Dom 28.11.2004
turismo

ESPAÑA: UN VIAJE POR LOS CAMINOS DE DON QUIJOTE

Hazme un sitio en tu montura...

El año próximo estará dedicado al cuarto centenario de la publicación de la primera parte del “Quijote de la Mancha”. Buena ocasión para recorrer las rutas del Quijote, un corredor castellano que va de Toledo a Sigüenza, entre molinos de viento y ventas donde el ingenioso hidalgo vivió sus fantásticas aventuras...

› Por Graciela Cutuli

“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre...” todos discuten, nació hace cuatro siglos en la fecunda imaginación de Miguel de Cervantes el más ingenioso, destartalado y tierno personaje que haya dado alguna vez la pluma española. Don Quijote de la Mancha, el hidalgo aquel a quien un día la lectura de tantos libros de caballería “le secó el celebro de tal manera que vino a perder el juicio”. Y con el juicio perdido, bien distante de encontrarlo, salió un buen día el caballero a las rutas de La Mancha, a luchar contra gigantes y molinos de viento, sólo provisto de su precario escudo, el más precario aún caballo Rocinante, y la compañía invalorable de su escudero Sancho Panza, personificación de la sensatez y la tradición picaresca ibérica.
El año próximo, toda España se volcará a conmemorar el cuarto centenario del Quijote. Uno de los primeros eventos del año cervantino se produjo hace pocos días, en el Congreso de la Lengua de Rosario, cuando se presentó la edición popular del Quijote: le seguirán en España obras teatrales, proyecciones de cine de caballerías, nuevas ediciones masivas, la publicación de una extensa enciclopedia cervantina y muchas otras iniciativas, entre las cuales se destaca el trazado de la Ruta de Don Quijote, que se considera como el corredor ecoturístico más largo de Europa.

Por la manchega llanura...
En verdad, la Ruta del Quijote es desde hace años objeto de serias disputas entre los especialistas en las andanzas del ingenioso hidalgo. Cide Hamete –el supuesto autor de las aventuras del Quijote que Cervantes sólo dice transcribir– no quiso poner puntualmente el lugar de origen del caballero “por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero”. Y el tiempo cumplió la profecía de Cervantes, ya que no hay hoy pueblo de La Mancha que no afirme haber visto pasar al Caballero de la Triste Figura.
Uno de los primeros intentos de delinear la Ruta del Quijote se remonta a mediados del siglo XVIII, y fue encargado por el mismísimo rey de España, apenas un siglo y medio después de la muerte de Cervantes. Esta ruta, o “mapa de una porción del Reyno de España que comprende los pasages por donde anduvo Don Quixote, y los sitios de sus aventuras”, fue oficialmente adoptada por la Real Academia Española en 1780. Desde entonces, nuevos estudios e investigaciones han enriquecido el ya famoso itinerario quijotesco, hasta que este año el gobierno regional de Castilla-La Mancha da su propia versión de la ruta, dividida en diez etapas. A lo largo de este camino literario y romántico se perfilarán para el viajero, en cálido homenaje al querido personaje de Cervantes, los gigantes y los molinos, Dulcinea y el bachiller Carrasco, Sancho Panza y Clavileño, la ínsula Barataria, el ama y la sobrina del desquiciado Alonso Quijano.

La ruta quijotesca
El trazado actual de la Ruta del Quijote, que durante todo el 2005 estará jalonada de eventos especiales, comienza con un primer tramo que va de Toledo a San Clemente. Saliendo de la antiquísima Toledo, se descubren castillos y molinos de vientos, aquellos que fueron para nuestro caballero andante nada menos que amenazadores y viles gigantes. En la región se pueden visitar varias lagunas, y en particular las ruinas del castillo de Peñas Negras, la hermosa Plaza Mayor de Tembleque y los parajes de Campo de Criptana, con sus célebres molinos. Aquí se está ya cerca del Toboso, patria de la inefable Dulcinea, donde se levanta un Museo Cervantino que expone numerosas ediciones del Quijote. Y, sobre todo, la Casa de Dulcinea, típica casa de campaña de La Mancha donde alguna vez Aldonza Lorenzo y Alonso Quijano dejaron la prosa de su vida cotidiana para ingresar en la poesía de la vida novelesca, como Dulcinea y Don Quijote. La ruta sigue en la amurallada Belmonte, uno de los más imponentes conjuntos arquitectónicos de La Mancha, hasta llegar a SanClemente, donde los siglos no parecen haber pasado desde los tiempos en que los caballeros andantes aún se aventuraban por los caminos de España.
La segunda etapa va de San Clemente a Villanueva de los Infantes. Como en cada uno de los otros tramos, es posible tomar varias direcciones, conociendo así los más recónditos rincones de La Mancha: sobre todo, las tierras productoras de ajos de Las Pedroñeras, el pueblo de Villarobledo, con sus gigantescas tinajas para almacenar el vino y la encantada Cueva de Montesinos, escenario de una de las grandes aventuras del Quijote, y donde se dice también que nacía la Fontefrida del romancero medieval. La Cueva está a las puertas del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, rico en bellos paisajes y en fauna acuática. Se lo conocía antiguamente como Espejos de la Mancha, tal vez por el episodio del Quijote donde se cuenta el encantamiento de una mujer junto a sus hijas y nietas. Más adelante, en Villanueva de los Infantes, se encuentra el Convento de Santo Domingo donde muriera Quevedo (convertido en hotel), y se puede visitar también la casa de Don Diego de Miranda: nada menos que el Caballero del Verde Gabán tan admirado por la exuberante imaginación de don Alonso Quijano.
La tercera parte de la ruta cervantina parte de aquí hasta Almagro y Calatrava La Nueva, solitarias tierras donde el Quijote meditaba en soledad rodeado de una desbordante naturaleza. El ecoturista estará aquí a sus anchas: el río Guadalén corre sin perturbaciones, entre un bosque donde viven linces y águilas, y más adelante puede hacer un alto en Moral de Calatrava, Viso del Marqués, Valdepeñas y Manzanares. Este tramo concluye en el convento-castillo de Calatrava la Nueva, en Aldea del Rey, donde vuelven a asomar en el horizonte los relieves de la Sierra Morena. Ya se está en casi en mitad del itinerario: la cuarta etapa va del Valle del Alcudia al Campo de Calatrava, sembrado de olivos y cereales, yacimientos arqueológicos como los de La Bienvenida, pinturas rupestres y aguas termales. Es una región de historia más que antigua: basten como ejemplo las ruinas del castillo de Salvatierra, en Calzada de Calatrava, levantado sobre una fortaleza musulmana... que a su vez se construyó sobre un sitio romano. Esta primera parte de la ruta se cierra con el tramo que va de Albacete a Alcaraz y Bienservida, internándose en la Sierra de Alcaráz hasta el comienzo de la Sierra Morena.

Cinco etapas más, y final
La sexta etapa del itinerario quijotesco empieza en la Roda, hasta los campos de Montiel. Todas las guías turísticas destacan en especial la presencia, entre San Clemente y los campos de Montiel, de una serie de construcciones circulares y abovedadas, realizadas en piedra, que utilizaban como refugio los pastores de la región. Pastores como Marcela, de la primera parte del Quijote, o como aquellos con que soñaba Sancho para escapar, al final de la novela, a la inesperada cordura de su compañero de aventuras: “Mire, no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada...”. Más adelante, en el séptimo sector de la ruta, que va de Campo de Criptana a Tomelloso, Argamasilla de Alba y La Solana, el viajero ya se encuentra al pie de los famosos molinos quijotescos. Hubo en el pasado 34 molinos (¿o gigantes?), pero hoy sólo quedan diez, enclavados en una llanura cultivada de cereales. En cuanto a Argamasilla de Alba, que muchos consideran como el famoso lugar de La Mancha no precisado por Cervantes, conserva la casa del Bachiller Carrasco, la Cueva de Medrano –donde estuvo prisionero Cervantes, y donde se dice que empezó a escribir el Quijote– y está al borde del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Todo en el ambiente –teñido del vivo color de las flores de azafrán– hace pensar en Don Quijote, tal vez porque el contraste entre lo que debió haber sido la vida rural cotidiana en el siglo XVII y la belleza del paisaje no podía menos que inspirar aventuras alocadas en quien estuviera dispuesto a rescatar los ideales de un mundo no por perimido menos romántico.Entre cráteres extinguidos y antiguas lagunas, el camino sigue luego la octava etapa, de Almagro a Toledo, por Ciudad Real y Consuegra. También aquí, sobre todo en torno de Ciudad Real, hay importantes yacimientos medievales, y una riqueza biológica notable en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, formado por pequeñas lagunas alimentadas en las crecidas de los ríos circundantes. Por el antiguo Camino Real de Andalucía se llega a los molinos de Consuegra, y de allí a Puerto Lápice, expresamente mencionado por Cervantes, un pueblo que parece recién salido de las páginas del Quijote. Aquí veló sus armas, en una noche plagada de delirios, el hidalgo manchego que un día se sintió caballero andante, y se conserva todavía la Venta del Quijote, escenario de un desopilante episodio de confusiones en los primeros capítulos.
La Ruta del Quijote concluye con dos últimos tramos: de Esquivias a Illescas y Carranque, para conocer la casa donde vivió Cervantes en Esquivias (y donde nació su esposa y se casó), y de La Hoz del Río Dulce a Sigüenza y Atienza, poblados del límite norte de Castilla-La Mancha que pasa por espléndidas localidades amuralladas y pueblos de casco histórico perfectamente conservado.
Quien recorra este itinerario lleno de evocaciones y recuerdos, a la sombra de una figura delgada, erguida orgullosa sobre el flaco Rocinante, no podrá dejar de recordar los versos de León Felipe: “Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar.../ Y ahora ociosa y abollada / va en el rucio la armadura, / y va ocioso el caballero, / sin peto y sin espaldar... / va cargado de amargura... / que allá encontró sepultura / su amoroso batallar.../ va cargado de amargura... / que allá ‘quedó su ventura’ / en la playa de Barcino, frente al mar... (...) Cuántas veces, Don Quijote, / por esa misma llanura / en horas de desaliento / así te miro pasar... / y cuántas veces te grito: / Hazme un sitio en tu montura / y llévame a tu lugar; / hazme un sitio en tu montura / caballero derrotado, / hazme un sitio en tu montura / que yo también voy cargado / de amargura y no puedo batallar”

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