ALEMANIA > ARGENTINA EN EL MUNDIAL
Durante el Mundial, la Tierra se pone más redonda que nunca. Y su eje se desplaza hasta pasar justo encima de Alemania. Mientras tanto, desde la Argentina toda la atención está puesta en las tres sedes donde nuestra Selección jugará la primera ronda, Hamburgo, Francfort y Gelsenkirchen.
› Por Graciela Cutuli
El juego, el tiempo y también un poco de suerte, que nunca viene mal, dirán si hay posibilidades de que la Argentina ponga sus ojos en Berlín, para la gran final del Mundial que se jugará en el Olympiastadion de la capital. Mientras tanto, son tres las ciudades de Alemania que captan toda la atención desde esta parte del mundo: Hamburgo, Francfort y Gelsenkirchen, las tres sedes de los primeros partidos blanquicelestes, pero que además de su puntual interés futbolístico tienen méritos suficientes como para ser destinos turísticos durante todo el año, mundiales aparte.
Como suelen recomendar los guías antes de poner un pie en Alemania, conviene aprender al menos dos palabras básicas del vocabulario del buen turista: “Bitte” (por favor) y “Danke” (gracias), para después encomendarse a los dioses protectores del viajero y poner rumbo al destino favorito. Sin duda a la vuelta habrá –además de fotos para compartir, anécdotas y la impresión básica que todo argentino se lleva de Alemania (¡lo bien que funciona todo!)– una valija llena de recuerdos de estas tres ciudades que guardan desde souvenirs de Los Beatles hasta el corazón financiero alemán.
Es innegable que Hamburgo se hizo famosa por su “zona roja”, el Reeperbahn, y por lo tanto inevitable que hacia allí se dirija la atención de algunos recién llegados, insensibles al menos en un principio a la rica historia de la ciudad. Cabarets y espectáculos hard core es lo que sobra a lo largo de estos 600 metros que conforman el corazón del St. Pauli, un distrito de la zona oeste dedicada a los entretenimientos (incluyendo bares, clubes, casinos y la Operetenhaus). Para una mirada un poco más intelectualizada del tema, hay que visitar el Erotic Art Museum.
Por el Reeperbahn supieron tener sus andanzas los jóvenes John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison, a quien terminaron deportando por ser menor de edad. Y aquí Stuart Sutcliffe, el quinto beatle, dejó el grupo para quedarse con la pintora alemana Astrid Kirchherr (la misma que, según la leyenda, inventó los famosos flequillos). Quienes quieran seguir sus pasos irán hacia el edificio del Star Club (Grosse Freiheit 39), hoy cerrado, y el Kaiserkeller (Grosse Freiheit 36). En la misma calle se encuentra una de las discotecas más concurridas, la Grunspan. El World Cup Fan Village está sobre Heiligengeistfeld, al norte del Reeperbahn, con su estadio, pantallas gigantes para retransmitir los partidos y por supuesto muchos otros eventos mediático-futbolísticos que estarán a la orden del día.
Hamburgo es el segundo puerto de Europa, de modo que una visita por la zona vale la pena para ver el importante movimiento, tanto a pie por los muelles como embarcándose en las lanchas que proponen paseos turísticos desde el agua.
Del sector antiguo de Hamburgo, en cambio, es poco lo que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial: pero la ciudad está acostumbrada a renacer de sus cenizas, si se recuerda que superó un primer incendio de los vikingos, en el siglo IX, y que luego en tres siglos sufrió ocho incendios más. Nada de eso le impidió convertirse en la puerta de la poderosa Liga Hanseática hacia el Mar del Norte, ni ser nombrada más tarde Ciudad Imperial de Alemania (es decir que sólo debía responder ante el emperador). El barrio antiguo, el Altstadt, está cruzado por canales que van del Alster al Elba, y tiene eje en torno del Rathaus (ayuntamiento), un edificio imponente que tiene 647 habitaciones, es decir, algunas más que el propio Palacio de Buckingham. Hamburgo tiene más puentes que Venecia y Amsterdam juntas, y si acierta a pasar por sus canales algún navegante avezado, puede intentar alquilarse a orillas del Alster su propio velero o canoa para recorrer la ciudad desde el agua.
Entre los iconos y lugares imperdibles de Hamburgo se encuentran también la Michaeliskirche, una catedral del siglo XVIII que es uno de sus edificios más conocidos, el zoológico Tierpark Carl Hagenbeck y el Fish Auction Hall and Market, el más antiguo y tradicional de los mercados al aire libre. Los fashion victims además no podrán quejarse: entre Colonnaden y Neuen Wall se concentran tantas galerías comerciales, tiendas y pequeños negocios innovadores y de lujo como pueda desear el turista más adicto al shopping. No hay que olvidar que los hamburgueses gozan de una ciudad rica gracias al comercio, desde hace siglos, y por lo tanto tienen bien previstos los lugares donde gastar lo ganado y al mismo tiempo tentar a los turistas, aunque el valor del euro enfríe los entusiasmos de cualquier argentino. Al menos, siempre alcanzará para darse un gusto cultural, ya que Hamburgo también es una ciudad con una nutrida cartelera de espectáculos y una intensa vida nocturna. En particular, es la ciudad del mundo donde se representan más musicales, incluyendo algunos tan conocidos como Mamma Mia! (sobre música de Abba, un enorme éxito también en Broadway) y El rey león. Y aquí no hay problemas lingüísticos, ya que la música es el idioma universal.
El restablecimiento de Berlín como capital de la Alemania reunificada, hace 15 años, no le pudo hacer sombra al estatuto de Francfort como capital económica, con un isla de rascacielos muy parecidos a los norteamericanos y un skyline capaz de hacer olvidar que si hoy esta ciudad es una de las más nuevas y modernas de Europa, se debe la violenta destrucción sufrida bajo los bombardeos hace apenas medio siglo. Y la reconstrucción fue al modo alemán, organizado e impecable. Por las dudas, no hay que confundir esta Francfort, la “reina del oeste”, sobre el río Mein (por lo que se conoce como Frankfurt-am-Mein) con la otra, una importante ciudad del este, cerca de Polonia, conocida como Frankfurt-am-Oder.
Hoy tienen sede aquí el Bundesbank (banco central alemán), ferias de comercio internacionales que atraen a público de todo el mundo (como la célebre Buchmesse, o Feria del Libro), y una Bolsa cuyo curso marca, junto con París, Tokio y Nueva York, el pulso de la economía global. La Bolsa fue fundada por los mercaderes de Francfort en 1585, con intención de ordenar una serie de negocios tan crecientes como caóticos, pero el edificio actual es de fines del siglo XIX. Desde la galería de visitantes, se puede observar el movimiento frenético de los intercambios comerciales, hoy tan informatizados que cuesta imaginar lo que fue este lugar cinco siglos atrás.
Aunque reconstruida, la plaza Romerberg –la más antigua de la ciudad– sigue revelando el encanto de la Francfort vieja, bordeada de edificios restaurados de los siglos XIV y XV, cerca de la catedral (Dom) y del ayuntamiento (Römer), formado por tres edificios del siglo XV con la arquitectura típica local. El Dom es un lugar central para la historia de Alemania: allí fueron coronados entre 1562 y 1792 los emperadores germánicos y su torre gótica es una auténtica superviviente de la Segunda Guerra. No muy lejos, otra torre –esta vez un moderno rascacielos donde tienen sede los estudios televisivos más altos de Europa– permite subir al observatorio para divisar ampliamente toda la ciudad: es la Main Toser, el primer rascacielos de Francfort con plataforma de observación para los visitantes.
En el centro histórico, uno de los grandes puntos histórico-turísticos de Francfort es la casa natal de Goethe. El gran poeta nacional alemán nació aquí en 1749 y su casa fue abierta al público en 1863, unos 30 años después de su muerte. Desde entonces, es lugar de peregrinación para los turistas y admiradores de uno de los grandes espíritus de la historia, de quien suele decirse que fue el último hombre en dominar todos los campos del conocimiento humano. La casa está decorada en varios estilos que reflejan las tendencias del siglo XVIII, del neoclásico al barroco y el rococó. Se conserva la biblioteca familiar, donde trabajaba el padre de Goethe, y las habitaciones guardan todavía objetos del escritor cuando era niño. Junto al museo se estableció el Frankfurter Goethe-Museum, con una biblioteca de 120.000 volúmenes y unos 30.000 manuscritos relacionados con Goethe y su obra.
Después, mapa en mano, se trata de elegir, ya que Francfort tiene valiosos museos y puntos de interés. Desde el Museo de Arte Moderno de la Domstrasse hasta la Opera de Opernplatz, desde el Deutsches Architekturmuseum hasta el zoológico de las afueras y el Palmengarten, o Jardín Botánico, todos son buenos lugares para los momentos pre y pos futbolísticos que inevitablemente dominarán estos días. Pero antes de dejar Francfort, también merece una visita el antiguo barrio de Sachsenhausen, en la orilla sur del Main, que conserva sus calles empedradas, las casas de época y jardines que invitan al paseo. Aquí se encuentra el complejo de museos Museumsufer, y sobre todo el área peatonal de Rittergasse, donde no es posible resistirse a probar el célebre Apfelwein (vino de manzana, llamado Ebbelwei en el dialecto local) en alguna de las muchas tabernas que proponen la degustación.
El Mundial es el principal responsable de haber puesto a Gelsenkirchen –la antigua “ciudad de los mil fuegos”– en el mapa de la Alemania turística. Sin duda no le faltan méritos deportivos, sobre todo el importante estadio Arena AufSchalke, considerado como uno de los más modernos de Europa.
La ciudad es tradicionalmente una de las capitales industriales germánicas, que hoy reconvirtió muchos de sus antiguos talleres, fábricas y fundiciones en centros culturales y artísticos que la convierten en un centro de dinamismo e interés más allá de lo estrictamente deportivo. Aunque el fútbol es una auténtica pasión popular, con miles de aficionados afiliados a los clubes y un equipo importante en la liga alemana (es posible cruzarse con los jugadores del Schalke en Buer, la zona norte de la ciudad, cerca del estadio, donde hay lugares para salir a comer y bailar hasta que se haga de día).
En Gelsenkirchen, además de los futboleros, sobre todo los amantes del pop y el rock estarán de parabienes en estos días, ya que en ocasión del Mundial tocarán aquí –donde son frecuentes los recitales– Simple Minds, Statu Quo, los Gipsy Kings y Bryan Adams. Estos eventos forman parte del Festival paralelo al Mundial, organizado junto con otros entretenimientos relacionados con el fútbol.
Gelsenkirchen tiene entre sus principales atractivos para visitar una importante zona comercial conocida como Centro, la antigua mina Zeche Zollverein (hoy incluida por la Unesco en la lista de los Patrimonios de la Humanidad), los palacios Horst y Berge Schloss en Buer, el parque Nordstern Park (una ex mina de carbón) y un barrio antiguo, el Altstadt, ideal para la pausa del mediodía y la tarde en alguno de los muchos cafés, bares y restaurantes. No hay mejor lugar para probar las especialidades de la cocina alemana, a base de carne de cerdo, salchichas y la célebre cerveza. ¿Qué más se puede pedir? Ah, sí..., que además Argentina gane los partidos. Pero eso ya no es cuestión de turismo...
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