Domingo, 28 de junio de 2015 | Hoy
EE.UU. VIAJE A LA MECA DEL CINE
El reino de la pantalla grande está en California: Los Angeles evoca itinerarios de la pantalla grande con el célebre cartel gigante de Hollywood, el Teatro Chino y el Sunset Boulevard. Un paseo por los clásicos del oeste más cinematográfico.
Por Graciela Cutuli
Por Graciela Cutuli
Hollywood y su nombre rutilante, tapizado de éxitos (pocos) y fracasos (muchos) no es más que un barrio de Los Angeles, pero un barrio que de la mano del cine se construyó su propio universo y ganó el peso de un nombre propio. En realidad no todo el mundo sabe dónde queda, pero ¿quién podría decir que no sabe de su existencia? Sería como negar la existencia del cine mismo. Sin embargo la famosa magia de la pantalla grande Hollywood parece haberla aplicado, sobre todo, a su propia imagen: porque después de recorrer Los Angeles, la megalópolis de anchas avenidas y enormes parques de diversiones, famosa por sus centros comerciales pero también por el laberinto de sus autopistas –sin olvidar por supuesto la colina donde brillan a los cuatro vientos las letras de Hollywood– queda cierta sensación de que hay mucho montaje “detrás de la escena” para llegar a la imagen final de la ciudad iluminada y vestida como para la pantalla grande. En otras palabras, Los Angeles no es una ciudad “caminable”, con un centro al estilo de las ciudades europeas y latinoamericanas, sino el prototipo de la ciudad estadounidense pensada sobre todo para la circulación de los autos (si son limusinas mucho mejor, ya que este oropel temporario es una experiencia al alcance de cualquier turista) y el aislamiento de las grandes estrellas.
Mientras tanto, cabe recordar que California se convirtió en la meca del cine a principios del siglo XX porque, aunque ya existía la luz eléctrica, por entonces los estudios aún dependían casi enteramente de la iluminación natural para poder filmar. En esta parte de Estados Unidos los días son más largos y el clima más favorable, de modo que numerosos estudios se mudaron al distrito de Hollywood (para volver a mudarse a la periferia de Los Angeles años más tarde, cuando aumentó notablemente el valor de la tierra en la región).
Además del cine, la ubicación de Los Angeles hace que sea un buen destino para visitar durante todo el año: el invierno es lluvioso pero las luces de Navidad son imperdibles; la primavera tiene un delicioso clima moderado; el verano es caluroso pero abunda en festivales y ferias callejeras; y el otoño es una vistosa época para ver el cambio de color del follaje en los paisajes californianos.
Teatros y letreros Para conocer de cerca el “Hollywood Sign”, el famoso letrero de Hollywood tantas veces visto (y también tantas veces parodiado), hay que subir la ruta sinuosa que bordea la ladera del Mount Lee, donde está instalado y desde donde se domina todo el barrio. En el camino hay tiempo para recordar su historia: el cartel –que originalmente decía “Hollywoodland” y está formado por letras de casi 14 metros de altura– nació con el objetivo de publicitar un emprendimiento inmobiliario en los años 20 y fue totalmente reconstruido en 1978. En el medio mostró la cara más oscura del cine, cuando la actriz desempleada Peg Entwistle se suicidó, lanzándose al vacío desde la letra H. Aunque se lo ve desde todas partes, es difícil encontrar un buen lugar para tomar la foto ideal del cartel de Hollywood (además, está prohibido caminar o trepar por la ladera de la montaña a los pies del cartel, cuidadosamente vigilado por guardaparques y cámaras de seguridad). Por lo tanto, conviene mirar las sugerencias sobre lugares donde conseguir la mejor foto en el sitio oficial del letrero, www.hollywoodsign. org, que tienen también webcams en vivo y todo detalle informativo que sea necesario (incluyendo los horarios de buses que van hacia la “zona de avistaje” del cartel).
Mientras tanto, cuando se quiere ver el mejor costado de Hollywood hay que bajar la colina y dirigirse hasta el Hollywood Boulevard, que allí donde se cruza con Vine Street exhibe las estrellas más visibles y accesibles de este recorrido por Los Angeles: son aquellas que, fijas en el piso, homenajean a los nombres más famosos de la industria del entretenimiento. ¿Quién no se irá de allí con una réplica para poner en su casa, con letras doradas autoadhesivas que permiten poner su propio nombre en lugar de los originales?
A pocos pasos de este conocido “paseo de la fama” se levanta el Teatro Chino de Hollywood, el nombre popular del Grauman’s Chinese Theatre, fundado por Sid Grauman junto con los famosísimos actores del cine mudo Mary Pickford y Douglas Fairbanks. Del teatro no se puede decir que sea precisamente lindo, pero sí resulta inconfundible, con su imponente fachada en forma de pagoda roja: sin duda un poco desubicada en el Hollywood Boulevard, pero al fin y al cabo bien custodiada por un dragón y dos perros. En realidad hay que recordar que no es un teatro sino un cine: se inauguró en 1927, con “Rey de Reyes” de Cecil B. DeMille, y todavía hoy es el escenario privilegiado del estreno de películas llenas de celebridades a puro glamour. Como aquellas que, en el exterior el edificio, dejan grabadas en cemento fresco las huellas de sus manos: un privilegio sólo reservado a las auténticas estrellas, como Sophia Loren, Marilyn Monroe, Clark Gable o Rita Hayworth. Los visitantes observadores no dejarán de notar que algunos fueron más originales que otros a la hora de dejar huella: John Wayne marcó su puño, Al Jolson dejó señaladas sus rodillas, Bob Hope la nariz, Groucho Marx su cigarro. Los actores que protagonizaron la saga de “Harry Potter”, por su parte, dejaron las huellas de sus varitas mágicas. Probablemente el viajero que tenga la suerte de ir en el momento de un estreno probablemente no podrá ni acercarse al famoso teatro, pero a cambio podrá llevarse alguna foto de recuerdo de las estrellas de Hollywood del siglo XXI.
De premios y atardeceres En los años ’40, el Teatro Chino de Hollywood fue la sede de la entrega del Oscar, quintaescencia de la industria norteamericana del cine. Más tarde la ceremonia se mudó al Dorothy Chandler Pavilion de Los Angeles, y finalmente volvió al Teatro Kodak, contiguo al Teatro Chino. Pero esto no es todo: para completar el recorrido por el Hollywood más glamoroso, hay que llegar hasta Sunset Strip, el tramo de aproximadamente dos kilómetros del famoso Sunset Boulevard que pasa por West Hollywood. ¿Cómo no recordar a Gloria Swanson y “El ocaso de una estrella”? El Sunset Strip es el nombre de la parte más famosa de la avenida, donde se concentran los clubes de rock, los negocios, los restaurantes, los clubes nocturnos y todos los demás ejemplos de una movida tan variopinta como intensa. De día, de hecho, se muestra bastante desangelado: su verdadera esencia se percibe de noche, y es por lo tanto después del atardecer cuando hay que visitarlo para apreciarlo bajo el verdadero fulgor de las luces de Hollywood. De todos modos, el Sunset Boulevard es algo más que un puñado de cuadras para salir: por aquí también vivieron escritores como Francis Scott Fitzgerald, se gestó parte de la contracultura de los ’60 y los ’70, y se dieron a conocer bandas como Quiet Riot, Motley Crue y Guns N’ Roses. Los nostálgicos probablemente se acuerdan gracias “Sunset People”, un hit de Donna Summer de 1979.
La visita a Los Angeles tiene, finalmente, muchos otros atractivos. Los Angeles Fashion District, por ejemplo, es ideal para los fashion victims. También están esas raras visitas guiadas que llevan a ver en una punta y otra de la ciudad las mansiones de los famosos (sólo las mansiones, o sus cercas bien cuidadas, porque en este “safari de celebridades” los famosos son muy difíciles de avistar). Y los paseos por Rodeo Drive, en Beverly Hills, el paseo comercial que exhibe algunas de las vidrieras más caras del mundo. Para terminar –ya que otra mirada no viene nada mal en esta ciudad de ángeles y demonios– en el J. Paul Getty Center y el Los Angeles County Museum of Art (Lacma), el museo de arte más grande del oeste de Estados Unidosz
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