BUENOS AIRES - NUEVO AUGE DEL FOLKLORE EN BARRIOS DE LA CIUDAD
Con un poder de convocatoria que va en aumento, las peñas folklóricas se están volviendo masivas en Buenos Aires, con una nueva camada de público joven que se reúne a bailar chacareras y zambas en una “discoteca” de San Telmo o a escuchar artistas nuevos del interior del país y guitarrear en una peña de Palermo.
› Por Julián Varsavsky
LA
PEÑA DEL COLORADO
La peña folklórica por excelencia de Buenos Aires –en el
estricto sentido del término– es La Peña del Colorado, ubicada
en pleno Palermo, donde después de un show formal sobre el escenario,
la música vuelve a surgir de manera espontánea desde las mesas.
Este segundo “show” ocurre todos los días cerca de la medianoche,
cuando desaparece la distinción entre el público de las mesas
y los artistas sobre el escenario. Aquí confluyen desde hace ya una década
los músicos profesionales después de sus shows oficiales para
tocar entre ellos y para ellos. Una noche cualquiera de un día de semana,
quien visite la peña puede encontrarse, con mucha suerte, a Luis Salinas
zapando con Jorge Giuliano –el guitarrista de Mercedes Sosa–, con
un vino de por medio. Peteco Carabajal, León Gieco, Raly Barrionuevo,
Patricio Jiménez (del Dúo Salteño), Colacho Brizuela y
Ricardo Vilca son algunos de los artistas que suelen ir a la peña. El
local dispone de siete guitarras que circulan de mesa en mesa, pero la cantidad
de instrumentos se triplica por lo menos cada noche con los que la gente trae
consigo. A veces llegan bandas de sikuris y aerófonos jujeños
(quenas y anatas), ofreciendo sus carnavalitos de la Quebrada de Humahuaca.
También aparecen algunos charangos, acordeones para los chamamés,
violines para ponerles melodía a las chacareras y hasta algún
bandoneón.
La Peña del Colorado es ante todo un lugar de intercambio y síntesis
cultural. Allí se han llegado a encontrar por casualidad dos amigos santiagueños
de La Banda, uno con su guitarra y el otro con su violín. También
llega gente de la Patagonia que aprende a coquear con un amigo del Norte, o
algún porteño que prueba por primera vez un chipá tan auténtico
como el original correntino. Además se juega mucho al truco y el mate
corre por cuenta de la casa.
El intercambio también es entre artistas consagrados y su público,
de igual a igual. Hace poco, León Gieco y Peteco Carabajal se pusieron
a guitarrear y, al hacer una pausa, una persona del público le pidió
al santiagueño la guitarra para tocar. Algunos lo miraron como diciendo:
“¿Cómo le vas a quitar el instrumento al maestro?”,
y la simple respuesta del “osado” fue con música, con dos
canciones que le dedicó a su admirado artista.
El promedio de edad del público de la peña oscila entre los 25
y los 40 años, con incontables excepciones, por supuesto. Vienen muchos
estudiantes universitarios y también alumnos de conservatorios musicales.
Las guitarreadas duran hasta las 5 de la mañana, y un sábado puede
haber hasta diez círculos de personas alrededor de las mesas cantando
por separado. Por lo general, a lo largo de una noche de sábado, el local
se llena y desfila al menos una treintena de personas que cantan o tocan algún
instrumento (al margen de la gente que viene a comer y a escuchar los shows).
Si bien muchos artistas famosos visitan la peña, eso no es garantía
de que vayan a tocar. Se debe tener en cuenta que vienen simplemente por placer,
a comer bien, a escuchar música y a charlar con los amigos, y no se los
puede molestar si no quieren tocar.
El otro eje de La Peña del Colorado son los shows musicales que se presentan
de jueves a sábado alrededor de las 22. La estética por la que
apuestan es la llamada música del “nuevo cancionero”, cuya
línea artística fue trazada por Armando Tejada Gómez, Oscar
Matus, Cuchi Leguizamón, Hamlet Lima Quintana, el Dúo Salteño
y Mercedes Sosa. Los sábados se presenta el número más
convocante, y los viernes están dedicados a los músicos jóvenes
del nuevo cancionero. Entre las figuras más famosas que se presentan
están Juan Falú, Gerardo Núñez (de los Hermanos
Núñez), Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, el mendocino
Jorge Viñas y el guitarrista y compositor humahuaqueño Ricardo
Vilca, quien toca acompañado por su banda de quena, charango y sikus.
La peña también funciona como restaurante criollo: las empanadas
salteñas con papa, cebolla de verdeo, pimentón, comino, huevo
y carne cortada a cuchillo (se cocinan en el momento en que se las pide) cuestan
$ 1,30 cada una; parrilladas ($ 22 para dos), locro ($ 7), carbonada ($ 7),
tamales ($ 4,50), humita en chala traída de Tucumán ($ 4,50),
pizzetas a la parrilla ($ 6), dulces como el quesillo con miel de caña,
cayote o cuaresmillos ($ 5) y vinos regionales.
BAILE
EN LA ENCRUCIJADA
Todo comenzó en enero del 2003 cuando un grupo de amigos amantes del
folklore se juntaban a bailar los jueves por la noche en La Trastienda. Un día
de mucho calor decidieron hacer el baile en la Costanera con un minicomponente
a pilas, y la original idea se volvió un hábito semanal que luego
del verano interrumpió el frío. En el camino se fue sumando gente
que pasaba por el lugar, y luego fueron todos a buscar cobijo en un subsuelo
del barrio de San Cristóbal, que muy rápido les quedó chico.
Y desde marzo de este año se instalaron en un enorme edificio colonial
reciclado de San Telmo, donde todos los viernes a la noche esta peña
llamada La Encrucijada reúne hasta 300 personas. Lo singular es que se
trata de una discoteca con todas las de la ley, con luces bajas y una barra,
y donde la gente está parada bailando. El promedio de edad es de 25 años
y por lo tanto el momento en que se llena este boliche folklórico es
entre las dos de la mañana y el amanecer. El local es alargado, con paredes
de ladrillo colonial y un entrepiso balconado con vista a la pista. Al fondo
hay un escenario donde se presentan varios grupos musicales por noche, siempre
con un perfil santiagueño, es decir bailable (chacarera, gato, escondido,
zamba y bailecitos). Todo el mundo viene aquí a bailar –solos o
en pareja–, y la música grabada que más se escucha es de
artistas como Peteco Carabajal, Alfredo Abalos, Raly Barrionuevo, Ica Novo,
Ramón Ayala, el Dúo Coplanacu, Tomás Lipán y, sólo
a veces, Los Nocheros. En general hay tres grupos musicales programados, pero
cada noche suelen subir otros de manera improvisada. Algunos de ellos son el
violinista Néstor Garnica (Revelación Cosquín 2004), Demi
Carbajal, el Duende Garnica (compositor de la Chacarera del olvidao), Verónica
Condomí y Hugo Pajón. Muchas veces se forman en el escenario espontáneas
bandas con músicos que jamás han tocado juntos. También
vienen grupos del interior a presentar sus nuevos trabajos, y conjuntos jujeños
de música andina. En La Encrucijada hay un pequeño restaurante
donde se pueden comer empanadas y locro. Pero aquí, fundamentalmente,
todos vienen a bailar.
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