CóRDOBA CAPILLA DEL MONTE, EN EL NORTE DEL VALLE DE PUNILLA
Situada a los pies del Uritorco, Capilla del Monte atrae no sólo a los que buscan el remanso de la naturaleza serrana. La villa y su imponente cerro también convocan a quienes creen que de sus laderas emana una gran energía, sin duda necesaria para todas las variantes de deportes y turismo de aventura que ofrece este lugar cordobés.
› Por Daniela Chueke
Más allá del aura de leyenda y esoterismo que envuelve a Capilla
del Monte, conviene empezar con lo concreto y comprobado. Por ejemplo, que el
pueblo está enclavado sobre una superficie de 36 mil kilómetros
cuadrados, al pie del cerro Uritorco que, con sus 1979 metros de altura sobre
el nivel del mar, es el más alto de las Sierras Chicas, situadas en el
extremo norte del Valle de Punilla. Esa ubicación genera una atmósfera
diáfana y seca que la convierte en una zona de clima “templado
serrano” con una temperatura media anual que oscila entre los 19 y los
22 grados. En otras palabras, en Capilla es posible gozar del proverbial aire
puro tan propio de las sierras cordobesas.
Pasando a otra dimensión, lo que atrae a una gran mayoría de visitantes
es la difundida creencia de que el lugar constituye uno de los “centros
energéticos más poderosos del planeta”. Según algunos
estudios climáticos, el distrito está ubicado en un punto geográfico
donde existe la mayor cantidad de horas a pleno sol durante todo el año
y la carga de iones negativos en el ambiente provocaría que las personas
se sientan de buen humor y con ganas de disfrutar del aire libre. Sin embargo,
esta característica que se atribuye a Capilla no ha sido comprobada científicamente.
Nadie sabe muy bien exactamente qué significa el adjetivo “energético”,
pero todo el mundo lo usa como un comodín para explicar todo aquello
sujeto a variaciones: el estado de ánimo, las sensaciones corporales,
los fenómenos climáticos, las luces del cosmos que brillan en
las noches. Cualquier acontecimiento en Capilla se puede atribuir a cierta supuesta
energía especial que emana del Uritorco. Incluso hay quienes creen que
el pueblo es el elegido por visitantes de otros planetas como una base para
establecer contacto con los habitantes de este modesto rincón del universo.
La leyenda nació en 1986 cuando, según cuentan, una mañana
de verano apareció una gran huella ovalada de pasto quemado en el cerro
Pajarillo, a 20 kilómetros de Capilla. Enseguida surgió la explicación
paranormal: esa marca se había producido por el aterrizaje de una nave
extraterrestre.
Un pueblo muy especial Para familiarizarse
con el lugar, lo más acertado es quizás una breve vuelta por el
pueblo. El centro queda cerca de cualquiera de los más de treinta hoteles
y hosterías en los que es posible alojarse con comodidades desde una
hasta tres estrellas. En la diagonal Buenos Aires, la calle principal del pueblo,
está la mayoría de los restaurantes, bares y negocios y es allí
donde se desarrolla toda la movida nocturna. Esta calle es más conocida
como La Techada, porque es la única en Sudamérica que, efectivamente,
tiene un techo. Se trata de una estructura metálica que se construyó
en 1964 para un festival de cine y fotografía y hoy es el punto de reunión
de festivales, convenciones y espectáculos. Llama la atención
la gran cantidad de librerías esotéricas y las casas de artículos
de regalo que, además de la tradicional peperina, los alfajores cordobeses
y las artesanías locales, venden transparentes piedras de cuarzo, muñecos
con las figuras de duendes, gnomos, hadas y amigables extraterrestres. También
sorprende la proliferación de carteles que anuncian conferencias sobre
tópicos que, para un desprevenido, pueden parecer totalmente delirantes:
nueva conciencia crística, lectura de runas y hasta relatos de contactos
intergalácticos.
Si uno se sienta en una mesa de café o en el banco de una de las heladerías
(los helados se venden al peso, con un original sistema “sírvase
usted mismo”), podrá apreciar un interesante desfile de personas
y entretenerse tratando de adivinar a qué se dedican o por qué
están allí. Abundan las remeras batik, las cabezas rapadas y las
miradas serenas, como en un trance permanente.
Pura naturaleza Pasando a la acción,
el turista encuentra todas las posibilidades para divertirse a pleno. Montañas,
balnearios, excursiones y cabalgatas son algunas de las opciones más
tentadoras. Y los que prefierenmayor riesgo tienen la posibilidad de volar en
parapente o practicar escalada en roca y rappel. Uno de los paseos preferidos
es acercarse a alguno de los muchos ríos que bajan de las montañas.
Atravesando un camino de ripio, a sólo cuatro kilómetros del centro,
se llega al popular Balneario La Toma, a orillas del río así llamado,
colector de los arroyos Huertas Malas y Alazanes. Su caprichoso cauce forma
hoyas y cascadas que generan un microclima húmedo; allí es posible
disfrutar del agua que cae, del cantar de los pájaros o del descanso
sobre una roca lisa y tibia, entre helechos y arbustos, molles y quebrachos.
Si bien esos oasis escondidos no son difíciles de descubrir, es necesario
andar bastante por los senderos del monte para encontrarlos.
La observación de aves es otro ejercicio interesante si uno cuenta con
la paciencia necesaria y es capaz de mantenerse en perfecto silencio para no
ahuyentarlas. En la región habitan distintas especies como jilgueros,
rey del bosque, reina mora, cardenales, tordos, zorzales, venteveo, pájaro
carpintero, piquito de oro, palomas, loras, crespines, colibrí, patos
silvestres, perdices, garzas.
Para los deportistas y los de espíritu aventurero, todas las Sierras
Chicas ofrecen un desafío a sus destrezas. Es posible, por ejemplo, internarse
a través de los senderos no tradicionales que surcan los faldeos o quebradas
y que ofrecen distintos niveles de dificultades para la práctica de trekking.
De ese modo uno puede llegar a lugares como Los Mogotes, los Paredones, el dique
Los Alazanes, el dique El Cajón, Huertas Malas, el parque Los Terrones,
las formaciones geológicas de Ongamira o el cerro Pajarillo. También
para cabalgar existen circuitos por el cerro Las Gemelas, el dique Los Alazanes,
en las faldas del Uritorco y caminos como el de La Higuerita, las Minas de Mica,
El Totoralejo, Los Moros, Los Terrones, Las Papillas, Campo Las Minas, Estancia
Corral de Piedra.
Si uno se anima a subir y bajar del Uritorco, en total unos 26 kilómetros,
le tomará unas siete horas de caminata a buen ritmo (cuatro para hacer
cumbre y tres para el descenso) a través de un sendero pedregoso. Al
andar por sus laderas cubiertas de quebrachos, que en los meses de primavera
se tiñen de rojizo, los guías suelen evocar su leyenda:
“Cuentan que el viril cerro fue un joven indio enamorado de la bella hija
de un hechicero, que se convirtió en una figura satánica para
perseguir el amor maldecido de Uritorco y Calabalumba. Huyeron, fugitivos y
acosados por el negro demonio de muerte hasta que fueron alcanzados por el Uturunco
y se transformaron ambos: él en el magnífico cerro y ella, en
ese río de lágrimas que brota de su pecho de piedra. Pero el hechizo
de ese amor perduró en conjuro para siempre”.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux