ALEMANIA > DE PASEO POR BERLíN
Hace quince años, Berlín volvía a ser oficialmente la capital de una Alemania reunificada. Y este año lo conmemora con el evento mediático más importante del planeta: el Mundial del Fútbol Alemania 2006.
› Por Graciela Cutuli
La fiesta tan esperada ya se acerca, y toda Alemania está lista para que el Mundial 2006 sea un acontecimiento memorable. De norte a sur, todas las ciudades sede, doce en total, desplegaron sus esfuerzos para embellecerse y organizar un amplio calendario de eventos que acompañan el desarrollo de la Copa del Mundo y abarcan desde conciertos hasta encuentros culturales. Si los alemanes hacen honor a su fama, hay que esperar una organización perfecta. Y la cabeza de todo se encuentra en Berlín, que este año además celebra el 15º aniversario de su restablecimiento como capital de la Alemania unificada. A los ojos del mundo, es la presentación oficial de la “nueva” Berlín, donde el muro no es más que un recuerdo y una curiosidad turística, y donde las grandes obras de la reunificación dieron paso a una ciudad moderna y cómoda en su papel de bisagra entre los “viejos” y “nuevos” países de la Unión Europea.
En las prendas infantiles, el que perdía se “iba a Berlín”. La revancha del destino hace que esta vez sea quien gane el que tenga el privilegio de “ir a Berlín” para jugar la gran final del Mundial, que tiene fecha para el 9 de julio. Para la ocasión, la capital alemana se preparó a lo grande.
Aunque Berlín es una ciudad extensa, que con el paso del tiempo fue absorbiendo pequeños pueblos y localidades de los alrededores, para el turista los principales puntos de interés están en general cerca del área céntrica. Y cuando la cabeza ya esté desbordada por las largas palabras en alemán, siempre habrá tiempo de hacer una pausa en alguno de sus 7000 bares o restaurantes. Berlín es sobre todo una ciudad moderna, activa, comercial y a la vanguardia, una ciudad que está de moda, y no sólo por el fútbol.
El icono de la ciudad en el mundo es la Puerta de Brandeburgo, construida entre 1788 y 1791. Si en otros tiempos simbolizó el poder de la Alemania imperial, la construcción del Muro en los años ’60 la dejó en el centro de una desolada tierra de nadie, hasta que la caída de la pared que dividió Berlín la devolvió al centro de la escena, y a las pantallas de todo el mundo cada vez que Alemania festeja el Día de la Reunificación, o las fiestas de Año Nuevo. De símbolo de la división, pasó así a ser símbolo de la unidad. Su silueta clásica, diseñada como arco triunfal para el rey Federico Guillermo II, es un homenaje a la Acrópolis ateniense, como subraya la cuadriga dirigida por la diosa de la Victoria agregada algunos años más tarde. Ahora está abierta sólo a los peatones, mucho más inofensivos que los ejércitos que, con las sucesivas guerras, fuerondesfilando victoriosos bajo su sombra. El último desfile de tropas fue en 1945, cuando el Ejército Rojo tomó Berlín, pero la Puerta de Brandeburgo –el único resto de una pared que rodeaba toda la ciudad– guarda sin duda el recuerdo de otros vaivenes históricos: en 1806, cuando Napoleón ocupó Berlín, ordenó como símbolo de su victoria llevar a París la cuadriga (antiguo carro tirado por cuatro caballos) que corona el conjunto. Hasta que la derrota de Waterloo obligó a Francia a devolverla.
La Puerta de Brandeburgo está situada frente al Tiergarten, el pulmón verde de Berlín, entre el Reichstag (Parlamento) y la Postdamer Platz. El Reichstag, cuya construcción se completó en 1894, fue la sede del Parlamento imperial y tuvo una función semejante durante la República de Weimar, hasta el misterioso incendio de 1933 que marcó el imparable ascenso nazi al poder. Hoy es nuevamente la sede parlamentaria federal, y la cúpula de cristal que corona y aligera sus austeras paredes de piedra es uno de los nuevos símbolos de la Berlín reunificada. Una rampa suave permite rodear la cúpula y divisar los techos de la ciudad, después de ver en la base una exposición que cuenta la historia del edificio. La mañana temprano y el atardecer son los mejores horarios para subir, ya que suele haber mucha gente, y para reservar una visita guiada se aconseja una anticipación de dos meses. Un dato para convencer a quienes aún dudan de que Berlín esté de moda.
Del otro lado, la Postdamer Platz es el nuevo centro de Berlín, después de varios años durante los cuales se calificó como “la mayor obra en construcción de Europa”. Hasta los años ’20 había sido una de las plazas más animadas del mundo, un importante centro comercial y de transportes: pero primero los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial, y luego su ubicación entre los sectores ruso, británico y norteamericano durante la ocupación de Berlín, la convirtieron en un desierto. La construcción del Muro terminó de marcar su ruina. Pero aquellos tiempos también quedaron atrás, y la Postdamer Platz se tomó su revancha: un nuevo conjunto de edificios residenciales, torres de oficinas, centros comerciales y de entretenimientos se levantaron en la zona, hoy nuevamente llena de gente y de vida, aunque para algunos todavía tiene un aire algo artificial. Entre los edificios más reconocibles de Postdamer Platz se encuentra la torre Debis, de Renzo Piano, el Sony Center, de Helmut Jahn, y el edificio Kohlhof, que tiene un mirador a 93 metros de altura.
Detrás de Postdamer Platz se encuentran los distritos de Kreuzberg –uno de los más animados de Berlín, con una importante población turca, a los que se suman bohemios y artistas de toda clase– y Mitte, que fue sede de los edificios gubernamentales durante la era de los reyes prusianos, los emperadores alemanes y, más tarde, la Alemania Oriental. Aquí se encuentran el Berliner Dom, la catedral protestante, y el célebre boulevard Unter den Linden, bordeado de edificios barrocos y neoclásicos, entre ellos el Kronenprinzenpalast, donde se firmó en 1990 el acuerdo de Reunificación. Entre ambos barrios, los turistas dirigen sus pasos hacia la Haus am Checkpoint Charlie, donde se encontraba una de las casillas de control de los guardias de Alemania Oriental. Aunque fue retirada y llevada al Deutsches Historisches Museum en Unter den Linden, quedó en el lugar una exhibición que cuenta la historia del Muro y exhibe algunos de los instrumentos que usaban los alemanes del Este para escapar, desde pasaportes falsos hasta globos aerostáticos. Algunas fotos ilustran la construcción de la pared divisoria y los túneles de escape que les costaron la vida a decenas de habitantes en los intentos fallidos de fuga. No se puede obviar tampoco, siguiendo las huellas de esta porción de la historia alemana, la Alexanderplatz (que muchos recuerdan por la novela de Alfred Döblin): aquí, en esta plaza que los alemanes del Este aún consideran como su verdadero centro, estuvo el epicentro de las manifestaciones que concluyeron con el derrumbe del Muro. La principal atracción es la Torre de Televisión de 365 metros de altura, con su café giratorio, pero la plaza –que es objeto de una amplia reestructuración arquitectónica– aún conserva el sabor de los viejos tiempos de la Alemania dividida.
La calle Kurfürtersdamm es el corazón del centro occidental de Berlín: bordeada de árboles, y sobre todo de negocios, sus tres kilómetros son una sucesión de cines, teatros, hoteles, bares, clubes, galerías de arte y tiendas, en perpetuo movimiento durante todo el día y buena parte de la noche. Los berlineses la llaman, familiarmente, Ku’damm, una forma de abreviar los de por sí largos nombres germánicos. Al planificar el viaje, sin embargo, no hay que olvidar que Berlín es también una ciudad de museos. La antigüedad y las artes tienen un lugar relevante, como en el Museo de Pérgamo, que alberga en su departamento de antigüedades griegas y romanas el célebre Altar de Pérgamo. El altar ocupa toda una habitación, y muestra en sus frisos la batalla entre los dioses olímpicos y los titanes. Originalmente estaba emplazado en Turquía, pero fue desmontado y trasladado por los arqueólogos alemanes que lo descubrieron. Durante algunos años, fue llevado por los rusos como botín de guerra al Museo del Hermitage, en San Petersburgo. También son muy interesantes el Museo Altes de arte antiguo y arqueología, el complejo museístico del Kulturforum, la Alte Nationalgalerie (con arte de los siglos XVIII en adelante), la Neuenationalgalerie y los museos dedicados a Gropius y la Bauhaus. Y sin duda, más allá del arte, no se puede obviar un lugar que tiene mucho para contar sobre la historia local: el Museo Judío, que traza la historia de los judíos alemanes desde la Edad Media hasta la actualidad, ilustrando en detalle la evolución de las leyes referentes a su participación en la sociedad civil.
Pero incluso después de haber visto estas plazas, haber recorrido estas calles y haber visitado estos museos, Berlín tendrá todavía mucho que mostrar e increíbles rincones por descubrir. A cada uno le toca trazar su propio itinerario y también organizar sus horarios para que, entre visita y visita, quede un rato libre para lo que realmente importará en la capital alemana este verano: el recorrido a veces caprichoso de una pelota de fútbol sobre el estadio mundialista.
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