rincón hacen de esta ciudad el portal de ingreso ideal hacia una de las regiones de mayor biodiversidad del mundo: la selva.
Las plazoletas y boulevares ordenan el tránsito junto a la costanera y permiten disfrutar el horizonte que dibuja la ciudad paraguaya de Encarnación, justo enfrente. Se calcula que por este paseo transitan unas 30.000 personas un domingo, cuando el clima es ideal para caminar, practicar running o andar en bicicleta junto al río, también escenario de actividades náuticas como el kayak.
Parece nueva la ciudad, pero en marzo cumplió 400 años. Por eso cobra más importancia esta nueva arquitectura que presenta y reaviva su condición de urbe que vive de cara al río. De lo viejo, el mayor testigo es la Piedra Fundacional, un enorme peñasco que señala el sitio donde amarró su embarcación el adelantado Roque González de Santa Cruz, que le dio el nombre original de Nuestra Señora de Itapúa (“piedra saliente” en guaraní). Hoy lleva su nombre el Puente Internacional.
Tan sólo levantar la vista de la piedra histórica y se ve una barranca enorme que es la Bajada Vieja, la calle más antigua de Posadas, que terminaba en el puerto y lucha por mantener la memoria de sus comienzos.
Los almacenes de ramos generales, los boliches, las “paseras”, formaban parte de la vida aquí dos siglos atrás. Muchos recuerdan la película de 1952 “Las aguas bajan turbias”, de Hugo del Carril, basada en el libro Río Oscuro de Alfredo Varela, que evoca “el mensú” (jornalero), los kapangas, la explotación, los prostíbulos, el trabajo forzado y el embarque hacia los yerbatales del alto Paraná, presentes en los pasos de este antiguo barrio.
Uno de los boliches lleva el nombre de “Posadeña linda”, por la canción de Ramón Ayala, y a unos minutos de distancia también está el anfiteatro Antonio Ramírez donde cada año en noviembre se realiza el Festival Nacional de Música del Litoral que presenta como telón de fondo al Paraná.
RIO Y BALNEARIOS Es un placer caminar junto al río. Y más poder llegar a una zona sin barrancas donde están los dos balnearios municipales. Uno de ellos, El Brete, tienta con su arena dorada cuando cae el sol, y hasta en invierno se disfruta para tomar unos mates y descansar sin olvidarse de los “chipás”, esa exquisitez elaborada con harina de mandioca y quesos, que con distintas formas –pequeños bollitos o roscas enormes– se compran en la calle o en puestos. Son ricos y llenadores.
Muy cerca está el Club de Pesca y Náutica Pirá Pytá (pez), donde se embarca de lunes a sábados para realizar el paseo náutico en catamarán. Hay salidas por la noche que contemplan la cena a bordo, con DJ incluido. Tiene glamour. La tripulación ataviada de punta en blanco da la bienvenida y cada pasajero toma asiento en mesas compartidas. La embarcación tiene capacidad para 160 personas y hasta un salón VIP. El recorrido permite admirar a Posadas desde el río, el Puente Internacional como obra ingenieril inigualable y la Virgen de Itapúa. Muchos sostienen que al pasar debajo del puente hay que pedir un deseo. Otros creen que se sella el amor eterno. Lo cierto es que una noche estrellada el sonido del roce del agua, con música especial, pone brillo a los sentimientos y llega al alma.
“Hasta nosotros nos sorprendimos”, dice a TurismoI12 el director general de Turismo de Posadas, Oscar Alejandro Degiusti, cuando explica que el calendario de feriados puentes resultó en un 85 por ciento de ocupación, y obligó al sector privado a invertir y plantear otras alternativas en la ciudad, con más actividades outdoors. Los visitantes son en su mayoría familias jóvenes con chicos, que casi en el 90 por ciento de los casos llegan con vehículos propios, razón que motivó propuestas en los alrededores de Posadas e incluso sumar ciudades cercanas como Ituzaingó, en Corrientes, desde donde se accede al complejo Yacyretá.
La vieja estación de trenes adonde llegaba “El gran capitán” es hoy un Centro Multicultural donde cada diciembre se reúnen entre 20 y 30 emprendedores turísticos que muestran la oferta de opciones para todo el año. Allí se realiza también la exposición Posadas Produce, que convoca a unos 300 emprendedores.
Además del paseo en catamarán y la costanera, hay más de 60 bicicletas donadas por un banco para realizar circuito de miniturismo en la ciudad. Las pueden utilizar tanto posadeños como turistas argentinos y extranjeros, dejando un documento de identidad que recupera al devolver el rodado.
Los más jóvenes se juntan en el Skate Park, donde se realiza la competencia internacional de los skaters más conocidos. Así Posadas se agranda: tanto, que se calcula su crecimiento en un 180 por ciento, dicen las autoridades de Turismo, que registran hoy unas 3500 plazas hoteleras.
Posadas tiene un Parque Centro del Conocimiento, a diez minutos del Aeropuerto General San Martín, donde se desarrolló el último Congreso Internacional de Calidad Turística. Entre las instalaciones cuenta desde un Teatro Lírico, un Teatro de Prosa, una plaza seca, la biblioteca más importante de la región y un centro de Arte y Comunicación, así como un Observatorio Astronómico y un cine en 3D proyectados para más adelante. Todo en dimensiones gigantes.
EL ENTUSIASMO CRECE A menos de dos horas los secretos misioneros aguardan a los visitantes. El Parque de la Cruz de Santa Ana, enclavado en el cerro del mismo nombre, es un área de preservación del cordón verde de selva original, con circuitos autoguiados, un mariposario, un orquideario y una cruz de casi 80 metros de altura, a la que se accede en ascensor. Este parque, además, estrena una capilla de maderas de la zona y cristal.
Muy cerquita, las ruinas jesuíticas de Loreto sintetizan la mística del 1600 cuando llegaron los religiosos a la región. En esas ruinas, la guía Elisabet Karabín conduce a los grupos de turistas ansiosos por revelar secretos de aquellas épocas. De todos los sitios que pueblan suelo misionero, este se diferencia porque es donde las ruinas permanecen en estado puro, cubiertas de selva.
También hay restos de dos capillas y está la tumba del sacerdote Antonio Ruiz de Montoya, quien fue fundador de trece reducciones y trasladó por mil kilómetros desde Guayrá (Brasil) hasta Misiones, a 12.000 guaraníes para evitar que los vendieran los bandeirantes. Así fundó, entre tantas, las reducciones de Nuestra señora del Loreto y San Ignacio Miní.
Si se sigue una hora más se llega hasta San Ignacio, donde está el pueblo actual y las ruinas reconstruidas. Salvo los domingos, todos los días hay un espectáculo de luz y sonido que relata la historia del lugar. Es cuando llega la noche que comienza el espectáculo y estremece la maestría con que está pensado y realizado. Se proyectan imágenes de efecto fantasmagórico, reproducidas sobre un telón de bruma que genera un juego de luces en forma de hologramas. Impecable.
La visita al Parque de La Cruz de Santa Ana permite conocer en profundidad la selva, el cerro más alto de la región y un mariposario, donde un biólogo con sus ayudantes trabaja en la investigación y reproducción de mariposas, dentro de un espacio que reproduce su hábitat. Para eso poseen un vivero de plantas autóctonas, con las que alimentan a las mariposas. En el mismo parque un orquideario ofrece un recorrido por estas plantas especiales, y además de la capilla y el ascenso a la cruz y los circuitos autoguiados, es en el restaurante donde se realiza un recorrido gastronómico por los productos regionales preparados y presentados en una carta gourmet.
La última novedad, estrenada en diciembre, es el tren que en ocho minutos une a Posadas con la ciudad paraguaya de Encarnación. Para muchos una opción de compras. Para otros, una posibilidad de encontrarse con amigos y familiares. Y para los visitantes es la aventura de cruzar el río Paraná en tren. Posadas marcha sobre rieles y amplía su frontera de atractivos para quien busca un anclaje en el litoral argentino.
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