Dom 18.06.2006
turismo

PAISES BAJOS SE VIENE HOLANDA

Juego de tulipanes

Vanguardista pero también apegada a sus tradiciones, Holanda tiene mucho más que molinos y tulipanes. Desde el fútbol, inevitable tema de esta semana, hasta las celebraciones por el cuarto centenario de Rembrandt, Amsterdam está este año en boca de todos.

› Por Graciela Cutuli

Igual que hace 28 años, el miércoles por la tarde la atención estará puesta en un partido del Mundial con Holanda. Aunque no sea una instancia tan definitiva como una final, es igualmente una buena ocasión para conocer del país algo más que sus camisetas naranjas. Pequeña en superficie, y constantemente amenazada por la subida de las aguas –ya que parte de su territorio está bajo el nivel del mar– Holanda en realidad no se llama Holanda (éste es sólo el nombre de dos provincias de su territorio) sino Países Bajos, y los vestigios de su antiguo dominio por el mundo perduran todavía en las Antillas Neerlandesas y en Aruba. Sin olvidar la ex Guyana Holandesa, hoy Surinam, y las ex Indias Orientales Neerlandesas, hoy Indonesia. Y por si queda alguna duda, se puede recordar también que Nueva York fue en sus comienzos una colonia holandesa, Nueva Amsterdam, luego cedida al imperio británico. Pero, historia aparte, hoy Holanda es una suerte de pequeña potencia turística en el corazón de Europa, gracias a la apertura de su gente, su capacidad para dar a conocer sus tradiciones y atractivos, y su riqueza cultural.

DEL PALACIO A LOS PUENTES La capital, que tiene menos de 750.000 habitantes, tiene más de 600.000 bicicletas. Claro que a nadie se le ocurriría manejarlas con la típica desaprensión porteña, ya que los holandeses son bien respetuosos de sus obligaciones, y de los derechos ajenos. Amsterdam debe su nombre el dique (dam) sobre el río Amstel, construido por los pescadores locales para proteger al primitivo pueblo de las inundaciones. El mismo río divide la ciudad en dos y forma los canales que le dan el nombre de “Venecia del Norte”, un apelativo que comparte con Estocolmo, aunque en verdad haya pocos puntos de comparación entre estas capitales del norte de Europa y la romántica Venecia.

La Plaza del Dam es el mejor punto de partida para emprender la recorrida por Amsterdam. Hacia la derecha se encuentra el Palacio Real (Koninklijk Paleis, algo bastante impronunciable, pero aunque sea con un inglés aproximado no hay turista que no se arregle), la Niewe Kerk (escenario del mediatizado casamiento real del príncipe Guillermo y Máxima en 2002) y hacia la izquierda del Monumento Nacional del Dam, que recuerda a los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Es más conocido, sin embargo, porque aquí se reunían en los años ‘60 los hippies de media Europa. Y todavía hoy en verano es un buen punto donde sentarse a descansar y tomar sol, casi una rareza en estas tierras de inviernos prolongados, y por lo tanto más que apreciado por los habitantes y turistas. Volviendo al Palacio, después de visitar este edificio de líneas simples –sólo utilizado ocasionalmente por la familia real, y abierto en algunas ocasiones previa reserva– es posible abandonarse a la tentación de otro palacio, el Palacio Magna Plaza Shopping, que fue antiguamente el edificio del Correo, pero hoy es un enorme centro comercial. Y si la sesión de compras fue muy agotadora (sobre todo para la billetera), se pueden reponer fuerzas en una pintoresca taberna cercana, la De Drie Fleschjes, donde parece que se concentra la mayor cantidad de licores por metro cuadrado del mundo.

Ciudad de canales y de casas angostas (la más estrecha del mundo tiene sólo un metro de ancho, y se encuentra en el canal Singel número 7), Amsterdam es, en consecuencia, una ciudad de puentes: hay más de 1200 que conectan su 90 islas, así que orgullosamente sus habitantes recuerdan que hay más canales que en Venecia, y más puentes que en París. Encantadoramente iluminados por las noches, además. El más famoso es el romántico Puente Delgado, construido en madera y levantado sobre el Amstel en 1670. Otro punto imperdible es el puente en la esquina de los canales Reguliersgracht y Herengracht, desde donde se ven nada menos que otros 14 puentes a un lado y otro del punto donde uno está ubicado. Las excursiones nocturnas por los canales nunca dejan de pasar por este lugar, ya que la vista de las incontables lamparitas que los iluminan crea un mágico ambiente de luces flotantes.

HISTORIA Y ARTE La visita a Amsterdam tiene al menos cuatro puntos obligados que hacen a la historia y la cultura de Holanda. Uno de ellos es la Casa de Anna Frank, la niña judía oculta durante la Segunda Guerra Mundial, en los años durante los cuales escribió su célebre diario. Los detalles de su vida, las circunstancias de escritura de su diario y su triste fin en un campo de concentración nazi pueden conocerse en la visita a la casa, donde hay una exposición permanente sobre Anna y su familia. Hace seis años el museo fue completamente renovado, y se restauró también la casa que se encuentra adelante, donde tenía su empresa Otto Frank. Poner un pie en este lugar es un recordatorio de los horrores de la historia reciente y un llamado de atención para no olvidarlos, sobre todo en tiempos en que el mundo parece caer rápidamente en una pendiente de intolerancia.

Los otros tres lugares tienen que ver con el arte: la casa de Rembrandt, de quien se celebra este año el cuarto centenario del nacimiento, el Museo Van Gogh y el Rijksmuseum, con la mayor colección de arte de Holanda. La casa de Rembrandt, donde se exhiben 250 grabados, conserva su estudio reconstruido tal como era en el siglo XVII, y junto a la colección permanente presenta exposiciones temporales. El Rijksmuseum, por su parte, es una verdadera ciudad de arte, que funciona en un edificio neogótico donde se concentran más de 5000 pinturas y otros 50.000 objetos de arte e historia. Sus principales salas son las consagradas al Siglo de Oro holandés, con obras de Rembrandt y Vermeer, y sin duda La ronda de noche rembrandtiana es su obra maestra más preciada. Hace falta un día entero, o más, para recorrerlo con la dedicación que se merece, y resulta una verdadera fiesta para la vista. Para que no escape a la atención de nadie, una pequeña sucursal del museo funciona en el propio aeropuerto Schiphol de Amsterdam, con la exhibición de una reducida cantidad de obras en forma permanente, al alcance de cualquier viajero que pase aunque sea unas horas por la capital holandesa. Finalmente, el Museo Van Gogh es otro imperdible: más de 200 pinturas, 500 dibujos y 700 cartas del célebre artista se encuentran en el edificio principal del museo, diseñado por el arquitecto Gerrit Rietveld. La obra pictórica de Van Gogh está organizada en cinco períodos: Holanda, París, Arles, Saint-Rémy y Auvers-sur-Oise, reseñando ampliamente, a través de sus pinturas más representativas, los distintos períodos y tendencias del artista que puso trágicamente fin a sus días en el sur de Francia, cuando estaba muy lejos de imaginar que sus obras batirían en el siglo XX todos los records de venta a manos de los modernos coleccionistas.

EL CIRCULO DORADODesde Amsterdam se pueden emprender excursiones hacia dos pequeños pueblos a orillas del mar interior conocido antiguamente como “Zuiderzee” (Mar del Sur), donde se levantan pueblos pesqueros y villas mercantiles que forman parte del llamado “círculo dorado”. Hay muchos más para conocer, pero Volendam y Marken se destacan en el conjunto. El primero de estos pueblos, donde todavía se pueden ver habitantes que se pasean tranquilamente por las calles en traje tradicional los fines de semana –el traje tradicional local que habitualmente se toma por el de toda Holanda, con el típico casquete blanco de las mujeres–, es muy abierto al turismo. Las casas pintorescas, entre canales y puentes levadizos, le dan un aire romántico que se asocia desde siempre con la campiña holandesa. En los alrededores hay granjas donde conocer los distintos tipos de quesos que se elaboran en Holanda: aunque las demostraciones son bastante “turísticas”, también son bien ilustrativas, y sobre todo van bien acompañadas de buenas degustaciones. También Marken, que era una isla ahora unida a la costa con tierras ganadas al mar, es conocido por sus casas típicas –construidas en madera, y de un uniforme color verde– y las tradiciones que celosamente conservan sus habitantes, más reservados y reacios al contacto turístico que en Volendam. El paseo por estos lugares, como por las demás ciudades del “círculo dorado”, muestra otra cara de Holanda, sorprendente a tan pocos kilómetros de Amsterdam. Y además revela la habilidad holandesa para unir tradición y presente de manera encantadora. Luego se puede seguir hacia las otras pincipales ciudades del país, desde La Haya a Rotterdam o Maastricht, pero ésas ya son escalas de otro viaje...

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