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Según el Libro Guinness de los Récords, la República Checa es el país con mayor densidad de castillos y palacios por metro cuadrado del mundo. Hay cerca de 2 mil, muchos de ellos en pie desde la Edad Media, ya sea en ruinas o reformados de acuerdo con los gustos de otras épocas. Un recorrido por algunas de estas fortalezas de piedra y una visita especial al legendario Castillo de Praga.
› Por Julián Varsavsky
Los siglos XIII y XIV –pleno auge del feudalismo centroeuropeo– fueron la época de oro de los castillos y palacios fortificados en la Bohemia medieval. Surgieron como una residencia privada amurallada de los señores feudales, quienes debían proteger sus pequeños territorios de las ambiciones de los vecinos y los reyes bohemios. O vistos desde la óptica opuesta, eran la base para extender sus propios dominios.
Los primeros castillos de la actual República Checa surgieron hace unos mil años. Al principio fueron de madera y hacia el siglo XII pasaron a ser de piedra. A partir de allí las técnicas defensivas se fueron adaptando a los avances tecnológicos de las armas de asedio y cada detalle era pensado exclusivamente en función de hacer de cada edificio una fortaleza inexpugnable.
El diseño de los castillos comenzó a variar cuando los caballeros europeos emprendieron las Cruzadas del siglo XIII y conocieron en Medio Oriente las construcciones defensivas de los árabes: pueblos amurallados y concéntricas fortalezas de piedra con una sofisticación nunca vista hasta el momento. Es así que muchos de los nuevos castillos europeos se erigieron según el modelo oriental, con murallas concéntricas y decrecientes en altura desde adentro hacia afuera. También se cambió la forma rectangular de las torres por un diseño circular ya que la curvatura de su contorno atenuaba el impacto de los proyectiles que arrojaban las catapultas. Y para hacerlos más inaccesibles, los castillos comenzaron a construirse en islas o penínsulas. Esa búsqueda de solidez es la razón principal por la cual gran parte de las fortalezas feudales perduraron hasta nuestros días, previa evolución hacia la forma de suntuosos palacios residenciales cuando la aparición de la pólvora en Europa en el siglo XIV convirtió casi en un juego de niños tirar abajo a cañonazos los muros de un castillo. A partir del siglo XV la mayoría de los nuevos edificios de los poderosos, si bien se rodeaban con una estructura defensiva básica, eran diseñados principalmente como símbolo de poder y para disfrutar del placer de la vida.
De la profusión de castillos medievales que hay desperdigados por las tierras de Bohemia, Moravia y Silesia, la mayoría fueron reformados a lo largo de los siglos, aunque todavía quedan algunos en ruinas que mantienen su aspecto medieval. Y doce de ellos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Como toda ciudad, Praga es una y es muchas a la vez. Hay una Praga actual, en tiempo presente pero rodeada de una “escenografía” del pasado que irradia la esencia más melancólica de la capital checa. Y en las afueras hay una Praga más moderna y más contemporánea en su arquitectura.
A simple vista Praga es una “elegante dama” a la que le gusta envejecer. Y si pudiera lo haría todavía más. Las murallas del Castillo de Praga han preservado las distintas edades de esta “dama antigua”. El castillo está sobre una colina rocosa que desde hace varios miles de años viene siendo utilizada por los habitantes de la zona como un espacio de defensa y de poder. Su primera construcción data de fines del siglo IX y a partir de allí se fue desarrollando de manera interrumpida durante 1100 años. Hoy en día es un complejo monumental con 43 hectáreas de palacios, torres, templos, patios y viviendas, todo bajo la protección del muro medieval.
Lo más interesante del lugar es que cada etapa histórico-política se corporizó en la arquitectura, pero lo excepcional es que cada una lo hizo por adición sin anular del todo a la anterior. Los basamentos siguen siendo los que colocó el hombre de la baja Edad Media (siglo IX). Y el otro remanente medieval es la planta gótica del Antiguo Palacio Real, donde una exposición relata la larga historia del castillo (que es la de Praga).
En una vitrina se exhiben los restos de una mujer encontrados en una tumba del año 2900 a.C. que se descubrió en un patio del palacio. En otra sala están los registros arqueológicos del siglo VI, cuando llegaron a la zona las primeras tribus eslavas. El primer castillo de piedra –que reemplazaba a uno anterior de madera– se levantó en el siglo IX como sede de la dinastía de los Premyslitas, fundadora del Estado checo. Cuando la influencia de la Iglesia Católica desplazó al cristianismo ortodoxo de los primeros príncipes, el viraje religioso produjo cambios políticos y culturales que también se tradujeron en la arquitectura. La sede del principado fue ampliada según los modelos arquitectónicos de la época de Carlomagno (estilo carolingio) y la dinastía Premyslita utilizó la fe católica como herramienta unificadora del reino. De esta forma a principios del siglo X aparecen los primeros edificios religiosos en el castillo. En los tiempos de Vratislav I (1034 a 1055) el estilo románico descuella en el palacio obispal y también en el convento de las benedictinas y la basílica de San Vito. Además todo el complejo fue fortificado con una muralla de piedra.
Sin embargo fue el gótico el estilo que en mayor medida marcó el carácter de la sede real checa, en especial bajo el reinado de Karel IV (Carlos IV), rey de Bohemia y emperador romano-germánico, quien ordenó levantar un nuevo palacio sobre el románico existente y construir la catedral de San Vito para suplantar la anterior basílica.
Con Fernando I de Habsburgo, el Renacimiento también dejó sus huellas en el castillo, sobre todo en las famosas ventanas de la Sala de Vladislav y en el palacete real de la Reina Anna. Luego llegó el barroco, el estilo preferido de los Habsburgo en plena la época de la Contrarreforma católica, y después el sobrecargado rococó. Por último apareció el neoclásico, elegido por María Teresa de Austria para reconstruir a mediados del siglo XVIII un gran número de edificios en todo el reino.
Con semejante peso histórico, el castillo es en la actualidad la sede del gobierno nacional checo. Y si algo le faltaba para ser la esencia medular de la histórica Praga, basta recordar el título de la famosa novela de Franz Kafka, quien nació y vivió bajo la sombra del legendario castillo.
El segundo destino en importancia turística de la República Checa es la ciudad de Cesky Krumlov, ubicada 175 kilómetros al sur de Praga, junto a los caracoleos del río Moldava. Al igual que en la capital, en Cesky Krumlov el tiempo se fue deteniendo de manera azarosa en los diferentes momentos de la agitada historia checa. Por doquier proliferan edificios renacentistas como el del Ayuntamiento, la iglesia gótica de San Vito, un jardín palaciego de estilo barroco y el segundo castillo más grande del país, que domina la ciudad desplegada a sus pies. Es un complejo construido sobre un promontorio rocoso con residencias señoriales y un gran castillo en el centro. Como a todo castillo medieval, se ingresa por un puente que cruza un foso donde están los últimos osos que quedan con vida en la región. En el interior se despliegan pasadizos subterráneos que comunicaban el castillo con la aldea y los campos de alrededor, y servían de salvoconducto en casos extremos. Entre las sofisticaciones del castillo hay un pasadizo aéreo suspendido sobre pilotes que comunica el cuerpo central con los bastiones más alejados sin necesidad de salir al aire libre. Y el complejo en general está dominado por una imponente torre renacentista pintada con vivos colores.
Uno de los castillos más vistosos de la región de Olomuc es el de Bouzov, originalmente levantado entre 1317 y 1339. Se dice que allí nació el rey Podebrady y a lo largo de su historia el castillo fue cambiando de manos hasta que en 1695 fue adquirido por una orden de caballeros alemanes quienes lo mantuvieron sin reformas durante dos siglos. A comienzos del siglo XX el edificio sufrió una radical reconstrucción por encargo del archiduque Eugenius de Habsburgo. Y el resultado fue un castillo neogótico al estilo alemán con puntiagudas cúpulas de diversos tamaños.El palacio romántico por excelencia en la República Checa es el Cervená Lhota, ubicado en el sur de Bohemia sobre una pequeña isla artificial. En su origen fue una ciudadela fortificada de estilo gótico erigida a fines del siglo XV. Hasta que en 1530 fue adquirida por Jan Kaba, quien la hizo reconstruir como una mansión renacentista de cuatro alas rodeada por un foso y frondosos bosques. En el interior del castillo se visitan 14 habitaciones con suntuoso decorado rococó y barroco. La fachada del palacio es de color rojo (cervená en idioma checo) y la explicación legendaria de esta colorida elección es que la hija de uno de los dueños abandonó sus creencias religiosas arrojando una cruz al lago por la ventana de su cuarto. Entonces el diablo la alzó en el aire y con un garfio le hizo pintar una cruz escarlata en la fachada del palacio. Para tapar el signo satánico, la pared completa fue cubierta con pintura roja.
Uno de los palacios más curiosos de la región de Silesia es el de Hradec nad Moravicí. Hace casi mil años fue un primitivo castillo real de la dinastía Premyslovci. Pero con los siglos, las sucesivas reformas le quitaron todo rasgo medieval. Entre 1270 y 1281 vivió aquí santa Cunegunda, una reina de Cracovia que se dedicó a fundar monasterios y se casó con el príncipe polaco Boleslao de Sandomierz, a quien convenció de hacer voto de castidad perpetua frente a un obispo (en 1999 la canonizó Juan Pablo II). En la actualidad Hradec nad Moravicí es un palacio neogótico rodeado por un parque inglés con estatuas en homenaje a Beethoven y Lizt, quienes fueron habitués del lugar.
Para visitar un castillo medieval en estado puro hay que ir al nordeste de Praga. Allí está la reserva natural de Cesky ráj. donde hay unos promontorios de piedra arenisca muy altos y angostos que atraen a escaladores de toda Europa. En lo alto de dos de esos promontorios perduran las ruinas medievales del castillo de Trosky, que fue el cuartel general de unos señores que se dedicaban a saquear la zona. Aunque el bastión fue conquistado y destruido por las tropas del rey Jiri de Podebrady en 1469, quedaron en pie y han perdurado casi intactas hasta hoy la muralla y dos torres almenadas desde las que se observa toda la extensión de valle.
Paquete: Un tour de 8 días recorriendo las ciudades y castillos de Praga, Ceské Budejovice, Cesky Krumlov, Plzen y Karlovy Vary, cuesta us$ 2755 por persona en base doble, en hotel cuatro estrellas, volando por Alitalia. Diversos operadores nacionales ofrecen este paquete.
Más información: Oficina Nacional Checa de Turismo en Buenos Aires. Moreno 431 Tel.: 15-62744851 www.czech tourism.com
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