turismo

Lunes, 3 de junio de 2002

ITALIA CIUDADES ETRUSCAS Y MEDIEVALES EN LA TOSCANA

Enigmas de la Etruria

Murallas, necrópolis, aguas termales y un laberinto de cavernas de la antiquísima civilización etrusca en Sorano, Sovana y Saturnia, al sur de la Toscana. Y cerca de Florencia, la ciudad de Volterra, cuyo origen se remonta al siglo IX a.C., también ha preservado restos arqueológicos de la Etruria en el marco de su arquitectura medieval.

textos y fotos:
Florencia PodestA

La ciudad medieval de Sorano emerge, tan bella como precaria, sobre un promontorio, audazmente construida en el borde del cañón. Circundada por profundas gargantas cavadas por el río Lente, se asoma a este precipicio vertical en medio de una vegetación exuberante. Pocas veces como en Sorano la particularidad de la posición natural ha determinado la historia y la estructura urbanística de un lugar.
Acabamos de llegar a esta ciudad de la región de la Maremma, en el sur de la Toscana, atravesando el centro de Italia. Hemos entrado, como cruzando un velo invisible, al corazón de la Etruria. Esta es la civilización más enigmática de las tierras itálicas, por su antigüedad -se remonta desde mil años antes de Cristo hasta después de la conquista romana– y por su carácter tan evolucionado para la época, en comparación con el resto de Europa, salvo Grecia. Muchas cosas hacen fascinantes a los etruscos; surgieron aparentemente de la nada, con un arte ya muy refinado –trabajo de metales, escultura, alfarería, escritura, etc.–, comparable al de los antiguos griegos, aunque el origen y el estilo fueran otros. Entre el siglo VIII y VI a.C. se “orientalizaron”, acercándose en su filosofía y arte a las civilizaciones del Asia Menor.

La NecrOpolis de Sovana En 1943 un explorador de nombre Ainsley descubrió en Sovana, en las inmediaciones de Sorano, una necrópolis etrusca que resultó ser una de las más importantes del país. De gran tamaño y riqueza, su origen se remonta al período de mayor esplendor de la civilización estrusca, entre los siglos VII y III a.C. Por su posición estratégica entre el mar y el Monte Amiata, rico en metales y minerales, la Necrópolis de Sovana concentra una cantidad increíble de tumbas, algo así como una ciudad laberíntica y subterránea de 2500 años.
Lo particular de estos sepulcros es que no fueron construidos sino excavados y esculpidos directamente en la roca viva de las paredes verticales de los valles fluviales. Por eso pueden llamarse tumbas rupestres. Algunos sepulcros, los más fastuosos, tienen forma de templo con columnas que sostienen capiteles y frisos. Pero los artesanos y los arquitectos etruscos no tuvieron que transportar grandes bloques de piedra para estas construcciones, sino aprender a crearlas “en negativo” tallándolas hacia adentro, en este material blando y dúctil.
En el Parque Arqueológico podemos visitar las más monumentales, pero si tenemos espíritu explorador, basta con caminar y perdernos en esta tierra misteriosa para hacer nuestro propio descubrimiento. Por todos lados, muy por arriba o por debajo del nivel del suelo, se ven más portales, algunos tan chiquitos que hay que gatear para entrar. De repente en el muro de piedra aparece un quiebre de medio metro, una especie de pasillo, y nos metemos a caminar por ahí. Al principio podríamos creer que se trata de un cañón natural, ya que es hondísimo (30 metros de profundidad). Pero después nos enteramos de que es la “Cava di San Sebastiano”, una de las “vie cave” más impresionantes hechas por los etruscos. Hasta hace poco se pensaba que servían principalmente como vías de comunicación, ya que varias ciudades y centros etruscos se encuentran unidos por esta red de caminos. Y hasta hace poco todavía se las usaba de esta forma, sobre todo teniendo en cuenta que algunas son tan anchas como para que pase un carro. Pero ahora muchos arqueólogos sostienen que la sola función del transporte no justifica semejante obra. Como además existen recorridos ilógicos, que no llevan a ninguna parte, o sólo a lugares sagrados o necrópolis, hoy se cree que la función de las “vie cave” era más que nada religiosa, laberintos en donde se celebraban rituales a la tierra y a los muertos. Siempre se han encontrado excavadas dos vías paralelas. Probablemente esto tenía algún vínculo con el hecho de que las necrópolis etruscas siempre se ubican entre dos cursos de agua paralelos; para los etruscos los ríos eran sagrados.
La concepción etrusca de la muerte no era trágica; el mundo ultraterreno era un lugar en donde nada cambiaba. Era necesario darle al muerto lo quehabía tenido en vida, para siempre. Por eso cuando alguien moría los familiares y amigos celebraban banquetes con danzas, música y juegos. En la Necrópolis de Tarquinia, unos kilómetros más al sur, se encontraron frescos extraordinarios con imágenes de animales en el bosque, toros, delfines y patos en el agua, bailarinas y músicos en acción, y escenas eróticas, con reminiscencias micénicas.

Domicilios verticales En Sorano nos reciben Clara y Enrico, milaneses emigrados. “Este lugar es un secreto”, dice Clara. “Durante casi cien años Sorano se fue despoblando. Hubo un decreto en 1929 que decía que la ciudad debía ser abandonada, por el peligro de la erosión progresiva del suelo; las casas podían empezar a derrumbarse. En los años 80 alguna gente un poco soñadora se enamoró de este lugar, y empezó a comprarse, por nada, las casas de Sorano viejo. Trajeron –trajimos– una nueva onda, gente cansada de las ciudades, de las multitudes, de los ritmos frenéticos. Ya en los 90 se empezaron a hacer reestructuraciones del terreno para evitar los derrumbes. Ahora ya no hay peligro, y salvamos este lugar fabuloso.”
Entramos al pueblo por una puerta en la muralla medieval, y nos perdemos entre callejones y pasajes irregulares. Las puertas de las casas son pequeñas y apretadas, separadas por pocos metros. No es que las casas sean tan chicas, es que se desarrollan en vertical. Clara nos muestra lo que será nuestra casa por estos días. La puertita de madera se abre a una cocinita, de allí una escalerita lateral sube hasta un comedor con vista al cañón y a las montañas de enfrente, adonde pueden verse agujeros, más cuevas. Otra escalera en semiespiral sube al dormitorio, que tiene un techo altísimo de tejas rojas, desparejo, sostenido por travesaños retorcidos de madera muy antigua. No se ve un ángulo recto, los ambientes parecen escenarios expresionistas. En estas casas no existe la simetría, sino más bien las leyes de la naturaleza; crecieron según el terreno, según el espacio estrecho dejado por las casas vecinas, como árboles en el bosque, en procura de la luz. Los muebles de la abuela de Clara dan un toque elegante a lo rústico.
Muchas veces las habitaciones de este tipo de casa típicamente soranesa están excavadas en la roca viva, aprovechando concavidades naturales o, más frecuentemente, artificiales, pertenecientes a aquel laberinto de galerías, cunículos y cavernas. Estas, profundamente inscriptas en las entrañas del promontorio tufáceo, representan un itinerario en sí mismas, una clave de lectura alternativa para la esencia misteriosa e inaprehensible de la historia de Sorano. Algunos de estos subterráneos revelan, no obstante siglos de usos diversos, características de tumba etrusco-romana, o de morada rupestre prehistórica.

Un spa etrusco Otro de los mágicos e inolvidables lugares de la Maremma es Saturnia. Se tra-

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Sorano. La ciudad medieval trepa sobre sí misma, rodeada por profundas gargantas y una vegetación exuberante.
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