Dom 04.06.2006
turismo

TAXCO > UNA CIUDAD COLONIAL DE MéXICO

El pueblo de plata

Fundada en 1529, Taxco de Alarcón fue una de las principales ciudades de la Nueva España, gracias a las ricas minas de plata que se escondían en sus montañas. Muchos mineros hicieron fortuna, y el pueblo creció con sus palacios, sus casas señoriales, sus iglesias barrocas y sus balcones cubiertos de flores.

› Por Marina Combis

Hace poco que Hernán Cortés ha entrado en Tenochtitlán, cuando le cuentan que la mayor parte del oro y plata que los mexicas tributan a Moctezuma proviene de la región de Talchco. Allá van los conquistadores, en su ambición sin fronteras, y descubren que el mineral brilla en las laderas de las montañas. En 1528 se levanta el primer campamento minero en Tetelcingo –que hoy es Taxco el Viejo–, y un año más tarde el rey Carlos V lo incluye en la Real Cédula de Minas. Entre 1503 y 1660, unas 17.000 toneladas de plata salen de América rumbo a España. Una parte proviene de estas montañas milagrosas. Faltan dieciséis años para que se descubra, más al sur, la veta imposible del cerro rico de Potosí. Poco a poco, Taxco se convierte en uno de los más importantes centros productores de plata de la colonia.

CRONISTA DE PUEBLO

Parecen estar colgados del cielo esos balcones floridos que observan desde lo alto las rojas techumbres y los muros encalados del pueblo de Taxco de Alarcón. Los náhuatl, que viven allí desde mucho antes de la Conquista, lo llaman Talchco, “el lugar del juego ritual de pelota”, y dicen que el cerro Atatzin, que más tarde albergará a la rica ciudad minera, es “el señor de las aguas”.

El tiempo parece haberse detenido en una de las mesas del “Bar Berta”, cuya terraza desafía inmutable a la Catedral de Santa Prisca. Vestido con impecable traje gris, un hombre de aspecto sereno levanta su mirada, pensativo: es Javier Ruiz Ocampo, el cronista de Taxco. Son muchos estos personajes que, en más de doscientos cincuenta pueblos de México, se dedican a recoger la historia oral y cotidiana de su gente, para que no se pierda. Recuerda Javier que allí vivían los Olmecas, mil quinientos años antes de Cristo, y que después llegaron los chontales, y que Chontal era Cuahutémoc, el último de los reyes aztecas.

También cuenta que Cortés supo, y entonces mandó a buscar la plata que fluía de esos cerros, que hubo una primera mina que se llamó “El Socavón del Rey” y otra que fue “La Bermeja”. Dice que en los alrededores había muchas otras minas, y que la gente empezó a llegar. Temprano vinieron los frailes franciscanos que comenzaron a fundar iglesias y a predicar la religión católica. Así se fueron mezclando las costumbres y las culturas, los sueños y las tradiciones.

Taxco se hizo rica y virreinal gracias a la plata que nacía en sus montañas, y fue la cuna del más grande de los dramaturgos mexicanos, Juan Ruiz de Alarcón, aquel de La verdad sospechosa, del que tomó el nombre que hoy lleva. También tuvo su parte en la Independencia, porque en 1821 se redactó en el templo de San Bernardino el “Plan de Iguala”, una proclama de independencia y una propuesta para el establecimiento de un gobierno mexicano, que unió a Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero en el “abrazo de Acatempan”.

BALCONES FLORIDOS

Un tianguis o mercado popular lleno de color.

Desde el pie del cerro suben como en un laberinto, las angostas calles sin veredas pero primorosamente cubiertas de adoquines. Dos siglos después de su fundación Taxco reluce con el brillo de la plata y se viste con la ostentación de los mineros que se han hecho ricos.

La calle San Agustín asciende serpenteante hasta la Plaza Borda donde se levanta majestuosa la Catedral de Santa Prisca, construida en 1758 por Don José de la Borda, el gran promotor de la industria minera taxqueña que la mandó a levantar para agradecer la fortuna que había logrado con sus minas de plata. Sus dos torres de linaje andaluz se cuentan entre las más originales y soberbias del barroco hispanoamericano y la cúpula está recubierta de azulejos poblanos. Trece retablos, algunos frescos y los techos y paredes de madera tallada y recubierta con hojas de oro engalanan el interior en un alarde de derroche decorativo.

Otras construcciones rodean la plaza: el ex convento de San Bernardino de Siena, construido en 1592 y uno de los más antiguos de América; lostemplos de Santa Veracruz y San Francisco; la casa donde vivió el viajero y naturalista Alexander Von Humboldt, hoy sede del Museo de Arte Sacro Virreinal; la casa Borda; la Casa de las Lágrimas y la Casa del Balcón. No hay lógica urbana en esta agreste topografía de calles singulares. Las viviendas de piedra y cantera parecen estar incrustadas en la montaña, con sus muros pintados de blanco y techos a dos aguas de tejas rojas, conectadas por interminables escaleras que aparecen de pronto como salidas de la nada. Pero las calles de esta ciudad colonial que no se sabe si sube o si baja conservan un aire lleno de romanticismo, con sus terrazas llenas de flores multicolores y sostenidas por viguerías en forma de pecho de paloma, con sus jardines y fuentes, con sus rincones pintorescos.

LUNA DE PLATA

La iglesia de Guadalupe, una virgen mexicana que se le habría aparecido a un azteca en el siglo XVI.

Aunque la platería tiene un extraordinario desarrollo en el México virreinal, Taxco de Alarcón se destaca más por su producción minera que por la labor de sus artesanos, que son españoles. Es tanto el control que se ejerce sobre el trabajo de los metales preciosos, que en 1527 una Cédula Real prohíbe dar trabajo de joyería a los indios plateros de esta Nueva España.

Pasada su época de esplendor, Taxco permanece en silencio por más de un siglo. En 1929, la ciudad todavía conserva su bien ganada reputación de Real de Minas, pero ya no es la misma. Desierta y casi abandonada desde finales del siglo XIX, sobrevive en los romances populares que relatan hazañas de poseedores de inmensas fortunas, historias de mineros y aventureros a la búsqueda de oro y plata, que entretejen riquezas con miserias y palacios con caserones abandonados.

Parece un pueblo fantasma el que recibe a William Spratling, un norteamericano que escribe sobre turismo para el New York Herald Tribune. Sus amigos son parte del mundo intelectual de principios de siglo XX: William Faulkner, John Dos Passos, David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo, Diego Rivera y Miguel Covarrubias lo alientan para trazar un nuevo camino. Spratling es un gran coleccionista de arte prehispánico y seguidor del movimiento “Arts and Crafts” de William Morris. Se instala en la antigua ciudad colonial y, seducido por el talento de sus artesanos, se convierte en el gran impulsor de la platería. En 1935 funda el “Taller de las Delicias”, para revitalizar las manos maestras.

Veinte años más tarde ya existen en la ciudad más de trescientos talleres de platería, y Taxco de Alarcón comienza a recuperar su perdido esplendor. Surgen orfebres notables como Antonio Pineda, Matilde Poulat, Héctor Aguilar o la familia Castillo, y la plata toma el color de la Luna para transformarse en joyas deslumbrantes y únicas, que a veces se hermanan con el esmalte o con piedras semipreciosas. Cada rincón de este pueblo reluciente alberga un taller de platero, una tienda que quema los ojos de tanta plata convertida en jarras, en candelabros, en mil objetos que superan la imaginación.

EL OTRO PARAISO

Todavía se ven mulas de carga en las calles, campesinos encorvados, vendedoras de pan con sombreros de ala ancha, pequeños mercados donde se venden dulces de pipilitas con forma de animalitos y verduras multicolores. Cada sábado el pueblo se pone en movimiento en un mercado al aire libre o tianguis. En los puestos cubiertos por blancos toldos se venden joyas y objetos de plata, petacas de fibra de palma, sombreros y dulces de todo tipo. Alrededor de la plaza están las fondas de las que asoma el olor de las tortillas, de los frijoles, del pozole, del mole de jumil que es el plato típico de Taxco.

En ocasiones el pueblo se viste de fiesta. En el Día de Santa Prisca cientos de peregrinos inician una extraña procesión hasta la plaza de la Catedral, llevando sus animales para que los bendiga el cura del pueblo. Al amanecer del día siguiente todos los fieles forman un insólito coro, cantando al unísono las estrofas de “Las Mañanitas” mientras en el atrio pequeños grupos de danzantes indígenas hacen de esta fiesta un encuentro sincrético.

Se dice que la Semana Santa de Taxco es una de las más antiguas, porque comenzó en 1592 y es algo diferente de la que se celebra en otros lugares de México. Los soldados romanos y los apóstoles visten de un modo particular: los primeros con blusas amarillas y calzones rojos, los segundos con una corona de hoja de naranjo. La procesión recorre las calles al son de un pequeño tambor y de las chirimías que una vez acompañaron a los gobernantes Nahuas.

Otra celebración muy característica de México es el Día de Muertos. Su tradición se remonta a los tiempos anteriores a la Conquista, ya que los antiguos mexicanos veían a la muerte como un privilegio. Es un día de alegría, porque la muerte no se llora, se celebra. Javier Ruiz Ocampo, ese cronista de la memoria, explica que “nosotros los de Taxco ayudamos a los muertos a que lleguen al paraíso”. Por eso les ponen en sus mesas su música, su tequilita, el pan, el mole, las galletas y los dulces, y sobre todo las flores amarillas de Cempasúchil, que los aztecas llamaban la flor de los mil pétalos, porque el color es el símbolo inequívoco de la vida eterna. “Tú imagínate las flores amarillas, el pan de color café con azúcar roja, los dulces de diferentes colores. Entonces pensamos que el muerto viene a ese lugar, come opíparamente, toma su tequila y sigue transitando hasta el paraíso”.

No era un paraíso aquel Taxco de Alarcón de ricos señores y fortunas imposibles, sino este otro Taxco donde las manos sabias moldean su destino como si fuera una primorosa vasija de plata.

DATOS UTILES

  • Cómo llegar. Taxco de Alarcón se encuentra en el estado de Guerrero, a 170 km al sur de la Ciudad de México, y a 1750 m sobre el nivel del mar.
    Por avión a México DF: Aerolíneas Argentinas: 0810-222-86527; Aeroméxico 4315-1936; LAN 4378-2200; Copa Airlines 4132-3500.
    Por bus: desde la Ciudad de México, autobuses que salen cada hora de la Terminal del Sur (metro Taxqueña), empresas Estrella Blanca y Estrella de Oro. Tardan 2,5 hs. Y cuestan alrededor de u$s 10.
  • Servicios: hotelería de todos los precios, restaurantes, tiendas de souvenirs y artesanía en plata, bares.
  • Atractivos: templo de Santa Prisca, Museo de Taxco Guillermo Spratling, Museo de Arte Virreinal, Museo de la Platería, teleférico y monte Taxco. Muy cerca: grutas de Cacahuamilpa y Cuernavaca.
  • Clima: templado con veranos cálidos. Las noches de diciembre y enero suelen ser frescas.
  • Más información: Agregaduría Cultural de la Embajada de México: Arcos 1650, Buenos Aires, Tel. 4789-8820/22; Oficina de Turismo de México: Av. Santa Fe 920, Tel. 4393-7070. Embajada Argentina en México: 52 82 29 74; Secretaría de Turismo (Sectur): 52 50 85 55.

EL DIA DE LOS JUMILES

Poco tiempo después del Día de Muertos, Taxco celebra una fiesta cuya tradición comenzó en 1943. Un grupo de intelectuales y de miembros de la “sociedad” taxqueña invitaron al sacerdote del pueblo para que oficiara una misa en la cima del cerro del Huixteco. Pero no era sólo una ceremonia religiosa, sino una especie de verbena donde se leía poesía, se pronunciaban floridos discursos y se organizaban bailes populares. Por aquel entonces se distribuían en Taxco programas de invitación al Huixteco, cargados de humorismo y en los que se satirizaba a muchos personajes locales. Pero lo curioso de este festejo es que la gente iba al cerro a recoger los jumiles, unos insectos que viven al pie de las cementeras o en las hojarascas del encino, y que son el plato más característico de los habitantes de este pueblo que fue de plata. Todavía hoy, casi la mitad de la población de los habitantes suben al cerro para celebrar con una gran comilona esta delicia local. Tanto, que a los taxqueños se los conoce como “jumileros”.

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