VACACIONES: VERANO EN LOS LAGOS DEL SUR
Patagonia siete bellezas
Villa La Angostura, San Martín de los Andes y Bariloche forman una trilogía de lugares de ensueño, con paisajes donde se combinan perfectamente relieves, aguas y colores. Entre un punto y otro se extiende como un paisaje de maravillas la Ruta de los Siete Lagos.
› Por Graciela Cutuli
El norte de los Andes patagónicos es un lugar donde las fuerzas de la creación se vieron inspiradas. Sus relieves están tapizados de densos bosques y bañados por un laberinto de lagos y ríos. Bajo el sol de verano, los azules y los verdes explotan en todas sus tonalidades, como en la paleta del más inspirado de los impresionistas. Hasta las construcciones y las infraestructuras son hermosas en este decorado natural donde todo parece perfecto. Capillas de madera, hoteles que se miran en las aguas de los lagos, rutas que serpentean sobre las faldas de los cerros, casas de arquitectura alpina, con techos de madera y fachadas pintadas de colores vivos. El itinerario ideal para no perderse ninguno de los atractivos de la región es conocer San Martín de los Andes, Bariloche, Villa La Angostura y sus regiones aledañas. La Ruta de los Siete Lagos es parte de este circuito, con bien ganada fama como una de las más lindas del continente. Villa La Angostura, en el centro de este mapa del tesoro natural, es el lugar ideal desde donde programar salidas y recorridos en toda la comarca.
El río más corto del mundo
Villa La Angostura crece año tras año, y ya hace tiempo que los distintos “barrios” de la Villa se juntaron para formar una sola aglomeración: la villa original, el cruce, donde se concentran los comercios, y Bahía Manzano, una zona exclusiva que nació en torno de un hotel de lujo, en el fondo de una bahía donde el agua se matiza con todos los tonos de verdes imaginables. De hecho, Villa La Angostura parece siempre estar en obra. La cantidad de boutiques de recuerdos, de hoteles y de restaurantes que se abren cada temporada al borde de los ejes principales ya le quitaron desde hace tiempo el aspecto de tranquilo pueblito de montaña que tenía a principios de los ‘90, cuando el cruce tenía apenas algunas casas y el Puerto era el verdadero centro.
Villa La Angostura es el punto de partida natural para la Península Quetrihué. Desde el barrio del puerto, se puede ingresar al camino que lleva hasta el Bosque de Arrayanes, la principal atracción natural de la zona, tan valiosa que es protegida por un Parque Nacional dentro de otro Parque Nacional: el PN Los Arrayanes, dentro del PN Nahuel Huapi. Es una caminata de varias horas, que se puede realizar un poco más ágilmente también en bicicleta. Además existe la posibilidad de subirse a uno de los barcos de excursión que salen varias veces por día desde el muelle del puerto. El bosque de arrayanes no es, como se lo presenta a veces, único en el mundo (aunque no sean muchos los bosques, ya que el arrayán crece generalmente de forma solitaria), pero igualmente es una verdadera joya natural que se inserta en una de por sí notable corona de bellezas. Este bosque está compuesto por venerables árboles de varios siglos de existencia, con troncos de color canela y hojas de un verde oscuro cuyas sombras matizadas se mezclan formando juegos de luz y penumbra en todo el recorrido. Un paseo entablonado fue instalado en el bosque para que el turismo masivo no dañe los suelos. En el centro, está la famosa cabaña de leña donde funciona un pequeño kiosco. Según una leyenda mantenida viva para y por el turismo, este bosque habría inspirado al propio Walt Disney para los decorados de su película Bambi.
A pocos kilómetros del cruce de la Angostura, se encuentra una verdadera curiosidad geográfica: se trata del río más corto del mundo. Bien merecido tiene el nombre, ya que el Río Mínimo no corre más que por algunos cientos de metros. Une los lagos Correntoso y Nahuel Huapi, y según los lugareños es uno de los mejores pesqueros de la zona. Se lo puede ver desde el puente de la carretera o desde el puente peatonal de madera que lo cruza. En sus cercanías, sobre el lago Correntoso, se levanta la austera e imponente silueta del Hotel Correntoso, uno de los establecimientos pioneros en la zona. Cada año, tradicionalmente, en las aguas que bañan su reflejo, al pie del hotel, los pescadores de La Angostura se reúnen el día de la apertura de la pesca con mosca a mediados de la primavera. También en las inmediaciones de La Angostura, Cerro Bayo –el centro de esquí de la Villa– está cada vez más activo en verano. Entre las actividades más emocionantes, un grupo de guías proponen iniciarse en canopy, trepar y circular a la altura de la copa de los árboles, gracias a una red de cuerdas, tanzas y plataformas.
La Ruta de los Siete Lagos
El nombre de este camino parece nacido de un cuento de hadas. No sólo por su marco natural, sino también por el simbolismo de la cifra siete. Faltaría nada más que una Reina de las Nieves para que el título del cuento sea digno de figurar en la obra de los Hermanos Grimm. O en una obra de Dumas, porque –así como en sus novelas los mosqueteros eran cuatro y no tres–, los Siete Lagos son en realidad ocho. Este circuito entre asfalto y ripio es una de las alternativas para ir desde Villa La Angostura hasta San Martín de los Andes. No se puede prescindir de esta excursión cuando se está en la región. Los paisajes se suceden y compiten entre ellos en bellezas naturales. Desde Villa La Angostura, el primer lago que se ve desde la ruta es por supuesto el Nahuel Huapi. En unos 184 kilómetros se pasa luego sucesivamente por los lagos Espejo, Correntoso, Escondido, Villarino, Falkner, Machónico y Lácar. El Espejo se estira casi hacia el límite con Chile, y es posible realizar excursiones transfronterizas por medio de una navegación en ciertas épocas del año. El lago Escondido es el más chico del circuito. Debe su nombre a su ubicación y su aparición repentina luego de una curva. De todos modos, es todo un logro no perder la cuenta de los lagos a lo largo del camino.
El lago Traful es el segundo lago en importancia por su superficie entre Bariloche y San Martín. A pesar de que no figura en el “orden de aparición” de los lagos a lo largo del camino, vale la pena hacer el desvío para conocerlo, y llegar hasta Villa Traful, un pueblito que se levanta sobre su costa sur. Se concentran allí muchos complejos de cabañas y hosterías, que ofrecen una alternativa más agreste a los crecidos y bulliciosos centros de Bariloche, La Angostura o San Martín, para quienes prefieren la calma y gozar más plenamente de los paisajes andinos. Villa Traful es además el punto de partida de muchos trekkings hacia cerros, cascadas y lagunas.
Los lagos Villarino y Falkner están separados por apenas un par de kilómetros de montañas, y aparecen cada uno a un costado de la ruta. Están unidos por un río, más largo que el Mínimo, y también un excelente pesquero. Como en los demás lagos y ríos de la Patagonia, la técnica que prevalece es la pesca con mosca. Se ve a los pescadores, enfundados en trajes de goma y metidos en el agua hasta la cintura, tirando incansablemente sus líneas para capturar truchas que en seguida devuelven al agua. Este sutil modo de pescar es una fuente de divisas muy importante para toda la región, porque la Patagonia y sobre todo la región de los lagos está considerada como uno de los mejores pesqueros del mundo. Muchos extranjeros llegan a esta zona dispuestos a pagar sumas consecuentes en busca de fotos de presas que devuelven imperativamente al agua, en pos de la conservación de las especies.
A lo largo del camino, entre desvíos, paseos e incursiones en los distintos valles, se puede superar ampliamente la cuenta de siete lagos. Cerca del Machónico, están los lagos Meliquina y Hermoso. Es una región famosa por sus ciervos colorados, introducidos por los primeros colonos alemanes y austríacos de la región. Como variante a la pesca con mosca, se abrieron en la zona varios cotos de caza, que reciben cazadores del mundo entero en busca de un trofeo de ciervo.
El Lácar es el último de los espejos de la Ruta de los Siete Lagos, cuando se llega desde el sur. Es el lago que baña la ciudad de San Martín. Desde los miradores, antes de bajar hacia la ciudad, sus azules metálicos contrastan con los verdes de las faldas de los cerros que lo encierran. Este lago muy profundo, como el Nahuel Huapi, se formó en un valle deorigen glaciario. Mirando hacia el lado sur, se ven las laderas erosionadas del cerro Vizcacha, huella del manto de hielo que antiguamente socavó la montaña y terminó, al derretirse, alimentando las aguas del lago. En invierno, San Martín de los Andes concentra a los amantes del esquí en el Chapelco, pero en verano es la meta predilecta de trekkers que se internan en los senderos de la zona, de increíble belleza. El paseo se termina en las calles de la dinámica ciudad, que tuvo también un crecimiento importante en los últimos años, de la mano de los sueños de muchos argentinos en busca de una nueva vida patagónica. O tal vez el paseo recién empieza, porque se abren ya los senderos del Parque Lanín, la ruta hasta Junín de los Andes, caminos hasta nuevos lagos, nuevos pesqueros y nuevos caminos de aventuras .
Subnotas