Dom 07.08.2005
turismo

CHUBUT EN PUERTO MADRYN Y PENíNSULA VALDéS

Avistaje de fauna marina

El paraíso faunístico desplegado en torno de Puerto Madryn está en plena ebullición. Ballenas francas, elefantes marinos y toninas incitan a los avistajes, en Península Valdés y otras zonas protegidas.

› Por Graciela Cutuli


En las costas de Puerto Madryn y Península Valdés, el invierno patagónico tiene un as en la manga que hace olvidar rápidamente las ráfagas frías que barren las playas: es la presencia de la ballena franca austral, la gran vedette de las aguas del Golfo Nuevo.

Los ciclos de la naturaleza impulsan a la ballena todos los años, desde junio y hasta diciembre, hacia esta zona del litoral patagónico donde se aparea y da a luz a sus crías. Las primeras nacen generalmente en agosto, y las últimas hacia octubre: uno de los más deliciosos momentos de los avistajes consiste sin duda en descubrir los juegos entre madres y crías, a veces a pocos metros de las embarcaciones que zarpan desde Puerto Pirámides llevando a los turistas aguas adentro. Con los años, las ballenas francas fueron ampliando sus áreas de presencia: no sólo llegan más ejemplares, sino que también hay más crías y la franja de costa donde se las puede divisar es cada vez más extendida. Este fenómeno se debe probablemente a la prohibición de la caza, que permitió a la especie desde mediados de los años ‘80 una lenta pero firme recuperación, con tendencia a ocupar nuevamente las mismas zonas que ocupaba antes de verse al borde de la extinción por la extensa explotación comercial.

Ballenas a la vista El avistaje de ballenas se realiza todos los días, desde la mañana hasta el atardecer, y no hay opiniones concordantes sobre un horario mejor que otro para divisar a los grandes cetáceos: de hecho, las lanchas se acercan tanto que todos los turistas vuelven satisfechos y asombrados de estos “encuentros cercanos” con los gigantes del mar.

La gran popularidad que ganaron las ballenas en los últimos 20 años tiene dos caras: por un lado significa una importante concientización sobre el valor de la especie, y la generación de recursos que permiten realimentar las iniciativas tendientes a la conservación. Por otro, sin embargo, impone a estas zonas protegidas una fuerte presión turística: que en esta disyuntiva sea la naturaleza la que salga victoriosa, dependerá tanto de la responsabilidad individual de cada turista como de las medidas de protección que se tomen a nivel provincial. Ellas, mientras tanto, siguen llegando y ampliando la fiesta que significa verlas saltando como si, en lugar de pesar 40 toneladas, fueran livianas bailarinas. Estos saltos, tan buscados para las fotos como los momentos en que las ballenas permanecen con la cola fuera del agua, son durante la infancia una forma de juego, mientras en la edad adulta los especialistas las consideran como una forma de comunicación entre ejemplares que se encuentran a cierta distancia. Otros, sin embargo, opinan que es frecuente que las ballenas salten en las zonas por donde antes pasó una embarcación, tal vez como demostración de fuerza o para marcar el propio territorio. Los capitanes de las embarcaciones turísticas también observan que con los años las ballenas madres parecen haberse acostumbrado más a su presencia, y ya no impiden con tanta firmeza como en el pasado que los ballenatos se acerquen a las lanchas turísticas.

Embarcado y desde la costa El avistaje tradicional embarcado parte de las costas de Puerto Pirámides, el pueblito ubicado casi en la entrada de la Península Valdés, desde donde salen prácticamente todos los operadores de la zona. Se puede elegir entre catamaranes o embarcaciones más pequeñas, ya que todos aseguran un avistaje impecable: con un poco de suerte y tiempo, o en salidas especiales, también se puede ir detrás de las ágiles toninas overas, con su inconfundible lomo blanco y negro. Esta especie fue descrita por primera vez por el naturalista Philibert Commerson, que formaba parte de la expedición del barón de Bougainville alrededor del mundo: más tarde, las toninas overas fueron estudiadas por el perito Francisco Moreno. Verlas en el agua es toda una fiesta, por su rapidez y facilidad para los saltos y otras piruetas: si bien están presentes todo el año, durante la primavera y el verano –las épocas de mayor actividad reproductiva– son más fáciles de avistar. Además de las salidas embarcadas, se hace cada vez más popular también el avistaje de ballenas desde la costa. El lugar ideal (¡además de algún balcón que dé a las playas de Puerto Madryn!) son las playas de El Doradillo, sobre el Golfo Nuevo, a sólo 15 kilómetros de Puerto Madryn.

El área protegida de El Doradillo tiene unos 30 kilómetros de extensión, con acantilados, restingas y miradores naturales desde donde se ven fácilmente las ballenas y sus crías. Las ballenas nadan a veces a pocos metros de la costa, y brindan un involuntario espectáculo que vale la pena ver, por la hermosura del entorno, la quietud del paisaje y la confianza con que estos grandes cetáceos se desplazan en las aguas tranquilas del Golfo.

Vecinos molestos Dejando de lado la acción humana, a la ballena franca sólo se le conoce un predador: es la orca, también presente en las aguas de la Península Valdés, aunque se considera que hay menos ataques e intentos de ataque de lo que podría esperarse dada la gran cantidad de ejemplares apostada en esta región. Tal vez la suerte de las ballenas es la desgracia de los lobos y elefantes marinos, cuyas crías son presas más fáciles para las ágiles y audaces orcas. Las ballenas, sin embargo, tienen otras molestias: las gaviotas cocineras, que prosperan gracias a los basurales urbanos, la acumulación de desechos de los pesqueros y también los descartes de la pesca en el mar, dejaron de entablar una relación circunstancial con los cetáceos para constituirse en un verdadero factor de acoso. Si tiempo atrás se las veía posadas en el lomo de las ballenas para alimentarse de trozos de piel suelta, las gaviotas comenzaron luego a adoptar una conducta inusual: picotean a las ballenas para alimentarse directamente con su piel y grasa, provocándoles molestas heridas. Incluso se cree que muchos ejemplares intentan salir menos a la superficie y dejar el dorso al descubierto, para evitar esta cada vez más frecuente molestia.

Algo mas que ballenas Aunque las ballenas son la gran atracción en esta época del año, el “calendario faunístico” de la Península Valdés, que va muy unido al calendario turístico, indica que también es época para ver lobos y elefantes marinos en los apostaderos de la península (la zona de Punta Norte y Punta Cantor) y también en Punta Loma, apenas en las afueras de Puerto Madryn. Siguiendo hacia el sur, se llega a las hermosas playas y bardas de Cerro Avanzado, donde suelen hacerse las caminatas interpretativas en busca de fósiles de vertebrados marinos. Estas caminatas se realizan durante todo el año, y son una de las mejores opciones que se pueden realizar para complementar los avistajes de ballenas y otras especies.

También el avistaje de aves se realiza durante todo el año: basta con un buen par de prismáticos para empezar a conocer la enorme riqueza de aves marinas que pueblan este sector de la costa chubutense, con el punto culminante en la famosa Isla de los Pájaros, aquella con forma de “serpiente que se tragó a un elefante”, como en el dibujo de El Principito. Esta isla, sin embargo, es una reserva a la que no se puede acceder: habrá que contentarse con observarla desde los catalejos, y dirigir la curiosidad hacia los muchos tramos de costa donde hay gran cantidad de aves.

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