PANAMA: HISTORIA Y NATURALEZA CENTROAMERICANA
Además del famoso canal que une el Atlántico y el Pacífico, la pródiga naturaleza tropical de Panamá invita a explorar su territorio y sus islas sobre el Caribe, donde habitan comunidades indígenas como los kunas, quienes desde épocas prehispánicas enhebran y tejen coloridos collares y tejidos con diseños de mágica creatividad.
Los niños y los ancianos enhebran las mostacillas con una habilidad y una rapidez admirables. Las pequeñas esferas se van amontonando, sumando sus colores y, en pocos minutos, combinadas con monedas u otros pequeños objetos, forman parte de los maravillosos collares que confeccionan los kunas, la comunidad indígena que habita en el archipiélago de San Blas, sobre el mar Caribe.
Ubicado al noroeste del país, San Blas es un territorio independiente dentro de Panamá que se rige, desde 1925, con autoridades y leyes propias. Es uno de los destinos más concurridos por los turistas, que llegan a él en pequeñas avionetas o taxis marítimos, atraídos por conocer esta comunidad de unas 50 mil personas. Lo primero que impacta a los visitantes, además del maravilloso paisaje, es la amabilidad de los integrantes de esta original sociedad. Siempre bien predispuestos y extremadamente hospitalarios, los kunas son excelentes anfitriones. En la primera noche de la estadía agasajan a sus visitantes con una cena muy especial en la que, además de ofrecer exquisitos manjares tradicionales, narran su historia y detallan los aspectos más importantes de su cultura y sus costumbres. Se trata de una ceremonia muy particular, en la que es posible ingresar a un mundo muy lejano de la aldea global que habitamos.
Algunos de los islotes, que se pueden recorrer en las lanchas-taxis, disponen de distintas alternativas de alojamiento y son verdaderos paraísos vírgenes en los que la naturaleza reina con total pureza. En ellos se encuentran las clínicas de salud y las escuelas de los kunas, además del centro comunitario en el que discuten y analizan los problemas cotidianos.
En las excursiones por el archipiélago de San Blas se puede ver a los kunas cruzando en canoas de aquí para allá, pescando langostas y pulpos que después venden en Panamá City. Las mujeres, en cambio, dedican su tiempo al tejido y a la creación de las famosas molas, que son esos conocidos diseños en telas multicolores que utilizan como vestimenta.
La importancia de San Blas es que no se trata de un parque temático ni de una puesta en escena de otros tiempos y lugares. Esta es una verdadera comunidad indígena que remite a la América profunda y perdida, y que permite al visitante ampliar espiritualmente la experiencia de un viaje.
EL REINO DE LA NATURALEZA Otro espléndido archipiélago panameño es Bocas del Toro, situado al noroeste del territorio y formado por 9 islas, 51 cayos y más de 200 islotes. El pueblo del mismo nombre es muy pintoresco –con coloridas viviendas de madera– y sirve de punto de partida para conocer el Parque Nacional Marino, la selva y cascadas de isla Bastimentos, los cayos Zapatilla y la Isla de los Pájaros. El archipiélago cuenta con innumerables playas, grutas, cuevas y arrecifes de coral pero, además, es territorio de varias especies de tortugas como la blanca, la de carey, la cabezona o caguama y la más grande de todas: la canal. La época del desove y apareamiento abarca de marzo a septiembre, período durante el cual vale la pena presenciar este fascinante espectáculo natural en algunos sectores de las playas.
Bocas del Toro es, a la vez, el paraíso de los amantes del buceo, que pueden practicarlo en la Bahía del Almirante, puntualmente en el Faro San Cristóbal y en Big Baight, áreas en las que abundan los arrecifes que albergan cangrejos, camarones, estrellas y caballitos de mar, almejas y todo tipo de corales y esponjas.
Hacia el sudeste del país, a sólo 20 minutos de avión desde Panamá City, se encuentra la maravillosa isla Contadora, descubierta en 1514 por Vasco Núñez de Balboa. Perteneciente al archipiélago Las Perlas, dispone de 13 estupendas playas de arenas blancas y aguas transparentes ideales para el buceo y los deportes náuticos. En la zona hay además 130 cayos deshabitados en los que se organizan safaris fotográficos y recorridos de turismo aventura. Pero si lo que se busca es privacidad, entonces el lugar a elegir es Costa Blanca, la paradisíaca franja de playas del distrito de Farallón, sobre el Pacífico, a 115 kilómetros de la capital.
Y si de compras se trata, Panamá ofrece una inmejorable alternativa: la Zona Libre de Colón. Se trata de una ciudad portuaria por la que transita toda la mercadería de importación libre de impuestos, desde los objetos más extravagantes de varios bazares orientales a los mejores electrodomésticos de última generación. En las ferias y los locales, ubicados en los alrededores del puerto, hay excelentes casas de vestimenta y calzado, tiendas de perfumes, joyerías y sitios especializados en vajilla y porcelanas. Las excursiones a Colón, a la vez, matizan las compras con paseos por la antigua y bella ciudad de Portobelo y visitas a monumentos históricos como el Fuerte San Lorenzo, edificado por los españoles para defenderse de los piratas.
ATLANTICO Y PACIFICO JUNTOS Además de la naturaleza tropical de sus playas sobre el océano Pacífico y el mar Caribe, Panamá tiene una capital que no sólo atrae por el famoso canal sino también por su condición cosmopolita y la riqueza de su legado histórico. Fundada en 1519 por colonizadores españoles, que la llamaron Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, actualmente Panamá City es una pujante y limpísima ciudad que supera el millón de habitantes y en cuyas calles abundan los bancos –es un importante centro financiero–, lujosos hoteles, antiguos almacenes, una buena cantidad de shoppings y numerosos comercios y tiendas. Por su estratégica ubicación, atrajo en distintas épocas a grandes potencias que dejaron su impronta en la ciudad. Así pueden verse huellas arquitectónicas de los franceses en sus altillos y balcones de hierro, y de los españoles en las fortalezas, las plazas y las iglesias.
Los altos edificios y torres que se asoman a una hermosa y tranquila bahía definen su perfil moderno, que contrasta con la arquitectura del casco antiguo, donde se destacan notables construcciones del siglo XVII como la Catedral, el Convento de Santo Domingo, el viejo edificio de la Universidad de los Jesuitas y el Museo Las Bóvedas. A la vez, existe otra zona colonial –denominada Panamá Vieja– que abarca unas 28 hectáreas de área protegida en las que sobresalen la Plaza Mayor y las ruinas del Convento de la Concepción y el Puente del Rey. Este distrito fue el primer asentamiento de la ciudad, pero después de los ataques y saqueos del pirata Henry Morgan en 1671, y de ser arrasada por un feroz incendio, tuvo que ser trasladada a su actual ubicación.
Pero, claro, en Panamá City, la atracción principal es el famoso canal, único punto de conexión entre los océanos Atlántico y Pacífico, además del lejano estrecho de Magallanes. Esta obra maestra de la ingeniería comenzó a construirse en 1904 y a partir de 1914 fue administrada por los Estados Unidos hasta que el 31 de diciembre de 1999, horas antes de ingresar al nuevo milenio y a través de un histórico acuerdo, Panamá logró su recuperación. Allí, en el punto exacto donde el Atlántico y el Pacífico unen sus aguas, desfilan anualmente más de 14 mil embarcaciones, entre enormes barcos de transporte de mercaderías y majestuosos cruceros. El lugar de concentración para disfrutar del espectáculo es el dique Miraflores, en el que hay dos terrazas de observación, además de bares y restaurantes.
Todavía al atardecer, cuando el cielo conjuga sus mejores colores sobre el canal, el desfile de barcos y cruceros es incesante. Más allá, en las islas del Caribe, los kunas vuelven a organizar su ceremonia y los pájaros esconden sus silbidos entre las últimas sombras de las palmeras. Así, la naturaleza, la historia y los tiempos actuales se conjugan en la tierra donde se abrazan los océanos.
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