Domingo, 15 de enero de 2006 | Hoy
ECOTURISMO > AVES EN LA ARGENTINA
Mochila a la espalda, binoculares en mano, la observación de aves es una de las formas del ecoturismo que tiene en la Argentina paisajes y especies únicas. Una actividad que también despierta mayor conciencia sobre la necesidad de preservar la naturaleza. De la Patagonia al noroeste y de la Mesopotamia al oeste, un vuelo rasante sobre diversos lugares para buenos avistajes.
Por Graciela Cutuli
El vuelo de un cóndor, majestuoso y lento, sobre las cumbres de los Andes. El vertiginoso batir de alas de un colibrí con el largo pico clavado en una flor. El golpeteo continuo del pájaro carpintero contra un tronco. El avance sereno de los cisnes de cuello negro sobre la superficie de una laguna. Son todas instantáneas de una forma de turismo que logra aproximarse a la naturaleza, ingresando con precaución en el hábitat de las más diversas especies para observar la vida de los animales sin perturbar su entorno. El avistaje de aves –o birdwatching, el nombre inglés con que empezó a difundirse la actividad en los países anglosajones– es una de las formas de ecoturismo más difundidas en la actualidad, y trajo consigo una creciente conciencia de la necesidad de salvaguardar la diversidad de las especies a través de la protección de sus ámbitos naturales.
Para iniciarse en la observación de aves no hace falta ir muy lejos: basta con acercarse a reservas como la de Costanera Sur, Ribera Norte u Otamendi, a pocos kilómetros de Buenos Aires. Lo que sí hace falta es paciencia y silencio, ya sea que se vaya con grupos organizados –hay asociaciones que realizan cursos de observación de aves con salidas de campo incluidas– o en solitario: hay que aguzar el oído para descubrir el canto que delata la presencia de algunas aves, y tener la vista atenta para distinguir colores y plumajes entre los colores de la vegetación. En el equipamiento necesario, además de binoculares, cámara de fotos y cuaderno de notas, es buena idea llevar una guía de aves de la Argentina que permita identificar con mayor facilidad las distintas especies.
En nuestro país existen unas mil de las aproximadamente 9800 especies de aves que hay en el mundo, de las cuales el 12 por ciento corre serio peligro de extinción. Aves Argentinas, una de las principales asociaciones dedicadas a la ornitología en Sudamérica, asegura que según el último “Libro rojo” internacional sobre aves silvestres en extinción, 39 especies presentes en nuestro país están amenazadas a nivel mundial. En particular hay dos especies en la categoría “crítica”, que tienen un 50 por ciento de posibilidades de extinguirse en sólo diez años (para algunos especialistas ya se han extinguido o están prácticamente en vías de hacerlo). Se trata del playero esquimal, un ave migratoria que llegaba a las pampas; y el guacamayo azul, un loro del Litoral. También corren riesgos el pato serrucho y el capuchino de collar, ambos de la Mesopotamia. No son ajenos a este fenómeno la explotación de muchos ambientes naturales, el uso indebido de plaguicidas, los cultivos que avanzan sobre los pastizales nativos y la deforestación. Las aves van de la mano de su ambiente; quien cuida al uno, cuida también al otro. Y como no se ama lo que no se conoce, lo primero en el mundo de la observación de las aves es asomarse al conocimiento de las distintas especies y los lugares donde se las puede divisar. Hay que tener en cuenta que la distribución exacta de las aves en una región no siempre puede precisarse por completo, por un conjunto de razones que va desde su capacidad de desplazarse hasta los vientos, las inundaciones y otros factores. Por eso llevar un mapa e ir anotando siempre es un trabajo interesante. La observación de campo y la experiencia irán ayudando a distinguir cada especie y a conocer los grandes biomas argentinos, verdaderos paraísos del birdwatching: la selva misionera, las selvas del noroeste, Chaco, el monte, la Puna y Prepuna, la pampa y ribera rioplatense, el litoral marítimo y austral, la estepa patagónica y los bosques australes. Mientras tanto los más aficionados pueden sumarse a juegos como el Ornitlón, que se realiza periódicamente en nuestro país: se trata de una competencia de conteo de aves por equipos, cuyo objetivo es registrar la mayor cantidad de especies de aves en un lugar y tiempo definidos. Sólo para expertos.
Los bosques y lagos de la Patagonia andina son ideales para recorrer y avistar aves todo el año, pero la mejor época es tal vez entre mediados de septiembre y mediados de abril. El Parque Nacional Nahuel Huapi, el Parque Nacional Los Alerces o la ruta de los Siete Lagos, entre otras regiones, permiten divisar decenas de especies, algunas de ellas endémicas de los Andes patagónicos: se pueden observar variedades como el águila mora, el cóndor andino, el aguilucho común, el chimango, los halcones peregrino y plomizo, los jotes de cabeza negra y colorada, el caburé, la golondrina y el zorzal patagónico, la bandurria y el flamenco austral, el biguá y el cormorán imperial. Más al sur, el Parque Nacional Los Glaciares alberga 145 especies, cinco de ellas “casi amenazadas” y dos “vulnerables” a nivel global, según las clasificaciones de Birdlife Internacional. Especies como el choique, el biguá, el macá, la garza bruja y la garza mora, el flamenco austral, los jotes, el cisne de cuello negro, el cauquén, el águila mora o el gavilán pueden encontrarse en la región. Los especialistas destacan que aquí se encuentran poblaciones importantes de especies amenazadas en otras zonas de distribución, además de variedades raras o poco conocidas, que ofrecen todavía un terreno casi virgen de investigación y observación. Pero también encienden una luz de alerta: a la par del crecimiento del ganado, la erosión y la introducción de plantas exóticas, el hábitat de muchas aves corre el riesgo de modificarse y, en última instancia, de desaparecer.
También en su lado costero la Patagonia es un paraíso ornitológico. Empezando por lugares como la Isla de los Pájaros, junto al Golfo San José, la famosa isla que inspiró a Saint-Exupéry para El Principito, y que hoy es una reserva de acceso prohibido situada a 800 metros de la costa. Desde los miradores, sin embargo, se pueden observar las aves que anidan en la isla, y hay incluso operadores turísticos que ofrecen interpretaciones y avistajes en las zonas aledañas. Gaviotas, gaviotines, gaviotas cocineras y biguás nidifican todos los años en este lugar. Las costas de Puerto Pirámides también son ideales para observarlas, así como a los cormoranes y los vistosos ostreros de plumaje negro y pico rojo. Aves de paso como flamencos y petreles se pueden avistar durante la temporada de producción (septiembre-febrero), y por supuesto el pingüino de Magallanes es uno de los reyes de este tramo de la costa, con sus cientos de miles de ejemplares asentados en las costas de Punta Tombo. Más al norte, las costas de San Antonio Oeste reciben entre marzo y abril grandes bandadas de aves migratorias, de modo que la zona fue declarada parte de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras, y está ampliamente protegida para evitar daños a las aves y facilitar la observación. Entretanto, en el extremo sur de la Patagonia, la ría Deseado es una reserva natural de increíble biodiversidad, con islas donde viven gaviotas, cormoranes, palomas antárticas y pingüinos de Magallanes, y el Parque Nacional Monte León (Santa Cruz) alberga más de 47 especies de aves.
El norte de la Argentina tiene con qué competir a la hora de atraer a los ornitólogos y birdwatchers. No es para menos, si se piensa en lugares tan exuberantes como el Parque Nacional Iguazú, en cuyas selvas mimetizan pájaros de increíble belleza. Los senderos abiertos a través de los densos grupos de árboles permiten hacer caminatas guiadas, o bien desplazarse en vehículos especiales descubiertos que siguen con comodidad los senderos sombreados de verde. Cualquiera sea la modalidad elegida, la presencia del guía es clave para orientarse en un mundo de enorme variedad. La selva paranaense, aunque diezmada, alberga urracas comunes, el vistoso tucán, águilas copetonas, vencejos, picaflores, harpías (el ave rapaz más poderosa del mundo, en peligro de extinción), macucos y numerosas variedades de loros. Cerca de Puerto Iguazú, existe un centro de recuperación y recría de aves en peligro, que realiza programas de reproducción en cautiverio y cura a los animales heridos, funcionando como reserva educativa y centro de rehabilitación. Los Saltos del Moconá, también en Misiones, son otro lugar ideal para observar la avifauna de la selva paranaense. Y no se quedan atrás los espléndidos Esteros del Iberá, en Corrientes, donde reinan especies como el chajá, las garzas, cigüeñas, gallaretas, patos y otras aves: durante la navegación por los esteros es posible divisarlas y escuchar sus diferentes voces, como un eco que recuerda la importancia de la convivencia entre el hombre y la naturaleza. Recientemente también en Colón (Entre Ríos) se empezaron a organizar salidas de avistaje, de unas tres horas de duración, en grupos de seis personas: se realizan en los sitios cercanos a los arroyos de La Leche y Artalaz (incluso es posible alquilar equipos fotográficos especiales para la fotografía de aves). Allí se observan horneros, calandrias, teros, zorzales, benteveos, palomas, carpinteros y tacuaritas.
El noroeste argentino ofrece un paisaje muy distinto, pero los observadores de aves también tienen allí destinos únicos. En Salta, uno de los lugares ideales para el birdwatching es el Parque Nacional El Rey, a 200 kilómetros de la capital provincial. Viven allí más de 300 especies de aves pertenecientes a distintos ecosistemas, ya que el parque tiene gran extensión y variedad, favorecida por el aislamiento de la región. Hay varios senderos internos donde está permitido el avistaje de aves, como el camino de ingreso y la Laguna de los Patitos, rica en aves acuáticas (chiflones, garzas blancas, garzas brujas, patos maiceros y colorados). Se pueden ver también palomas, tucanes, bandurrias bayas, chuñas de patas rojas, teros, pavas de monte, chingolos y muchas otras especies.
Jujuy, por su parte, tiene en la Laguna de los Pozuelos un excelente lugar para ver y fotografiar aves: la reserva protege el ecosistema lagunar y sus especies endémicas, y se destaca sobre todo una importante colonia de coloridos flamencos. Hay que recordar que los ambientes de la Puna y la Prepuna tienen características particulares, con gran amplitud térmica, de modo que las especies que se adaptan son muchas veces endémicas, es decir, exclusivas de esta región (algunas gallaretas, el pato puneño, la guayata y otras variedades).
Tal vez la gran dificultad para los avistadores de aves sea elegir el destino, ya que la gran superficie y la variedad de ecosistemas de nuestro país multiplican los lugares. También las llanuras y sierras del centro del país son ricas en especies para avistar: hay salidas de observación de aves en el Parque Luro, a 45 kilómetros de Santa Rosa, donde se pueden seguir tres senderos de interpretación autoguiados y servicios de interpretación ambiental, y también en el Parque Nacional Lihué Calel, una zona de sierras de 200 metros de altura muy interesante desde el punto de vista de flora y fauna, pero también por las pinturas rupestres de los primitivos habitantes de la zona. Las sierras cordobesas son asimismo un ecosistema ideal para los birdwatchers: en las distintas estancias y centros turísticos de la zona se organizan salidas, y todo buen caminante que recorra los senderos de los valles de Calamuchita, Traslasierra o Punilla podrá divisar con relativa facilidad numerosas especies. Según la época –ya que hay aves migratorias– pueden verse, entre otros, horneros, calandrias, picaflores, cotorras, chingolos, zorzales, chincheros, tordos, teros, jilgueros, tacuaritas azules, sietecolores, jotes y golondrinas. En varios sectores de las sierras se hacen avistajes de cóndores, en particular en la Quebrada del Condorito.
La vecina San Luis, por su parte, no se queda atrás: en la zona de la Villa de Merlo se pueden observar alrededor de 200 especies, incluyendo águilas moras, carpinteros negros y de lomo blanco, zorzales colorados, reinas moras, jotes y halcones peregrinos. También hay cóndores, y se organizan salidas de avistaje tanto en las Sierras de las Quijadas como en las distintas estancias de la zona.
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