Domingo, 29 de mayo de 2005 | Hoy
ESPAÑA EN LA HISTóRICA CAPITAL
Un paseo por los lugares más tradicionales de la capital española, una ciudad donde se dan la mano el arte y la historia, con una alegría contagiosa e incontables propuestas para salir y disfrutar de la buena mesa y las buenas copas.
Por Graciela Cutuli
Madrid es una capital particular en Europa, la única situada en el corazón geográfico del país –lo que le vale climas extremos, con fuertes fríos en invierno y calores en verano– y con un contraste bien logrado entre la tradición que le legaron sus años de oro y la renovación moderna que se impuso a partir del ingreso español en la Unión Europea. A la hora de una visita, hay para elegir: Madrid es una ciudad de arte, pero también de ocio... y de toros. En un lugar u otro, en sus plazas y parques más tradicionales o en sus museos más modernos, lo que Madrid contagia es ganas de vivir, gracejo a la española y una energía arrolladora. Es una ciudad caminable, donde cada café invita a parar un rato para saborear un chocolate con churros o, más tarde, las copas y tapas infaltables a la hora de salir de marcha de bar en bar. Tal vez una de las costumbres españolas que más fascina a los extranjeros de paso, junto con el don natural de los madrileños para relacionarse con todo el que se le ponga al lado.
EN EL PRINCIPIO, LOS AUSTRIAS No hay que dudar a la hora de elegir por dónde empezar la visita de Madrid: el punto de encuentro de los madrileños, donde está justamente el kilómetro cero que marca el comienzo de las carreteras españolas, es la Puerta del Sol. Esta plaza, famosa porque allí media ciudad se concentra la noche de Año Nuevo para un gran festejo popular, es el lugar infaltable para sacarse una foto con el Oso y el Madroño, el emblema heráldico de la capital. Aunque nadie sepa muy bien por qué: algunos dicen que en épocas remotas había en Madrid muchos osos, mientras la abundancia de madroños explicaría también la presencia del árbol. Otros creen que el oso fue un emblema llevado por los romanos como símbolo de valor, y otra rara leyenda asegura que había en Madrid un oso que cuando le lloraban los ojos se subía a un madroño para que el fruto le raspara el paladar y le aliviara su malestar...
La Puerta del Sol es uno de los lugares más vivos de Madrid, con un mundo de gente que hace compras a toda hora en los grandes centros comerciales aledaños. Desde allí, caminando por la Calle Mayor, se llega a la Plaza Mayor, una de las más hermosas de la ciudad. La Plaza Mayor es una gran explanada rectangular, de líneas armoniosas, flanqueada por edificios de fachadas rojas con balcones que se levantan sobre amplias recovas: otra vez, la oferta de bares y cafés en las terrazas tienta a los visitantes, que suelen sentarse a rememorar los tiempos en que se organizaban aquí corridas de toros, fiestas... y hasta juicios de la Inquisición. En el centro de esta plaza, que forma parte del sector histórico de la ciudad conocido como el “Madrid de los Austrias”, domina el panorama una estatua de Felipe III. Se puede salir de la Plaza Mayor hacia el Arco de Cuchilleros y la calle del mismo nombre, o bien seguir por la Calle Toledo hasta el Mercado del Rastro (allí funciona los fines de semana una feria callejera).
El siguiente punto de este paseo por el Madrid de los Austrias es el insoslayable Palacio Real: a contramano de la discreción de que gusta hacer gala la familia real española, el palacio fue construido como un símbolo del poder de los reyes, con más habitaciones que cualquier otro palacio europeo. La armonía del edificio revela la maestría de su arquitecto, el italiano Filippo Juvara, mientras la exuberante decoración se debe a la voluntad de los reyes Carlos III y Carlos IV. El Palacio Real se utiliza para actos oficiales, pero se puede visitar, y vale la pena en especial recorrer el imponente comedor, el Salón de Porcelana, el Salón de Gasparini con sus decoraciones rococó, y el Salón del Trono, digno de los cuentos de hadas. Enfrente, la Plaza de España espera para un rato de descanso con sus estatuas de Don Quijote y Sancho, a las que no se puede dejar de saludar en el año del cuarto centenario de la publicación de la gran novela de Cervantes. Un trecho más y los pasos llevarán hasta la Gran Vía, lo más “porteño” de Madrid, ya que la Avenida de Mayo es lo más madrileño de Buenos Aires... Esta avenida, que fue inaugurada hace casi un siglo, fue abierta sobre antiguas calles y pasajes de este sector de la ciudad, dándole un aire más moderno y mundano (y provocando un escándalo que todavía recuerda la zarzuela justamente bautizada La Gran Vía). Las cúpulas y balcones de la Gran Vía son un emblema de Madrid, que en buena parte están siendo restaurados –o ya lo han sido– para recuperar su antiguo esplendor.
UNA CIUDAD PARA EL ARTE El “segundo Madrid”, después del de los Austrias, es el “Madrid de los Borbones”. En el corazón de esta parte de la ciudad se encuentra la Plaza de la Cibeles, con su fuente, tal vez uno de los lugares más queridos por los madrileños: en este lugar, que muchos sienten como símbolo más auténtico que el Oso y el Madroño, confluyen el Paseo del Prado y la calle de Alcalá. La plaza está flanqueada por cuatro edificios importantes: el palacio de Comunicaciones, el palacio de los marqueses de Linares (hoy Casa de América), el Cuartel General del Ejército y el Banco de España. La cercana Puerta de Alcalá –que cantaban hace unos años en una canción Ana Belén y Víctor Manuel– es una puerta conmemorativa neoclásica, realizada para reemplazar una barroca anterior. Linda con el Parque del Retiro, uno de los paseos más tradicionales de Madrid, que antiguamente fue parte del palacio de Felipe IV. Antiguamente el parque era dominio exclusivo de la familia real, hasta que se abrió al público a mediados del siglo XIX: paseos arbolados, un estanque, monumentos, el Casón del Buen Retiro (donde se visitaba el Guernica hasta su traslado al Museo Reina Sofía) y palacios matizan el recorrido de este extenso parque, donde también prosperan músicos y artistas.
El Parque del Retiro no está lejos del Museo del Prado, el otro corazón del “Madrid de los Borbones”. Este museo, uno de los más imponentes de Europa, conforma junto con Museo Thyssen-Bornemisza y el algo más apartado Reina Sofía una trilogía de renombre mundial por la riqueza de sus colecciones, que hacen del Paseo del Prado una cita obligada para los amantes del arte. Velásquez y Goya son los grandes emblemas del Museo del Prado, que también alberga obras de El Greco, El Bosco, Fra Angelico, José de Ribera, Zurbarán y la escuela flamenca: lo más preciado de la pintura clásica. En el Thyssen-Bornemisza, en cambio, se pueden admirar obras de arte occidental, comenzando por los flamencos e italianos para llegar hasta el expresionismo y el pop-art en el siglo XX. De Tiziano a Picasso y Lucian Freud, el panorama es de una variedad y riqueza que asombran. El Museo Reina Sofía, por su parte, está consagrado exclusivamente al arte del siglo XX: su obra principal es el Guernica, pero también posee una importante colección de trabajos de Dalí, Miró y el escultor vasco Eduardo Chillida.
Al atardecer, cuando los museos cierran y a la hora en que la gente sale del trabajo (cuando otras capitales europeas empiezan a quedar desiertas), Madrid revive. Durante todo el año, pero sobre todo cuando el buen tiempo empieza a anunciar la llegada del verano, la gente se vuelca a las calles y a los bares. Toda una vida nocturna, una vida propia, se despliega a los ojos de los turistas... que no saben por dónde empezar. Para saber dónde ir se pueden consultar las muchas guías que circulan sobre la ciudad –gran parte de ellas en versiones electrónicas que se actualizan tan rápidamente como los gustos de los propios madrileños–, pero sobre todo vale dejarse llevar por amigos, o por la corriente de gente que va saltando de un lugar a otro en busca de nuevos conocidos, nuevos sabores y nuevas copas. Y habrá también quienes no resistan la tentación de asomarse, por muy “para turistas” que sea, a algún show de flamenco de los muchos que se ofrecen para los viajeros de paso, que buscan una España condensada y típica en los “tablaos” de la capital.
Oficina de Turismo de España en Buenos Aires: Carlos Pellegrini 1163, piso 3º. Tel.: 4328-9664. Fax 4328-9015. E-mail: [email protected]
En Internet: http://www.descubremadrid.com/
MadridCard: esta tarjeta ofrece entrada gratuita a 40 de los principales museos de Madrid y alrededores. Además permite utilizar el transporte público, subir y bajar del autobús turístico de Madrid Visión cuantas veces se quiera en un día, y gozar de descuentos en tiendas y restaurantes. Incluye los sábados una visita guiada por el Madrid de los Austrias. Cuesta 28, 42 o 55 euros (por 1, 2 o 3 días, respectivamente).
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