SAN JUAN - POR LA RUTA DEL VINO
Un paseo por bodegas del departamento de Pocito para conocer los procesos de elaboración del tinto, el blanco y el champán, y una clase para aprender a catar el vino. A sólo 15 minutos de la capital de la provincia, un recorrido paladeando vinos muy ecológicos.
› Por Julián Varsavsky
Cómo catar un
vino
En las afueras de la ciudad de San Juan, la bodega Fabril Alto Verde se especializa
en la producción de vinos finos orgánicos para exportación.
La visita a la bodega consiste en conocer los mecanismos de la producción
que, en este caso, tiene la singularidad de dar como resultado una bebida sin
aditivos químicos, conservantes ni fertilizantes en ninguna parte del
proceso. El objetivo es producir vinos como en el pasado, buscando un producto
totalmente natural. Por ejemplo, el fertilizante para las uvas es el guano de
cabra. Durante el recorrido se observa el lagar donde se reciben las uvas, el
sector del prensado para obtener el vino, la sala de fermentación, la
del estacionamiento en barriles de madera y los métodos de embotellamiento
y etiquetado.
El momento culminante de la visita es la degustación en el elegante wine
bar de la bodega. Allí una experta explica que el vino se degusta en
una copa standard con un cuerpo ancho y cuello fino. Se la llena hasta la altura
del ecuador, la parte más ancha. El primer sentido que interviene en
la degustación es la vista, observando a trasluz la copa levantada. Un
buen vino debe ser límpido. Luego hay que analizar el brillo. En el caso
del vino blanco, cuanto mayor sea el brillo mejor será la calidad. El
color se observa con la ayuda de un rayo de luz que atraviese el vino y se refleje
sobre la mesa en una servilleta. En el papel aparecen unos destellos violetas
muy vivos. Si el reflejo es naranja o marrón, eso significa que el vino
es viejo y está avinagrado. Mientras más claro, transparente y
dorado, mayor es la calidad (en el caso del vino blanco).
El paso siguiente es analizar la viscosidad. Para ello la copa se topa del pie
y se la hace girar en círculos brevemente para confirmar que el vino
caiga por las paredes de la copa en forma de lágrimas. Si caen rápido,
mayor es la gradación alcohólica. En conclusión, si el
vino es agradable a la vista, también lo será al gusto.
El segundo sentido que interviene es el olfato. El bouquet o aroma de un vino
se debe aspirar antes de beberlo tratando de reconocer la amplia variedad de
aromas que caracteriza a cada uno en particular (cuero, vainilla, madera, aceituna,
pera). El primer trago tiene que ser considerable para poder realizar un buche.
Así la bebida entra en contacto con todas las papilas gustativas. El
paso siguiente no parece muy refinado, pero está dentro de los códigos
de la enología: el vino se puede tragar o escupir en un artefacto preparado
para eso y evitar así el embriagamiento. Por último, después
de tragar hay que aspirar aire de inmediato para que aparezca el retrogusto
que sube por las vías respiratorias.
Cavas subterráneas
Una de las bodegas más tradicionales de San Juan –incluida también
en la Ruta del Vino– es Viñas de Seguisa, creada en 1906, y hoy
especializada en la producción de vinos finos. De la bodega original,
que estaba casi en ruinas, fue reciclada una parte importante manteniendo su
estética con paredes de adobe y techo de caña y barro. En el hall
central de la entrada hay antiguos pisaderos de uva que se utilizaban para hacer
vino patero y dos toneles gigantes de roble francés que miden cuatro
metros de diámetro fabricados en 1860. Durante la visita se recorren
las cavas subterráneas a las que se llega por una escalera caracol. Allí
abajo las paredes están cubiertas hasta el techo con botellas de vino
estacionándose. En otra sala están las barricas de roble francés
y americano, y más adelante se visita la parte industrial moderna con
sus tanques de acero inoxidable.
Champán ecológico
La tercera parada del circuito turístico es una fábrica de champán
y vino ecológico. Lo singular de este emprendimiento es la utilización
de métodos de producción exentos de herbicidas y de productos
derivados de la síntesis química en todas las etapas de la cadena
de producción. Los vinos y champañas son resultado de una empresa
familiar dirigida por Miguel Más, un pionero de la provincia en la utilización
de cultivos orgánicos desde 1989. Los dueños de esta bodega viven
en su propio campo de tres hectáreas en las afueras de la capital sanjuanina,
donde ellos mismos cultivan sus parrales y llevan a cabo todo el proceso de
producción con métodos artesanales.
Al recorrer el centro de producción orgánico se descubre que los
parrales están llenos de yuyos. Y no es por descuido sino por la ausencia
de herbicidas y plaguicidas de origen químico (usan productos naturales
como el azufre). La parte más curiosa de la visita transcurre en el taller
donde se prepara el champán. La metamorfosis del original jugo de uvas
verdes comienza con la conversión de un vino base que se coloca en tambores
con levadura y azúcar, y luego se trasvasa a botellas. El paciente proceso
de fermentación dura más de un año, en cuyo transcurso
se cambian de posición las botellas para que las partículas residuales
decanten hacia el pico que, después de ser congelado, se “degüella”.
La presión del gas generado por la fermentación hace que los residuos
salten como un corcho. De esa misma botella degollada el viajero puede probar
cómo es el champán cuando termina el proceso (es decir nature,
sin azúcar) y luego degustarla con los distintos niveles de azúcar
que se le van agregando para producir las variedades extra brut, brut, demi
sec, demi duc y duc.
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