Domingo, 24 de enero de 2016 | Hoy
CHUBUT >PUERTO MADRYN Y PENíNSULA VALDéS
La costa chubutense es la vanguardia natural de la Argentina y el mundo: fauna marina, terrestre y gran cantidad de aves tienen su hábitat en este paraíso cercano a Puerto Madryn. Un territorio de pasado tehuelche, que recibió a los inmigrantes galeses y se volvió pionero en ecoturismo y aventuras.
Por Sonia Renison
La línea del horizonte atrapa la vista y separa el azul intenso del mar del cielo turquesa. En la tierra, la estepa con sus matas y flora achaparradas se interrumpe con la aparición de guanacos, maras, choiques, cuises y peludos. Cada tanto. En completa libertad. Es por eso, quizá, que uno vuelve una y otra vez a esta península encantada cuya estampa, ajena a los vaivenes de la realidad social, devuelve el alma al cuerpo.
Chubut es un territorio que se revela en travesía. De la cordillera al mar o desde la costa hacia la montaña, recorrer esta tierra permite unir la historia natural con la de los pioneros galeses que llegaron hace más de un siglo huyendo del yugo inglés. Ya en la costa de Puerto Madryn uno visita las “cuevas”, que hoy están protegidas y son el sitio donde se refugiaron los primeros colonos que llegaron hasta el sur argentino. Son accesibles mediante una caminata junto a la costa. Unos minutos alcanzan para escuchar el silencio y tratar de entender cómo hicieron para refugiarse allí, permanecer y más tarde forjar un valle que acompaña al río Chubut.
Madryn revela en un pestañeo sus tesoros, cuando desde abril hasta noviembre es posible ver -desde la misma vereda frente a la costa- las ballenas francas australes que recalan cada año para aparearse en las tranquilas aguas del Golfo Nuevo, marcando un calendario particular a la hora de agendar qué hacer en este territorio: de todo. Porque ahora las ballenas no están, pero eso no significa que haya menos para ver.
EN AGUA Y EN TIERRA El título de Capital Nacional del Buceo que ostenta Puerto Madryn revela que la alternativa subacuática está presente todo el año. El top ten de los últimos tiempos tuvo a la cabeza el buceo con lobos marinos (o mejor aún el snorkelling, una opción para toda la familia porque no requiere certificaciones). Pero si el verano lo atrapó sin ver el mar, anotar esta costa patagónica como opción no lo va a defraudar: la ciudad tiene sol, playas de arenas claras, cielos infinitos y hasta un recorrido gourmet por el abanico gastronómico de la región. En especial los mariscos, impecables, que a toda hora del día se pueden disfrutar en los paradores junto a las playas. Y de noche, la novedad está en el restó que abrió sus puertas cuando culminaba 2015: En mis fuegos, del chef Gustavo Rapetti, donde un menú de nueve pasos con maridaje de vinos de todo el país atrapa a los paladares más exigentes.
Es posible también hacer un recorrido por los locales comerciales más nuevos, que ofrecen hasta una cata de sales marinas. Sí, leyó bien. Lo orgánico y natural marcaron la tendencia de los últimos años en el mundillo de la gastronomía. La realización del evento anual Madryn al Plato concentró a los cocineros más renombrados, los comercios del métier se aggionaron y ofrecen -además de sus productos- pequeñas experiencias. Chocolates en forma de cola de ballena, licores del paralelo 42, cervezas artesanales que tiene su anclaje en un festival donde se lucen sus hacedores, dulces, conservas y todo en paquetitos y frascos primorosos.
Pero si hay golosos gourmet, también podemos decir que hay golosos de las experiencias directas con la naturaleza pura. Y es que, agudizando los servicios para atraer turistas y viajeros de todas las latitudes, es un recorrido por la península el que permite descubrir sus mayores secretos y donde están todas las respuestas a su título mundial de Patrimonio Natural, que ostenta desde 1999 otorgado por la Unesco.
VUELTA PENINSULAR Con mapa o con ayuda mental, el diseño de la península le depara al viajero un recorrido para cada día, parando en diferentes lugares para conocer el lugar en profundidad, desde los bordes costeros hasta el interior del territorio protegido. A sólo 75 kilómetros de Puerto Madryn está Punta Ninfas, que cuenta con su propio faro: un safari fotográfico o un trekking lo llevarán a conocer una arista nueva de este rincón en el mundo. Aquí, la estancia El Pedral fue de una familia de origen vasco cuyo fundador -dedicado a la cría de ovejas- trajo desde Europa en 1923 el diseño de una casa estilo normando que construyó para que su esposa estuviera más a gusto. Hoy se puede visitar. Los más exclusivos se hospedan, y los que no recorren el Cañadón de los Fósiles, una formación que data de la era Cenozoica o Terciaria que desemboca en el mar. Las conchas marinas fósiles, el clásico “dólar” que todos quieren observar y las texturas de las areniscas revelan la evolución del planeta y conducen hacia una playa bañada por el océano azul profundo, con costas de canto rodado, piedras redondeadas a fuerza de tiempo, roce y caricias del mar milenarias.
Cada mes muestra su esplendor en las diferentes especies que pueblan el territorio. Por eso cuando uno vuelve a recorrer Chubut redescubre el paisaje y la vida a la que sirve de refugio. En pleno verano no están las convocantes ballenas, pero el espectáculo no es menor: las salidas de avistaje de fauna –como las que se organizan en el semisumergible Yellow Submarine- siguen vigentes, esta vez con la posibilidad de encontrarse con delfines oscuros, además de lobos marinos y aves. Las salidas son hasta el 31 de marzo, desde Puerto Pirámides.
Además a menos de dos horas de Madryn está la más famosa de las colonias de pingüinos de Magallanes, ya dejando atrás Península Valdés para seguir hacia el sur: se trata de Punta Tombo. El año que recién comienza ya muestra los pichones gordos y enormes que asoman desde cada nido donde recalan las parejas de pingüinos cada temporada. La misma pareja, al mismo nido. Detrás hay una historia de marinos, como Hernando de Magallanes, que al pasar por aquí describió unos “extraños patos blancos y negros” que no son otros que estos pingüinos. Cuentan que el nombre de este accidente geográfico se debe a que enterraban a los muertos y la llamaban “Punta Tumba”. En fin, lo cierto es que esta porción de territorio pertenecía a la estancia La Perla, también centenaria, que hacia fines de los años ‘70 donó las 400 hectáreas donde permanece la colonia que alberga medio millón de pingüinos. La infraestructura está pensada y diseñada para que el humano no interceda jamás en el recorrido de los bichos cuando van al mar y cuando regresan con alimento para sus pichones. Sólo pensar en el esfuerzo que hacen agota al visitante. Todo está tan cuidado que hasta hay bancos en medio del recorrido para quedarse contemplando el tiempo que sea necesario el ir y venir de los pingüinos, el acantilado y el océano al final. Impecable. Hay un centro de interpretación que muchos pasan por alto: sin embargo, un recorrido por su interior se parece a vivir unos segundos en el fondo del mar. La iluminación, entre azules y verdes, con algas enormes, representa el hábitat oceánico. Y es una mirada diferente de este mundo, como si uno estuviera en la fosa marina mirando hacia la superficie y por sobre nuestras cabezas pasaran lobos marinos, pingüinos y hasta orcas. Al final del recorrido, un cortinado hecho de tubos gomosos azules reproduce las barbas de la boca de la ballena. Es novedoso. No importa la edad del visitante, la experiencia es nueva y única para cada uno.
FARO Y ORCAS La clave quizá es saber que uno tiene un sinfín de alternativas. Dentro de la península hay varios sitios increíbles: partiendo desde Puerto Pirámides, a 100 kilómetros de Madryn, hasta Punta Delgada, se encontrará el faro con el edificio original de la estafeta aeropostal donde se desayuna, una pista antigua de aterrizaje y la casa del farero, que cuenta con habitaciones para los huéspedes. Es aquí donde podrá ver elefantes marinos bajo los acantilados y hasta hacer travesías de a pie. El faro aún funciona y ofrece una vida efímera de vacaciones de película.
Ahora sí, en Valdés hay un mes estrella para los avistadores de fauna: se vienen las orcas. Si bien se han encontrado desde noviembre por distintos puntos de la costa, es en marzo y a principios de abril cuando se puede hacer una guardia y presenciar el momento justo en el que una de ellas -no todas- toma envión, trepa la playa de canto rodado y atrapa un lobito marino, uno pequeño nacido este verano. Juega, lo revolea y se lo lleva para compartir entre la manada que aguarda mar adentro. Es el único lugar en el mundo donde la especie adopta este comportamiento, que se denomina “varamiento”. Es muy impresionante, pero la naturaleza en estado purísimo la convierte en ley natural.
En Punta Norte existe una estancia centenaria dedicada a la cría de ovinos para lana. Es La Ernestina. El bisnieto del fundador, Juan Manuel Copello, mantiene una comunicación instantánea con los guardafaunas del mirador público y además trabaja con todos los expertos del sector. Hasta porta joyas con diseño que remiten a las orcas, como el anillo de plata en su dedo pulgar. En su 4x4, amanece en los acantilados munido de binoculares para estar atento a los movimientos en el mar: y en cuanto asoma una aleta negra y brillante, atraviesa la estepa por caminos internos y monta guardia sobre la playa para ver cerca este tremendo espectáculo. Hay que estar preparado para esta aventura. Sabe los nombres de las orcas de memoria y las reconoce por su perfil, de los cuales también hay pósters que ilustran sus características. Tan preciso es este mundo que hasta hay casos de gente que se ha hospedado aquí y busca cada año un lugar diferente en el mundo donde divisar orcas.
Chubut late al ritmo de la fauna que habita este territorio. Su historia tehuelche y de colonos galeses le brinda un toque extra cuando las excursiones conducen hasta las colonias fundadas hace más de un siglo por los inmigrantes llegados del norte, como Gaiman, donde la hora del té es un clásico. Ni hablar de los scones, las masas y tortas caseras elaboradas a base de dulces artesanales y recetas familiares. Desde el museo que reúne todos los elementos que trajeron los pioneros, incluyendo cerámicas y pianos, el camino conduce hacia las chacras donde se puede disfrutar de la vida junto al valle. Los Mimbres es una vieja casona original fundada por el matrimonio de David B. Williams con Gwen Jones en 1879. Desde hace veinte años, la familia Plust adquirió unas 568 hectáreas junto con la casona, que abrió como hospedaje: hoy es imperdible disfrutar en los fondos de la finca la sombra de la arboleda junto al río Chubut, que justo dibuja un codo al surcar el campo.
Si llegó hasta Gaiman, descansó, disfrutó y tomó el té, pase por Trelew, donde frente a la estación original del tren se levanta el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) para conocer toda la historia de la Patagonia y los dinosaurios, más en boga que nunca gracias a la reproducción tamaño natural del gigante titanosaurio que se exhibe en este momento en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Porque la Península Valdés y sus alrededores son un lujo natural a nivel internacional.
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