Domingo, 27 de agosto de 2006 | Hoy
TURISMO BONAERENSE > CIRCUITO SERRANO
En el sur bonaerense, la lisura de la pampa se ve alterada por un grupo de sierras que, con interrupciones pero con continuidad, se extiende desde Sierra de los Padres hasta Azul. Puro campo, pero matizado de cerros y canteras, para soñar con las alturas desde el llano.
Por Graciela Cutuli
Tal vez para confirmar aquello de que toda regla tiene sus excepciones, la llanura pampeana se esfuerza en plegarse de vez en cuando, rompiendo la línea lisa del horizonte con ondulaciones suaves que a veces alcanzan hasta la digna altura de un cerro. Y a fuerza de desaparecer y reaparecer en la ancha geografía bonaerense, las sierras logran hacerse un lugar en los mapas, y hasta armar recorridos que justamente por su “exotismo” están entre los favoritos del turismo rural y natural más cercano a Buenos Aires. El circuito serrano puede empezar en Sierra de los Padres –ahicito nomás de Mar del Plata– para seguir por la RN 226 hasta Olavarría y, con un corto desvío, Azul. Es una buena oportunidad para gozar de refrescantes días de campo donde la brisa trae el aroma de los bosques, practicar algún trekking corto por los caminos escarpados, probar las especialidades serranas y conocer las canteras que afloran en las entrañas montañosas de la provincia.
Sierra de los Padres está tan cerca de Mar del Plata que no puede sino invitar a combinar el mar con el verde de la sierra, que en los últimos años está conociendo un explosivo desarrollo turístico. Esta zona, que data del precámbrico –es decir que tiene unos 2000 millones de años en su haber–, sufrió distintas formas de erosión que fueron formando los actuales senderos, grutas y cuevas donde hoy se internan los caminantes. Los desniveles naturales también son buenos para iniciarse en parapente, y los obstáculos propios de un terreno agreste invitan a desafiarlos en un vehículo 4x4. Otra forma de acercamiento, más acorde con su naturaleza, son las cabalgatas: al atardecer, cuando el sol se hunde despacio hasta que todos los colores se funden en la oscuridad, los grupos que salen a caballo rodean la laguna y a veces extienden el anochecer en un fogón donde se cuenta la antigua historia del lugar. Porque por aquí, a mediados del siglo XVIII, anduvieron los misioneros jesuitas Cardiel, Falkner, Strobel, Rejón y Querini, enviados por la corona española y fundadores de la Misión de Nuestra Señora del Pilar del Volcán. Claro que ésta no era tierra inhabitada, sino de indios pampas, arduos luchadores contra los nuevos ocupantes. Pasarían décadas antes de que se fundara la estancia Laguna de los Padres, donde pasó su adolescencia José Hernández, el padre del Martín Fierro. Hoy lo evoca un Museo Tradicionalista, en el antiguo casco, con una colección de pinturas, objetos gauchescos y carruajes. En noviembre, para el Día de la Tradición, y en marzo, para la Fiesta de las Estancias, turistas y paisanos se reúnen para disfrutar de los desfiles, jineteadas, domas y por supuesto el infaltable asado sin el cual un día de campo no sería realmente tal.
Rodando a Balcarce Dejando atrás Sierra de los Padres, y avanzando hacia el oeste por RN 226, el siguiente hito de esta ruta serrana es Balcarce. Nombre que no puede ignorar ningún amante del automovilismo, ya que aquí nació el quíntuple campeón de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio (y para el caso tampoco puede ignorarlo ningún goloso, ya que también fue inventado el célebre postre Balcarce). Tierra tradicional del cultivo de la papa, pero también rica en maíz, trigo, girasol y soja, presidida por el Cerro el Triunfo, es hábitat de teros, patos, perdices, zorros y mulitas. Estos animales son los que se ven con frecuencia, en tanto hoy es difícil avistar los que eran sus primeros habitantes: pumas, ñandúes y hasta yaguaretés. Las sierras de Balcarce, que se combinan con lomadas y valles, tienen entre 200 y 400 metros de altura, y se distinguen por las cumbres planas levemente inclinadas. El ojo entrenado no tardará en distinguir los distintos cerros con la misma maestría que lo hacían los indios nativos, cuyo principal rastro son los corrales de pirca como los que surcan el cerro Amarante. Para el turista que hoy pasa por Balcarce, lo imperdible es el Museo Juan Manuel Fangio, situado cerca de la casa natal del corredor, donde se exponen sus copas del mundo, numerosos trofeos, automóviles (incluyendo los de Alain Prost y Ayrton Senna) y todo un sector de homenaje al automovilismo local e internacional.
Habrá que seguir la RN226, siempre hacia el noroeste, para seguir el arco turístico serrano hasta Tandil, destino tradicional si los hay, que apenas empieza a avistarse la llegada de la primavera se prepara para las oleadas turísticas que se suceden sin interrupción hasta después de Semana Santa. En verdad Tandil logra la combinación justa entre turismo activo y descanso, y su desarrollada habilidad en la preparación de embutidos y quesos caseros le agrega un tentador toque gastronómico. A sólo tres kilómetros del centro, el Cerro La Movediza era el lugar de principal atracción mientras existió la célebre piedra oscilante, producto –como todo este paisaje– de la meteorización de la roca sujeta al viento, el agua y los cambios de temperaturas. Desde la cima del cerro, ya sin piedra –hundida en el valle al desbarrancarse, allá por 1912– se divisa Tandil, los valles y arboledas de sus alrededores. Otra de las curiosidades geológicas locales es El Centinela, un monumento granítico alargado de unos siete metros de altura, parado en equilibrio sobre una base demasiado pequeña para su tamaño. Toda la zona de los alrededores es ideal para las caminatas, con varios senderos que pueden emprenderse solo y a pie, o en grupos con guías. También La Cascada, situada sobre la ladera sur de la sierra de las Animas (una de las de mayor altura de este sistema), ofrece un paisaje encantador: en época de lluvias, las vertientes que bajan de la parte alta de las sierras forman siete saltos que bajan en cascadas, alimentando los helechos y la vegetación serrana. El otro lugar a no perderse es el Dique y Lago del Fuerte, el lugar favorito de los tandilenses, nacido al borde de un embalse cuyo lago abarca casi 20 hectáreas, al pie del Parque Independencia. Como no hay mejor combinación que piedra y agua, aquí se puede practicar wind-surf, kayak o remo, para aliviar el sol que en verano pega fuerte sobre el recortado paisaje circundante. Y por la noche, después de un día de actividad y caminatas, no hay como reponerse frente a una tabla de fiambres como sólo las manos expertas de los especialistas locales saben prepararlos: fuet, sopressata, chorizo, salamín y quesos especiados son los componentes infaltables de las picadas cuya fama superaron hace rato los límites de Tandil, para llegar a todas las mesas argentinas.
Barker a la tinta A pocos kilómetros de Tandil, hacia el sur, está surgiendo un nuevo centro turístico en la localidad de Barker, enclavada en un conjunto serrano que está entre los más antiguos de Sudamérica. Barker es un pueblo pequeño, de poco más de 3000 habitantes, rodeado de cerros, bosques y arroyos, entre las sierras de La Tinta. Nombre que se debe a la abundancia de ocre (óxido de hierro) en toda la zona, y que los indígenas solían usar para teñir los cueros y pintarse el cuerpo. Los cerros, de forma amesetada por la antigüedad y la erosión, sobresalen unos 380 metros del nivel del mar, y están horadados por cavernas donde es posible iniciarse en la práctica espeleológica. Sin contar la escalada en roca, la tirolesa y el rappel, que tienen algunos rincones ideales desde donde se divisa la anchura y soledad del paisaje. Su perfil más característico es el del cerro El Sombrerito, donde se cree que los indígenas habían instalado un antiguo observatorio astronómico. Hoy, Barker ofrece alojamiento para los turistas en las casas que antes pertenecían a los obreros de la cementera de Fortabat.
Los últimos puntos de este itinerario que avanza siempre siguiendo el rumbo de la RN 226 son Olavarría, Sierras Bayas y Azul, ciudad que le pone un toque aristocrático al entorno agreste de esta región bonaerense. Olavarría es una ciudad industrial, levantada junto al arroyo Tapalqué, que durante años vivió de las canteras y la industria cementera, además del desarrollo agrícola que aportaron los italianos y los alemanes del Volga afincados en el lugar. De ida o de vuelta por estas rutas, siempre es un buen lugar donde parar, ya que ofrece todos los servicios que pueda necesitar el viajero y está en el corazón de un nudo de comunicaciones importante para la región. Se puede visitar el Museo Etnográfico y el Museo de Artes Plásticas, que conserva obras de Soldi y Quinquela Martín, además de exhibir material arqueológico encontrado en los alrededores. En los alrededores, las canteras de granito invitan a practicar buceo, mientras en los cerros más altos se puede hacer parapente y escalada.
Sierras Bayas, a unos 20 kilómetros de Olavarría, se enorgullece de ser el centro geográfico de la provincia de Buenos Aires. Es un “pago chico” tranquilo pero con vida propia, rodeado del color que les da nombre a sus sierras, en cuya antigua estación de trenes se creó hace diez años un museo y archivo histórico que conserva la memoria local. Tierra de indígenas y de inmigrantes (eslovacos entre tantos otros), Sierras Bayas se esfuerza en superar el éxodo de muchos de sus jóvenes recuperando los valores de sus mayores, y recibiendo amablemente a quienes se interesan por sus atractivos. En la visita hay que conocer la cantera, el Museo y la casita de Matilde Catriel, descendiente del célebre cacique, hoy reconstruida (la original se desplomó por las explosiones de la cantera). En los alrededores, un vía crucis sobre la cima de un cerro permite divisar hasta Azul en los días despejados.
Según se dice, Azul le debe el nombre al color que toma el paisaje bajo el sol, que tiñe el aire y las sierras de un romántico tono azulado. Verdad o leyenda, la ciudad supo constituirse en centro casi aristocrático de esta zona de la pampa, importante centro comercial para las estancias de los alrededores, y reveladora de la riqueza agrícola que le dio impulso durante décadas. El límite entre la ciudad y la zona norte, parquizada y con un balneario, está marcado por el río Azul. Hacia el sur, en cambio, la localidad de Chillar –una antigua estación de ferrocarril– se sitúa al pie de las sierras de Azul, también parte de las Sierras de Tandilia, como todas las otras de esta región. Los relieves de la zona alcanzan los 380 metros de altura, como en Chillar y en Boca de las Sierras, que brinda un punto panorámico sobre los ceros Los Angeles, La Armonía y La Crespa.
El centro urbano es, entretanto, digno de una visita. De aire anacrónicamente elegante, lo más importante se concentra en torno de la plaza principal: el Teatro Español, donde supo presentarse Carlos Gardel, la Catedral y los museos municipales. Vale la pena observar los detalles del pavimiento y las tulipas de la plaza, diseñados por el arquitecto Francisco Salamone –el especialista en municipios, mataderos y cementerios de la provincia de Buenos Aires–, que también concibió el pórtico del cementerio local.
Finalmente, en las afueras de Azul se visita el Monasterio Trapense, un lugar de reposo y oración que ofrece hospedaje para quienes quieran compartir el ritmo de vida de los monjes, en un inédito oasis que parece transportar fuera de todo tiempo y todo lugar. Un buen broche para un recorrido que va de la sierra a la pampa, y que entre naturaleza y gente invita a volver para profundizar amistades e itinerarios.
Sierra de los Padres: Hay transporte desde la terminal de Mar del Plata y el Casino (alrededor de 30 minutos). Delegación municipal: Tel.: (0223)463-0250.
Tandil: Dirección Municipal de Turismo, 9 de Julio 555. Tel.: (2293)432073. E-mail: [email protected]
Barker: Subdirección de Turismo, Municipalidad de Benito Juárez: Tel.: 02292-498400. E-mail: [email protected]
Olavarría: Dirección Municipal de Turismo, Rivadavia 2861- Tel.: 441359.
Sierras Bayas: www.sierrasbayas.com.ar
Azul: Coordinación de Turismo: 02281-431796, [email protected] En Internet: www.azul.gov.ar
Monasterio Trapense: www.trapenses.com.ar
Más información: Casa de la Provincia de Buenos Aires: Av. Callao 237. Tel.: (11) 4371-7045. Fax: (11) 4375-2993.
E-mail: [email protected]
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