Dom 25.07.2004
turismo

BUENOS AIRES - NUEVO AUGE DEL FOLKLORE EN BARRIOS DE LA CIUDAD

Peñas porteñas

Con un poder de convocatoria que va en aumento, las peñas folklóricas se están volviendo masivas en Buenos Aires, con una nueva camada de público joven que se reúne a bailar chacareras y zambas en una “discoteca” de San Telmo o a escuchar artistas nuevos del interior del país y guitarrear en una peña de Palermo.

› Por Julián Varsavsky

Los más entusiastas hablan de un resurgimiento del folklore en Buenos Aires entre cierta juventud, como en los ‘60, aunque con sus propios matices. La estadística pareciera confirmarlo: hay más de cien peñas folklóricas entre Capital y Gran Buenos Aires, pero esto no es nuevo. Lo realmente novedoso es que existen “discotecas” donde jóvenes de una edad promedio de 25 años se lanzan a la pista a zapatear y a revolear pañuelos y polleras al ritmo de zambas y chacareras. Esto ocurre, por ejemplo, todos los viernes en La Encrucijada, un local del barrio de San Telmo. En Palermo, La Peña del Colorado se ha convertido en la punta de lanza de este interés porteño por lo autóctono, que se refleja en las cerca de 2 mil personas que por fin de semana se congregan allí para tocar música ellos y escuchar recitales en vivo de la nueva camada de músicos del folklore. Y en pleno Palermo Hollywood, el restaurante La Paila ofrece música en vivo y la mejor comida catamarqueña.

LA PEÑA DEL COLORADO
La peña folklórica por excelencia de Buenos Aires –en el estricto sentido del término– es La Peña del Colorado, ubicada en pleno Palermo, donde después de un show formal sobre el escenario, la música vuelve a surgir de manera espontánea desde las mesas. Este segundo “show” ocurre todos los días cerca de la medianoche, cuando desaparece la distinción entre el público de las mesas y los artistas sobre el escenario. Aquí confluyen desde hace ya una década los músicos profesionales después de sus shows oficiales para tocar entre ellos y para ellos. Una noche cualquiera de un día de semana, quien visite la peña puede encontrarse, con mucha suerte, a Luis Salinas zapando con Jorge Giuliano –el guitarrista de Mercedes Sosa–, con un vino de por medio. Peteco Carabajal, León Gieco, Raly Barrionuevo, Patricio Jiménez (del Dúo Salteño), Colacho Brizuela y Ricardo Vilca son algunos de los artistas que suelen ir a la peña. El local dispone de siete guitarras que circulan de mesa en mesa, pero la cantidad de instrumentos se triplica por lo menos cada noche con los que la gente trae consigo. A veces llegan bandas de sikuris y aerófonos jujeños (quenas y anatas), ofreciendo sus carnavalitos de la Quebrada de Humahuaca. También aparecen algunos charangos, acordeones para los chamamés, violines para ponerles melodía a las chacareras y hasta algún bandoneón.
La Peña del Colorado es ante todo un lugar de intercambio y síntesis cultural. Allí se han llegado a encontrar por casualidad dos amigos santiagueños de La Banda, uno con su guitarra y el otro con su violín. También llega gente de la Patagonia que aprende a coquear con un amigo del Norte, o algún porteño que prueba por primera vez un chipá tan auténtico como el original correntino. Además se juega mucho al truco y el mate corre por cuenta de la casa.
El intercambio también es entre artistas consagrados y su público, de igual a igual. Hace poco, León Gieco y Peteco Carabajal se pusieron a guitarrear y, al hacer una pausa, una persona del público le pidió al santiagueño la guitarra para tocar. Algunos lo miraron como diciendo: “¿Cómo le vas a quitar el instrumento al maestro?”, y la simple respuesta del “osado” fue con música, con dos canciones que le dedicó a su admirado artista.
El promedio de edad del público de la peña oscila entre los 25 y los 40 años, con incontables excepciones, por supuesto. Vienen muchos estudiantes universitarios y también alumnos de conservatorios musicales. Las guitarreadas duran hasta las 5 de la mañana, y un sábado puede haber hasta diez círculos de personas alrededor de las mesas cantando por separado. Por lo general, a lo largo de una noche de sábado, el local se llena y desfila al menos una treintena de personas que cantan o tocan algún instrumento (al margen de la gente que viene a comer y a escuchar los shows). Si bien muchos artistas famosos visitan la peña, eso no es garantía de que vayan a tocar. Se debe tener en cuenta que vienen simplemente por placer, a comer bien, a escuchar música y a charlar con los amigos, y no se los puede molestar si no quieren tocar.
El otro eje de La Peña del Colorado son los shows musicales que se presentan de jueves a sábado alrededor de las 22. La estética por la que apuestan es la llamada música del “nuevo cancionero”, cuya línea artística fue trazada por Armando Tejada Gómez, Oscar Matus, Cuchi Leguizamón, Hamlet Lima Quintana, el Dúo Salteño y Mercedes Sosa. Los sábados se presenta el número más convocante, y los viernes están dedicados a los músicos jóvenes del nuevo cancionero. Entre las figuras más famosas que se presentan están Juan Falú, Gerardo Núñez (de los Hermanos Núñez), Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, el mendocino Jorge Viñas y el guitarrista y compositor humahuaqueño Ricardo Vilca, quien toca acompañado por su banda de quena, charango y sikus.
La peña también funciona como restaurante criollo: las empanadas salteñas con papa, cebolla de verdeo, pimentón, comino, huevo y carne cortada a cuchillo (se cocinan en el momento en que se las pide) cuestan $ 1,30 cada una; parrilladas ($ 22 para dos), locro ($ 7), carbonada ($ 7), tamales ($ 4,50), humita en chala traída de Tucumán ($ 4,50), pizzetas a la parrilla ($ 6), dulces como el quesillo con miel de caña, cayote o cuaresmillos ($ 5) y vinos regionales.

BAILE EN LA ENCRUCIJADA
Todo comenzó en enero del 2003 cuando un grupo de amigos amantes del folklore se juntaban a bailar los jueves por la noche en La Trastienda. Un día de mucho calor decidieron hacer el baile en la Costanera con un minicomponente a pilas, y la original idea se volvió un hábito semanal que luego del verano interrumpió el frío. En el camino se fue sumando gente que pasaba por el lugar, y luego fueron todos a buscar cobijo en un subsuelo del barrio de San Cristóbal, que muy rápido les quedó chico. Y desde marzo de este año se instalaron en un enorme edificio colonial reciclado de San Telmo, donde todos los viernes a la noche esta peña llamada La Encrucijada reúne hasta 300 personas. Lo singular es que se trata de una discoteca con todas las de la ley, con luces bajas y una barra, y donde la gente está parada bailando. El promedio de edad es de 25 años y por lo tanto el momento en que se llena este boliche folklórico es entre las dos de la mañana y el amanecer. El local es alargado, con paredes de ladrillo colonial y un entrepiso balconado con vista a la pista. Al fondo hay un escenario donde se presentan varios grupos musicales por noche, siempre con un perfil santiagueño, es decir bailable (chacarera, gato, escondido, zamba y bailecitos). Todo el mundo viene aquí a bailar –solos o en pareja–, y la música grabada que más se escucha es de artistas como Peteco Carabajal, Alfredo Abalos, Raly Barrionuevo, Ica Novo, Ramón Ayala, el Dúo Coplanacu, Tomás Lipán y, sólo a veces, Los Nocheros. En general hay tres grupos musicales programados, pero cada noche suelen subir otros de manera improvisada. Algunos de ellos son el violinista Néstor Garnica (Revelación Cosquín 2004), Demi Carbajal, el Duende Garnica (compositor de la Chacarera del olvidao), Verónica Condomí y Hugo Pajón. Muchas veces se forman en el escenario espontáneas bandas con músicos que jamás han tocado juntos. También vienen grupos del interior a presentar sus nuevos trabajos, y conjuntos jujeños de música andina. En La Encrucijada hay un pequeño restaurante donde se pueden comer empanadas y locro. Pero aquí, fundamentalmente, todos vienen a bailar.

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