Dom 24.02.2002
turismo

TANDIL SERRANIAS BONAERENSE

Entre el relax y la aventura

A 330 kilómetros de Buenos Aires, Tandil es una alternativa de turismo al aire libre para quienes desean descansar y para aquellos que aman la aventura. Vuelos en ultraliviano, descensos en rappel por un barranco o relajadas caminatas, bicicleteadas y paseos en aerosilla. Desde un spa o un camping hasta confortables cabañas al pie de las sierras, las opciones de hospedaje cubren todos los gustos y presupuestos.

Por Julián Varsavsky

En esta ciudad de 130.000 habitantes, rodeada de valles serranos, abunda el aire libre que tanto escasea en Buenos Aires. El rango de actividades en la naturaleza es lo suficientemente amplio como para satisfacer a toda clase de viajeros. Por eso, Tandil es un destino turístico donde se puede oscilar entre dos extremos: el absoluto descanso o la aventura más audaz. La opción más tranquila es un trekking por las sierras que se puede hacer con chicos muy pequeños. En general, los trekking con guía parten del Manantial de los Amores y recorren una zona de serranías rodeadas de hermosos paisajes donde se pueden ver algunos muros de piedra (pircas) construidos por los indios pampas en el siglo XVIII. Una buena combinación para turistas intrépidos es terminar el trekking con una jornada de rappel en Encuentro de Dos Cerros, donde hay un barranco con una pared casi lisa de unos 15 metros de altura que se baja de espaldas a un precipicio.

En bici y en canoa Los paseos de cicloturismo son una de las opciones más populares de Tandil. Las excursiones guiadas parten hacia las sierras en busca de caminos de tierra en buen estado. El avistaje de horneros, carpinteros y perdices está al orden del día. El guía Carlos Centineo ofrece una muy bien preparada clase de geología de la región, y enseña a reconocer las hierbas aromáticas locales. Todo culmina con un té de hierbas de “marcela” cosechadas “in situ”.
El canotaje es una de las actividades más agradables de este viaje. Las excursiones se hacen por el arroyo Chapalefú, y las hay de distinta duración. La más corta implica dos horas de remada en medio de parajes vírgenes y cuesta $ 25. Y la más larga es de dos días, incluyendo una noche de camping. En total se recorren 70 kilómetros y el precio es de $ 70 (incluye comidas y equipos).

Por avión Volar en un avión ultraliviano es una experiencia de lo más novedosa para una persona que no entiende nada de aviones. El aparato mide unos 3 metros de largo y sus dos alas apenas alcanzan los 4 metros en total. El avión pesa 230 kilos y se lo puede empujar con una mano. Lo más impresionante es que no tiene puertas; es decir que uno vuela al aire libre, con el vacío a su lado, sin mediación alguna (ni siquiera una baranda). Los cinturones de seguridad eliminan todo peligro de caída, y si el pequeño motor fallara, el avión puede regresar planeando sin problemas. Cuesta creer que el “avioncito” alcance 140 kilómetros por hora y 300 metros de altura, permitiendo observar un panorama serrano y cuadrículas de cultivo que se extienden en la lejanía como parches sobre la tierra. Los vuelos en ultraliviano se realizan en la Escuela de Vuelo Leonardo García, y el piloto es Julio Bracamonte. Un vuelo de 15 minutos cuesta $ 25.
Otra alternativa la ofrece el Club de Planeadores de Tandil. Con absoluta suavidad y en total silencio, el vuelo en planeador es considerado la forma más pura de andar por los cielos. En un buen día de vuelo se está cerca de 30 minutos en el aire, y el precio es de $ 25.

El Centinela Hace ya cerca de un siglo que la Piedra Movediza se desplomó en extrañas circunstancias. Pero en el cerro El Centinela existe una piedra de 8 metros de altura y 72 toneladas de peso, posada en forma vertical sobre un base llamativamente pequeña que permanece impasible en su lugar desde hace miles de años. A sus pies hay un original restaurante llamado El Parador del Cerro, donde se puede comer en un rancho con paredes de “chorizo” (paja vizcachera, adobe y guano de caballo), cielorraso de arpillera y el piso de ladrillos vascos. La especialidad del restaurante es el asado acompañado con papa, batata y calabaza cocidas en horno a leña ($ 9 con tenedor libre).
Después de la comida se puede subir a lo alto del cerro mediante la moderna aerosilla que recorre 1260 metros sobre un extenso pinar y losrestos de canteras de piedra abandonadas ($ 5). La vista desde la confitería que hay en lo alto del cerro es estratégica, abarcando todos los valles de la zona y la ciudad. Allí se ofrecen unas tortas que han hecho famosa la repostería del Parador del Cerro.

7 piletas Para aquellos que estén alojados sin pileta existe el Complejo Balneario del Sol, un gigantesco predio con toboganes de agua y 7 piscinas, entre ellas una olímpica y otra con trampolines para saltos ornamentales. Está ubicado en junto al Lago del Fuerte y la entrada cuesta $ 1,50. Además hay un snack-bar y servicio de animación.
Un rancho de quesos Luego de una jornada al aire libre se pueden reponer fuerzas en el rancho Epoca de Quesos, uno de los lugares más interesantes de Tandil, que durante muchos años permaneció cerrado. Grande fue la sorpresa de los que en 1990 abrieron sus puertas al encontrarse con un antiguo almacén casi intacto con incontables reliquias en su interior. El lugar, con paredes de adobe, fue reacondicionado hasta en sus mínimos detalles con objetos antiguos, y funciona como tienda de embutidos donde también hay mesas para comer. En el sótano hay carne salada como en los tiempos en que no existía la luz eléctrica. Luego de la recorrida la mayoría de los visitantes se sienta en alguna mesa para disfrutar de una tabla de fiambres con galleta de campo a la luz de las velas. Epoca de Quesos queda en el cruce de San Martín y 14 de Julio, y abre de 8.30 a 21.30.

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