BUENOS AIRES > UN PASEO CON NATURALEZA E HISTORIA
En las afueras de Buenos Aires, los siglos XIX y XX cruzan el umbral del tiempo en dos sitios emblemáticos de San Vicente: la quinta de Perón –hoy Museo 17 de Octubre– y el castillo de Guerrero, en Domselaar. Entre uno y otro, áreas naturales y una laguna ideal para disfrutar los fines de semana.
› Por Nora Goya
Fotos de Nora Goya
Sólo 52 kilómetros separan la ciudad Buenos Aires del partido de San Vicente. Este distrito situado al sur de la capital reúne la vida urbana en torno a la plaza principal y la iglesia local, invita a recorrer el Museo 17 de Octubre -que funciona en la quinta comprada por Juan Domingo Perón en 1946- y a disfrutar de un gran espejo de agua conocido como Laguna de Ojo, sitio ideal para un paseo familiar o una escapada de fin de semana. Además en la localidad de Domselaar -siempre en el partido de San Vicente, sobre la Ruta 210- la familia de Felicitas Guerrero construyó en 1876 un castillo de cuatro plantas, que puede visitarse para lograr una mirada más cercana sobre una de las familias más influyentes del país a lo largo del siglo XIX.
MUSEO 17 DE OCTUBRE Llegar a San Vicente implica alejarse del bullicio y la vida agitada de las grandes urbes. Esta localidad, que fuera antiguamente una reducción indígena, ofrece restaurantes de campo acompañados de un paseo por sitios históricos y lugares de esparcimiento con el aire de pueblo.
Silvana, nacida en San Vicente y guía del Museo 17 de Octubre, asegura al comenzar el recorrido por el parque de la quinta que “Perón compró este terreno el 30 de mayo de 1946 al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Domingo Mercante, por 12.000 pesos moneda nacional”. Desde el ingreso del predio los visitantes pueden observar tres esculturas blancas de casi cuatro metros de altura emplazadas frente al chalet principal: representan al ex presidente, su esposa Eva Duarte y un obrero que simbólicamente sostiene sus derechos. De estas tres figuras, que formaban parte del Monumento al Descamisado, sólo la del trabajador conserva la cabeza, ya que las otras dos fueron atacadas durante el golpe de 1955 y arrojadas al Río de la Plata, de donde fueron rescatadas para ser exhibidas.
“Con la compra de otro terreno aledaño se completaron las19 hectáreas que conforman la quinta”, agrega Silvana bajo el sol sofocante de los primeros días del verano. En el interior, al recorrer el chalet principal construido 1947 se podrá observar un salón central con muebles y objetos, las habitaciones con algunas vestimentas exhibidas y la cocina, que permite conocer la vida cotidiana que llevaron allí Perón y Evita. La pareja disfrutó de este sitio hasta que, al agravarse la enfermedad de ella, por indicación médica Eva ya no pudo alejarse tanto de Buenos Aires.
La residencia fue saqueada en 1955, de modo que la vivienda debió ser reformada en 1973 cuando Perón decidió volver al país con María Estela Martínez. La visita que evoca aquellos tiempos continúa por el torreón revestido en piedra, donde el líder justicialista tenía equipos para grabar los discursos que luego trasmitía por cadena nacional. Esta torre de agua posee un mirador desde donde se podía disfrutar todo el paisaje.
A lo largo del recorrido la vegetación es abundante y variada. “Más de 80 especies de árboles fueron traídos desde distintos lugares del mundo y plantados por Eva y Perón en esta quinta”, explica la guía del recorrido. El paseo sin embargo sólo cubre el sector del terreno con construcciones, ya que la mayor parte del predio sólo tiene forestación.
La quinta de San Vicente alberga los restos del Perón en un imponente mausoleo de mármol y frente espejado, que puede visitarse desde 2006. Además permanecen en el museo –como símbolo de parte de la historia– el Crucero Gallego enviado en 1947 a Eva Duarte de Perón como regalo del alcalde de Pontevedra, España; y el Tren Presidencial inaugurado en 1912 y utilizado también por Hipólito Yrigoyen, José Uriburu, Agustín P. Justo, Roberto Ortiz, Ramón Castillo, Edelmiro Farrell, Arturo Illia y Raúl Alfonsín.
LAGUNA DEL OJO A pesar de que “el baño está prohibido”, como indican carteles cercanos a la orilla, la laguna de San Vicente ofrece un paisaje bellísimo para quienes deseen realizar caminatas, correr o andar en bicicleta por el sendero que la rodea con la compañía del canto de decenas de aves en concierto, como los colibríes, horneros, teros, zorzales, pechitos colorados, calandrias, patos silbones, garzas y chimangos. Camalotes azules cubren la superficie de este gran espejo, mientras los chicos se acercan a la orilla bajo las miradas maternas que descansan frente a la Laguna del Ojo. Es que este sitio de 18 hectáreas ofrece un lugar ideal para un día de recreación.
El espejo de agua, junto con la laguna Bellaca y el arroyo San Vicente, conforma el complejo de humedales del distrito, sitio principal elegido para esparcimiento y para realizar actividades educativas de parte de los colegios locales.
Mientras dos nenas corren sin notar las altas temperaturas, una mujer intenta remontar un barrilete delante de la atenta mirada de sus sobrinos y un grupo de jóvenes realiza la sobremesa clásica de los domingos. Todos ellos decidieron pasar el día frente a la laguna, en un camping municipal que cuenta con espacios de recreación, parrilla, parcelas, juegos para niños y una amplia arboleda formada por forestación autóctona: sauces llorones, cina-cinas, álamos, paraísos y eucaliptos.
Desde 2011, la Laguna del Ojo forma parte del sistema de áreas naturales protegidas de la provincia de Buenos Aires, con un estatuto de reserva de uso mixto, cuya mayor importancia radica en la preservación como naciente de la cuenca de los arroyos tributarios del río Samborombón, que termina desembocando en el Río de la Plata.
HERENCIA HISTóRICA El castillo de Guerrero fue construido sobre la Ruta 210 hacia 1876, por el padre de Felicitas Guerrero, una joven de la alta sociedad porteña conocida por su belleza (y por los otros castillos familiares diseminados en la provincia de Buenos Aires). A sus 18 años, producto de un acuerdo familiar, Felicitas se casó con Martín Gregorio de Álzaga y Pérez Llorente. Seis años después la joven enviudó y entró en poder de una fortuna incalculable. Al año siguiente, cuando Felicitas había decido nuevamente casarse con un joven estanciero, fue asesinada por otro hombre despechado. La historia ya es un mito de la historia argentina, porque combina todos los ingredientes del melodrama: una joven belleza, una viuda adinerada y un amante desdeñado. ¿Qué más se puede pedir? Para conocer los detalles el castillo –que pertenece a Josefina Guerrero, sobrina nieta de Felicitas- se puede asistir a las visitas guiadas que se organizan los fines de semana. La vivienda está conformada por cuatro plantas: sótano elevado, planta baja y dos pisos. Además la construcción cuenta con columnas dóricas que le dan un porte imponente y está rodeada por grandes cedros, robles y eucaliptos.
La casa mantiene su estructura original en buen estado y durante el recorrido el visitante puede apreciar el estilo colonial barroco de su arquitectura, ambientes con paredes recubiertas por réplicas auténticas de obras del Museo del Louvre, fino mobiliario y objetos que pertenecieron a la familia Guerrero. Desde la construcción de este castillo, en el pueblo de Domselaar, circula el relato que asegura que “el espíritu de Felicitas rondaba en pena desde su muerte”.
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