ENTRE RIOS LA CIUDAD DE COLóN
Termas, río e historia
Ubicada a 330 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, a orillas del río Uruguay, la ciudad de Colón es una buena opción como destino de una escapada en cualquier momento del año. Aguas termales, excursiones y un paseo al Parque Nacional El Palmar.
Por Daniela Chueke
Si bien, por sus 17 mil habitantes, Colón pertenece a la categoría de ciudad, lo primero que se percibe al llegar y empezar a recorrer sus calles angostas, de leves subidas y bajadas, es ese latir pausado tan propio de los pueblos chicos.
Cuando el General Justo José de Urquiza proclamó su fundación el 12 de abril de 1863 se refirió a la que, por entonces, era una pequeña villa, como “el más bello recinto de las hermosas riberas del Uruguay”. Pasado más de un siglo de aquella apreciación, se conservan intactos todos los encantos de ese balcón natural que mira hacia el majestuoso río. Para conocerlos, lo ideal es dar un paseo por la avenida Costanera que serpentea el río y se continúa a lo largo de diez kilómetros de playas. Caminando bajo los árboles que sombrean casi todo el recorrido, se llega al centro deportivo y recreativo Parque Doctor Herminio Quirós, a la hermosa casona donde funciona la Secretaría de Turismo y al puerto. Desde allí, enlazando hacia el norte con el Camino Costero se arriba al Complejo Termal de la ciudad, aledaño al Golf Club Colón.
BAÑOS TERMALES La fama de Colón por los servicios que brinda para el cuidado de la salud y el rejuvenecimiento fue adquirida hace más de veinte años, gracias al spa con piscina de agua mineralizada del único hotel 5 estrellas de la ciudad, el Quirinale, que todavía funciona y que ofrece paquetes que combinan el alojamiento con tratamientos para reducir el estrés o la obesidad.
Pero la posibilidad de sumergirse en las humeantes aguas recién se volvió accesible a todos los bolsillos y presupuestos cuando se creó el Complejo Termal, luego de que un equipo de alta tecnología logró perforar el pozo de 1500 metros de profundidad que llega a las napas subterráneas. El agua termal comenzó a surgir un día que todos los colonenses recuerdan: exactamente a las 21.15 del 2 de noviembre de 1996. Aquella noche, los vecinos se congregaron alrededor del pozo para celebrar la concreción de un objetivo común, esperado por más de una década.
De acuerdo con los análisis bioquímicos, las aguas del Centro Termal de Colón contienen sodio, cloruro, potasio y fosfato, y poseen alrededor de 36 grados de temperatura. El lugar está construido sobre un inmenso predio ubicado sobre una lomada, con vista al río, con piletas cubiertas y descubiertas, duchas, sanitarios, cantina, alquiler de reposeras, y un área en la que se ofrecen distintos tipos de masajes y tratamientos de belleza.
Gracias al funcionamiento de este centro se multiplicó la actividad turística de la ciudad. Los hoteles de todas las categorías actualmente ofrecen paquetes que incluyen estadía y traslados diarios al predio termal, además de media pensión o pensión completa, algún city tour, o alguna excursión, por precios realmente muy variados y accesibles.
Quienes prefieren mayor independencia, pueden optar por el alquiler de bungalows, casas o uno de los seis campings de la ciudad.
ENCUENTRO CON LA HISTORIA Para viajeros con espíritu sibarita, un día en Colón podría reducirse a una agenda muy sencilla: por la mañana, termas; al mediodía, almuerzo y siesta; por la tarde, otra vez termas; y, a la noche, cena y dormirse temprano. Con tal fórmula, qué duda cabe, el éxito en la batalla contra el estrés sólo puede estar asegurado. Pero la misma opción no parece ser la apropiada para aquellos de ánimo más curioso e inquieto. En esos casos, lo mejor es armar un programa de excursiones y actividades, eligiendo entre las muchas localidades cercanas o bien recrearse alrededor del río, para disfrutar de las posibilidades que brindan en esta época del año, las islas y los deportes náuticos.
En materia cultural e histórica, vale la pena conocer el Molino Forclaz, ubicado a sólo 4 kilómetros de la ciudad, construido al estilo holandés por una familia de inmigrantes en 1888 y declarado Monumento HistóricoNacional. Los museos de la zona son otro importante atractivo. Uno de ellos se encuentra en la Colonia San José, en un edificio de estilo colonial que data del año 1867, cuyas diversas salas recuerdan la evolución de la vida y costumbres tradicionales de los pobladores de la Colonia; el otro, llamado El Porvenir, está en la ciudad de Villa Elisa. Desde esta última localidad se puede abordar el denominado “Tren Histórico” para llegar, luego de recorrer 36 kilómetros a través de un exótico paisaje mesopotámico, hasta el Palacio San José, la magnífica residencia del General Urquiza. A pocos kilómetros de Colón también se encuentra Liebig, un poblado de cuento, construido al estilo inglés por una empresa británica que levantó allí uno de los primeros frigoríficos del mundo dedicados a la conservación de carnes.
Finalmente, el paseo urbano obligado –conviene no dejarlo para el último día si se quiere comprar con tranquilidad– es darse una vuelta por el Centro Artesanal “La Casona”, en pleno centro de Colón, que reúne a los mejores artesanos de la zona.
CONTACTO CON EL RIO Pero, sin dudas, el atractivo indiscutible de toda la ciudad es el río. Sentarse nada más que a observar sus aguas ondulándose bajo el sol otoñal, con el marco de las frondosas islas verdes, es quizás uno de los ejercicios más relajantes. Pero también vale calzarse las ojotas o las zapatillas, según el clima lo permita, y prepararse para la caminar por sus costas. La zona de playas de Colón abarca 10 kilómetros y se extiende por todo el frente urbano sobre el Uruguay, en el sector que está delimitado por los dos arroyos de la ciudad: el Artalaz, al norte, y el arroyo de La Leche, al sur. Sobre la misma zona balnearia, junto al río, están también las áreas de campings donde el visitante dispone de buenos servicios sanitarios, agua corriente, energía eléctrica y proveeduría.
Frente a la costa están las islas del río Uruguay (algunas corresponden a la jurisdicción argentina y otras son uruguayas). Casi todas estas islas poseen extensos bancos de arena blanca y, salvo algunas excepciones, son islas desiertas, cubiertas por una selva en galería con gran variedad de árboles y otras plantas, así como pájaros exóticos. Se puede llegar en bote o barcos de alquiler y también hay empresas de turismo aventura que organizan excursiones guiadas. Otra actividad frecuente es la práctica de deportes náuticos: kayac, remo, windsurf, navegación a vela o esquí acuático. Y, sin duda, la pesca, sobre todo de surubí y dorados, para lo cual hay que tramitar previamente el correspondiente permiso municipal.