LA HABANA: EL HOTEL NACIONAL DE CUBA
En el mítico hotel que Alejo Carpentier llamó “un castillo encantado”, se hospedaron y se hospedan, además de turistas de todo el mundo, famosas personalidades de la política, la cultura y el arte. Inaugurado en 1930, por sus salones deambuló Winston Churchill con sus infaltables habanos, en sus bares se acodó Ernest Hemingway con su infaltable copa, y en sus jardines Marlon Brando bailó rumba entre las infaltables palmeras de Cuba.
Durante todo el trayecto por el Malecón hasta llegar a la calle 21 del barrio conocido como El Vedado, el taxi tuvo adelante a un viejo pero elegantísimo Pontiac despintado en cuyo asiento trasero, y contra la ventanilla, sonreían cuatro alegres negritos que no paraban de hacer divertidas morisquetas. Cuando finalmente el taxista dobló para ingresar al magnífico jardín de la entrada del Hotel Nacional, los felices niños saludaron de una manera tan entrañable que el periodista tardó una eternidad en sacarse esa bella imagen de su mente y su corazón. Tal fue el impacto que, mientras el famoso taxista habanero Miguel le daba su vuelto, él aún continuaba con los ojos puestos en la lejanía por donde se habían ido aquellos angelicales chiquillos que quedaron en su memoria como un imborrable e inocente recuerdo de La Habana. Después de volver en sí, ayudado por la fresca brisa de las múltiples palmeras de los jardines, el cronista tomó conciencia de que estaba a punto de conocer las instalaciones del hotel más famoso de la capital cubana.
El arte de la sobriedad
Emplazado en el saliente costero de Punta Brava, en la loma de Taganana –que en otros tiempos fue un clásico sitio de desembarcos piratas–, el Hotel Nacional de Cuba ocupa el sitio donde en el siglo XVIII estuvo instalada la Batería de Santa Clara, parte integrante del sistema defensivo del país en aquella época. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, el establecimiento fue inaugurado el 30 de diciembre de 1930 y hasta comienzos de la década del ‘50 fue el único hotel 5 estrellas de la región caribeña. El imponente y distinguido edificio, obra de las firmas neoyorquinas McKim y Mead & White –que realizaron los planos– y Purden Henderson Company –que tuvo a su cargo la construcción–, combina sobriamente el estilo hispánico-árabe colonial con elementos art déco y neoclásicos. Este eclecticismo, presente en cada uno de sus glamorosos ambientes, deslumbra a huéspedes y visitantes, que generalmente optan por sentarse frente a los jardines, en los lobbies al aire libre de las galerías externas engalanadas por delicadas columnas y arcadas.
Huéspedes muy famosos
Entre las personalidades internacionales que se alojaron en el Hotel Nacional tiene un lugar destacado Winston Churchill, que si bien ya había estado en Cuba como periodista para cubrir la guerra de la Independencia, llegó por segunda vez en 1946, en visita oficial, ya como líder victorioso después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. El primer mandatario inglés, que se había ganado la simpatía de los cubanos, se hospedó en el Apartamento de la República del hotel, espacio utilizado como residencia oficial protocolar. Sonriente y efusivo durante toda la estadía, y siempre con su habano encendido, dejó una frase que aún se recuerda en este país: “Cuba siempre está en mis labios”. Tal era su pasión por los habanos que desde muchos años antes de su última visita, la fábrica habanera de puros Romeo y Julieta le preparaba una partida especial y se la enviaba. Hechos con las mejores y más grandes hojas de tabaco, estos habanos fueron más tarde comercializados internacionalmente bajo el mismísimo nombre de “Churchill”.
Además de numerosos reyes, príncipes y jefes de Estado de todo el mundo, entre los huéspedes famosos figuran Jorge Negrete, Errol Flynn, María Félix, Fred Astaire, Libertad Lamarque, Cantinflas, Frank Sinatra, Walt Disney, Pablo Casals, José Mujica, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Ava Gardner, Rita Hayworth, Ernest Hemingway, Buster Keaton, Julio Cortázar, Nat King Cole, Rocky Marciano, Geraldine Chaplin, Paco de Lucía, el científico Alexander Fleming, Johnny “Tarzán” Weissmüller –que realizó una exhibición de clavado en la piscina– y el gran Marlon Brando que, al igual que en una visita anterior a la isla, se dedicó a comprar tumbadoras y bongós –que lo apasionaban y que tocaba con verdadera devoción–, tomar clases de rumba y recorrer todos los cabarets de la ciudad junto a sus amigos cubanos.
Un toque de distinción
Entre 1990 y 1992, las autoridades del Hotel Nacional cerraron sus puertas para realizar diversas obras de renovación que, entre otras finalidades, incluía la de recuperar antiguos detalles y decoraciones originales que habían sido modificadas por los sucesivos dueños en años anteriores. Así, el lobby principal fue revestido en su totalidad con un maravilloso zócalo de azulejos sevillanos y en la Sala Vedado fue reincorporado el señorial mobiliario de los años ‘30. En la actualidad, la propiedad –que pertenece a la cadena cubana Gran Caribe– cuenta con 457 habitaciones, 15 suites, 1 suite presidencial, 3 restaurantes, 5 bares y numerosos y amplios espacios para cóctel, reuniones, banquetes y congresos o convenciones, además de dos amplias piscinas.
En el antiguo Ballroom –donde se llevó a cabo la fiesta de apertura en 1930– funciona desde mediados de los años ‘50 el Cabaret Parisien, que en sus inicios como casino justificó la frecuente visita y alojamiento de personajes mafiosos como Santos Trafficante, Meyer Lansky, Lucky Luciano y Frank Costello, todos integrantes del mundillo gángster de los Estados Unidos y profesionales del negocio del juego. Hoy, el Parisien es el lugar obligado para pasar una inolvidable noche disfrutando de los coloridos y alegres espectáculos –en los que se muestra la esencia de las danzas y la música cubana a puro ritmo– en compañía de los siempre aconsejables mojitos que, apenas probados, invitan inmediatamente a sentir la música como la sienten los cubanos cuando bailan.
Desde 1979, el hotel también es la sede del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, evento que convoca a los más importantes jóvenes representantes del séptimo arte de la región y a una gran cantidad de público cubano ávido por conocer las novedades fílmicas que se producen cada año en el ámbito latinoamericano.
Un diamante frente al mar
A la noche, con las luces encendidas, el edificio adquiere el brillo de una diva en todo su esplendor. Sus contornos reflejan diferentes tonalidades de naranja y el verde de los jardines y las palmeras se vuelve casi transparente bajo la luz. Frente al hotel, el incesante susurro del mar acentúa su imagen de castillo encantado, tal como lo llamó Alejo Carpentier.
Concluida la visita para hacer la nota, el periodista abandona el establecimiento caminando por los iluminados jardines hacia la salida, entre las despeinadas palmeras salpicadas con la bruma que llega desde la costa, mientras siente el irresistible deseo de imaginar que entre las sombras aparecen Winston Churchill fumando su habano y Marlon Brando bailando un cha cha chá
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