Domingo, 18 de septiembre de 2016 | Hoy
BRASIL > FORTALEZA Y EL BEACH PARK
Crónica de un viaje al norte brasileño para disfrutar la diversidad, la historia y los interrogantes de un gigante tropical. Al buscar sobre todo las emociones que brinda el agua, se las encuentra en las playas, pero mucho más en el parque acuático donde el célebre tobogán Insano invita a desafiar la velocidad y la altura.
Por Paz Azcárate
Desde el asiento del acompañante de una combi Ialdeiza Barreto, nuestra guía turística, habla un portugués rápido y casi incomprensible con el conductor de la camioneta. El diálogo es brevísimo. Ialdeiza, o Isa –como nos pidió que la llamáramos– se dirige hacia los pasajeros y anuncia: “Ya está Dilma”, mientras con la mano derecha hace un gesto de corte. Los comentarios sobre la destitución de la ex presidenta Rousseff se alternarán en todo el viaje desde Aquiraz –donde nos hospedamos– hasta Fortaleza, la ciudad capital de Ceará, en el nordeste de Brasil, que hoy nos proponemos conocer. Por las ventanillas se deja de ver la costa y en el paisaje predomina el naranja de los techos de las casas. Prácticamente todas están tejadas, ya sean pequeñas y modestas u ostentosas y encerradas en altas paredes que terminan en cercas de alambres. La explicación responde a cuestiones prácticas y económicas: las tejas, además de aislar el calor, se producen en la zona. “Es lo más barato”, nos dice Isa. Entre los tejados se asoma el verde intenso de las hojas de palmeras que parecen colarse en cada metro cuadrado de tierra disponible.
Es un día de calor, como lo son todos los días del año en Fortaleza, donde las temperaturas oscilan entre los 24 y los 31 grados sin importar de qué estación estemos hablando. Aquí sólo existe el verano. La humedad se adhiere al cuerpo y parece anticipar un diluvio tropical que hará descender la temperatura. Sin embargo, las lluvias nunca llegan durante nuestra estadía y, en efecto, son excepcionales. Ocurren apenas algunos días al año entre enero y abril. Y a veces, durante septiembre, una lluvia liviana cae por la mañana. Las llaman “lloviznas de cajú”, por dar el agua necesaria para el florecimiento de las castañas, uno de los cultivos típicos de la zona.
PASEO URBANO Las primeras calles que recorremos de Fortaleza nos recuerdan que a pesar de que la máquina sigue funcionando –especialmente para el turista– no es un día más para los fortalecenses. El tema rebota en todas las conversaciones escuchadas al pasar, mientras en las calles se ven deambular algunos grupos de gendarmes que se mueven en camiones o caminan en el área céntrica de la ciudad. “A las seis de la tarde, cuando los fortalecenses terminen de trabajar, van a salir a la calle, algunos para protestar y otros para festejar”, nos anticipa Isa, que se esfuerza para que un fenómeno tan complejo pueda ser claro para un grupo de extranjeros. “Es como si hubiera dos Brasiles”, continúa. Se lo hacemos saber: para un visitante argentino estos contrastes son algo familiar.
El recorrido por la ciudad comienza en el Mercado Central, una de las visitas obligadas de Fortaleza. Ubicado en el Casco Histórico, alberga un total de 525 tiendas, distribuidas en cuatro pisos, que ofrecen una amplísima variedad de productos regionales y restaurantes. “Você quer tentar?”, nos ofrece un comerciante desde el otro lado del mostrador en Frutas & Da fruta, mientras nos acerca una guanábana cortada en partes. Allí se pueden probar toda clase de zumos de frutas tropicales inéditas para el paladar argentino como el zapote y el jatobá (muy propio de Brasil) o una combinación de todas. En estos pisos se condensa la oferta de productos regionales del nordeste brasileño. Podría decirse: si no lo encuentra aquí, no se produce en Ceará.
Justo enfrente del mercado se ubica la construcción sobre la que se fundó la ciudad en 1726: el Fuerte Schoonenborch, levantado por holandeses durante una expedición que data de comienzos del siglo XVII. La combinación del próspero cultivo de algodón y el puerto fueron los dos factores que le permitieron un enorme crecimiento económico. A esto se le añade que, por su ubicación nordestina, Fortaleza es la capital brasileña más cercana a Europa, lo que desde muy temprano en el siglo pasado le permitió basar su economía en el comercio.
En triangulación con el fuerte y el mercado se erige la Catedral Metropolitana, un templo de estilo neogótico que también merece ser recorrido. La construcción, con torres de 75 metros de altura y capacidad para 5000 personas, demoró 40 años y se completó en 1978. El objetivo inicial fue reproducir la catedral de Notre Dame para traer un aire parisino a la ciudad, pero algo pasó y el proyecto quedó a mitad de camino. “Al principio hubo recursos, después, no”, sintetiza Isa con una mueca de resignación.
Para terminar el recorrido por una de las ciudades con las mejores playas de Brasil debemos apartarnos algunos kilómetros del centro. “Algunas de estas playas –nos explica Isa–, como Iracema y Meireles, fueron contaminadas a principios del siglo pasado y hasta hoy se recomienda evitar bañarse en ellas”. Son cerca de las cinco de la tarde y el viento empieza a soplar con más fuerza, lo que es bien recibido y aprovechado por los deportistas que todavía están adentro del agua. El sol empieza a esconderse pero aún hace calor y la temperatura del mar se mantiene en sintonía con la del ambiente, lo que significa que quedan algunos minutos para disfrutar de las olas. Mientras tanto, en el centro –nos enteraremos más tarde– el pronóstico de Isa se confirma. Lo dirán los noticieros de la noche: hubo masivas manifestaciones contra el golpe a Rousseff.
EL DÍA DESPUÉS Son las diez de la mañana en el hall del hotel Suites del complejo Beach Park, y un huésped se acerca a hojear los diarios acompañado de su hijo. De piernas cruzadas el hombre sostiene el matutino provincial O Povo: “Que pais começa agora?”, se lee con letras blancas. Bajo el título, el actual presidente Michel Temer sonríe mirando a la cámara, mientras en segundo plano se ve la espalda de Rousseff, en retirada. Las páginas pasan rápido y en pocos minutos ambos se levantan para unirse al grupos de padres y niños que desayunan en el restaurante del hotel. Más allá, afuera, otras familias deambulan por las piletas o empiezan a acercarse a la playa que está justo debajo del hotel, Porto Das Dunas, donde la franja de arena pálida sostiene unas cuantas palmeras que el viento peina de costado. Es el día después de un punto rojo en la línea temporal de la historia reciente de Brasil, pero hoy también, la máquina sigue.
PARA TODA LA FAMILIA Las crianças están en todos lados. Es que el complejo está pensado esencialmente para familias. Esto se debe a la variedad de actividades que pueden elegir grandes y chicos para hacer desde la mañana hasta la noche. El Kid’s Club, por ejemplo, comienza a funcionar a las nueve de la mañana: allí los chicos pueden quedarse sin sus padres a cargo de un grupo de animadores y participar de talleres, juegos y deportes. A la par, hay actividades exclusivamente para adultos, como el spa del hotel Wellnes –construido en 2013, el más nuevo de los cuatro– con circuitos de masajes y sauna. Las facilidades para convertir unas vacaciones familiares en unas de pareja –aunque sea por unas cuantas horas– son varias.
La estrella del resort es el parque acuático, un predio de 1.300 kilómetros cuadrados junto al mar, con 18 atracciones con nombres como Vaikuntudo (va con todo), que dan idea de la velocidad que se alcanza en algunas de ellas. En este parque se encuentra el tobogán de agua más alto del mundo. Mide 41 metros, tiene una pendiente de 82 grados y alcanza una velocidad de descenso de 105 kilómetros por hora, por lo que la bajada es veloz e intensa. Su altura equivale a 14 pisos y, por tramos, el cuerpo se despega del tobogán, todas razones por las cuales debe haber sido bautizado Insano. El esfuerzo de subir las largas escaleras que llevan al punto de partida de las atracciones se hace valer por dos con la privilegiada vista desde la altura, que permite divisar toda la costa y parte de la ciudad.
Si bien todos los días salen minibuses en excursiones hacia Fortaleza (que está a unos 20 minutos desde Aquiraz) el complejo ofrece todas las prestaciones y servicios para prescindir del viaje a la ciudad. En horario de cenar, que en Fortaleza es alrededor de las siete y media de la tarde, muchos de los huéspedes eligen trasladarse a Vila Azul do mar, a escasos metros de Suites, para comer en sus restaurantes y bares. Esta parte del complejo tiene dos escenarios que alterna espectáculos de música en vivo donde se puede pescar algún clásico de Os Paralamas, la canción pegadiza de una conocida novela brasileña, o el menos masivo y ya mencionado forró. En los patios de la Vila se confirman todos los clichés de Brasil acerca de la danza y la alegría, cuando se los ve esperando la cena mientras bailan junto a sus mesas, incluso en momentos tan particulares como los que vive Brasil por estos días. Para fortuna de los visitantes argentinos, el buen humor local resulta contagioso.
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