NUEVA YORK > A CINCO AñOS DEL 11/9
Maneras distintas de conocer Nueva York, la ciudad que a cinco años del 11/9 asiste hoy a la construcción de un megaproyecto donde estaba el World Trade Center. Más allá de las múltiples conmemoraciones, un tour neoyorquino a pie o en bicicleta por el Central Park y los barrios de Manhattan. Además, comida étnica y una visita al reino del hip hop.
› Por Graciela Cutuli
Las imágenes están demasiado vivas en la memoria como para que sea posible olvidarlas. Hace cinco años Nueva York veía derrumbarse las emblemáticas Torres Gemelas. Hoy Ground Zero, la “zona cero”, es todavía un agujero en el corazón de Manhattan, y la silueta de las torres sólo un recuerdo alguna vez evocado por gigantescos haces de luz levantados hacia el cielo. Pero si hay pruebas de que es posible renacer de la tragedia, Nueva York las ha dado. Esta ciudad –la más populosa de Estados Unidos, con más de ocho millones de habitantes en 830 kilómetros cuadrados– asiste hoy a la construcción de un megaproyecto en donde estaba el World Trade Center, pero además de lo gigantesco renace también en sus más pequeños detalles. En estos días jalonados de conciertos conmemorativos, conferencias, homenajes y hasta proyecciones cinematográficas (sólo se habla del reciente estreno de World Trade Center, la película de Oliver Stone sobre el 11 de septiembre), también hay tiempo y lugar para dedicarse a la Nueva York turística que vuelve a mostrarse al mundo como la ciudad que nunca dejó de ser.
Dada la fecha, una visita a pie de Ground Zero sería lo más adecuado para empezar el recorrido urbano en el naciente otoño neoyorquino. Con la compañía de un guía que va relatando la historia de la fundación de Nueva York y el desarrollo de Estados Unidos, NYCVP organiza recorridos en torno de la zona donde se levantaba el World Trade Center, actualmente en proceso de reconstrucción, para seguir luego hacia el “lower Manhattan”, tierra de íconos como Wall Street y el rascacielos neogótico Woolworth, el más alto del mundo entre 1913 y 1929. Un lugar donde siglos atrás se levantaba la primera capital norteamericana, aunque lo fue en forma efímera, entre 1778 y 1780, cuando Estados Unidos recién se independizaba de la corona inglesa.
Para el 2010 estará terminada la nueva Freedom Tower, de 1776 pies de altura (541 metros, un número simbólico que evoca la fecha de la independencia estadounidense): también estará definido entonces el nuevo skyline de Manhattan, para reemplazar a aquel que parecía inamovible, con las dos Torres Gemelas, y que ahora lleva bajo las fotos fecha de nacimiento y de defunción: 1973-2001. En Liberty Street 120, donde funciona el Tribute Center fundado por las familias de las víctimas del 11 de septiembre, se realizan a diario caminatas en torno del perímetro de Ground Zero, a cargo de voluntarios.
Si las impresiones de la jornada obligan a buscar un respiro, convendrá encaminar los pasos hacia el gran oasis en la selva de cemento (lugar común que parece haber sido inventado para Nueva York), el Central Park, pulmón verde de la Gran Manzana. No hay que dejarse engañar por los planos que lo hacen aparentemente a escala humana: es enorme, y recorrerlo con cierta minuciosidad requiere más de un día. Por eso una visita guiada, que permita recorrer sus rincones y secretos –incluso aquellos que los propios neoyorquinos desconocen– no está de más. NYCVP ofrece dos tipos de visitas a pie por el Central Park –el primer espacio verde planificado como tal en Estados Unidos– que salen los fines de semana por la mañana, con la compañía de un guía especializado.
El primero comienza con un pequeño viaje en subte desde la “midtown Manhattan” hasta el Upper West Side, para ingresar en el parque cerca de la New York Historical Society, el más antiguo museo de la ciudad, y el American Museum of Natural History. Un “landmark” para los neoyorquinos, ya que allí empieza el desfile que organizan anualmente las tiendas Macy’s para el día de Acción de Gracias, en noviembre. Durante el recorrido se pueden conocer los lugares más emblemáticos del Central Park, generalmente vistos en decenas de películas, pero también algunos encantadores rincones escondidos. La segunda opción es para aquellos que ya conocen las partes más vistas del parque y quieren explorar la zona menos transitada del North End. Dado que los recorridos son largos y los terrenos en desnivel, esta visita no se recomienda para chicos. Durante el tour se podrá apreciar la última novedad del Central Park: desde este verano, es posible navegar por Internet al aire libre, ya que la ciudad extendió el sistema de wi-fi gratuito a toda la superficie del parque, avanzando en el proyecto de brindar libre conectividad a todo el mundo.
Aunque Manhattan, la antigua “Nueva Amsterdam”, no tiene hoy los mismos atributos de “bike friendly” de la capital holandesa, tienta subirse a un tour en bicicleta que recorre la parte baja de la ciudad el domingo por la tarde, cuando el tránsito es mucho menor y el paisaje urbano se puede disfrutar de otra manera. El recorrido empieza cuando aún es de tarde en West Village, un barrio de carácter histórico y artístico, con un par de altos en el edificio de la popular serie “Friends”, y el lugar donde nació el moderno movimiento de reivindicación de los derechos de los gays. Desde allí se sigue por la bicisenda del Hudson River Greenway, con una espléndida vista hacia el puerto neoyorquino, la zona de Wall Street (¡desierta en domingo!) y el City Hall Park. Pero sin duda el punto fuerte es la subida al Puente de Brooklyn, todo un emblema urbano, a la misma hora en que el sol se va poniendo detrás de los rascacielos. Postal turística como pocas, es el mejor lugar donde llevarse una foto del grupo de recuerdo, con el perfil de Manhattan como marco. Finalmente, el regreso es a través del SoHo, cuyas vidrieras iluminadas tientan a cualquier hora del día y de la noche. Y nuevamente en el punto de partida, se puede terminar con una cena en algunos de los muchos restaurantes del East Village, ex “barrio bohemio”, ahora convertido en una isla urbana de precios astronómicos para quien quiera vivir allí, pero todavía accesible a los solos fines de una cena turística.
Era inevitable que Nueva York, a la que los inmigrantes de los cuatro puntos cardinales aportaron su cultura y sus costumbres, viera nacer también “food tours”, articulados en torno de la variopinta, múltiple y prácticamente inagotable oferta gastronómica de la Gran Manzana. Apodo que, dicho sea de paso, no tiene nada que ver con las frutas: esa expresión se popularizó en los años ‘20 del siglo XX gracias a un cronista deportivo del New York Morning Telegraph, que había escuchado a un par de empleados del hipódromo de Nueva Orleans cuando se referían al de Nueva York como “Gran Manzana”. Empezó entonces a llamar “Sobre la Gran Manzana” a su columna hípica, y a mediados de la década aseguró: “Sólo existe una Gran Manzana y es Nueva York”. Años después, el sobrenombre se hizo internacional gracias a una campaña del gobierno local, tan difundida como el famoso logo “I love NY” de Milton Glaser.
Los tours gastronómicos tienen varios destinos posibles, desde los barrios tradicionalmente judíos hasta Chinatown o Little Italy, pero todos ellos ofrecerán la exploración de restaurantes y tiendas de comestibles únicas, a veces ancladas en el tiempo, con sabor a un exotismo nostálgico teñido del perfume étnico que hoy ya resulta indisociable de la cotidianidad neoyorquina.
En el barrio judío del Lower East Side, donde instalaron entre 1890 y 1940 alrededor de medio millón de judíos de la diáspora del este europeo, sobrevive todavía el sentimiento de comunidad y familia que ayudó a cientos de miles de ellos a afincarse en un país extraño. Muchos de los locales, incluyendo las tiendas de comida, están en manos de las mismas familias desde hace décadas: aquí, el guía de la visita enseñará el significado de lo “kosher”, qué alimentos son “kosher”, cuáles no y por qué, y cómo se siguen las reglas de esta cocina. De una cuadra a otra, locales de delicatessen del siglo XIX, fábricas de knishes y de matzoh abren sus puertas para probar sus productos.
Si el objetivo es la comida china, los organizadores de Enthusiastic Gourmet también tienen la respuesta. La Chinatown neoyorquina es la más grande de Estados Unidos, y sólo la de San Francisco puede hacerle competencia. Más de diez cocinas asiáticas diferentes se concentran en este sector, donde viven unas 150.000 personas y se encuentran más de 500 restaurantes, panaderías y casas de té. En el recorrido se visitan mercados de pescado y carne, heladerías asiáticas, almacenes chinos y pastelerías, que abren las puertas a un mundo inédito de perfumes y sabores auténticamente orientales. La gracia del recorrido son los secretos que durante el camino irán desgranando los guías, verdaderos conocedores del mundo que enseñan a los turistas interesados en el alma gastronómica local.
Finalmente, Little Italy también tiene su visita guiada. Aunque el turista argentino suele sentirse más identificado con la cocina italiana, que no le resulta tan extranjera, este barrio donde muchos habitantes aún parecen recién bajados de los barcos que llegaban a Ellis Island conserva un notorio color local. Los carteles, pero también las conversaciones en la calle, permiten reconocer a menudo la tonada cantante del italiano, y sin duda el paladar tiene dónde disfrutar los sabores mediterráneos, en las degustaciones de mozzarella y ricotta fresca, las pastas y las delicias dulces como la sfogliatella napolitana o los típicos cannoli sicilianos.
Finalmente, la inagotable Nueva York tiene también formas turísticas de acercarse a las nuevas expresiones musicales. Es lo que propone la visita de Hush Tours dedicada al hip hop, explorando tres décadas de historia musical neoyorquina en los terrenos de su nacimiento y desarrollo, para sentir y escuchar este estilo de un modo que, a la vuelta, ya no se volverá a percibir del mismo modo. El recorrido es en ómnibus, todos los sábados por la mañana, y pasa por algunos lugares emblemáticos, como el Graffiti Wall of Fame, el Rucker Park, Harlem y el Bronx, además de brindar vistas de algunos sitios históricos de Manhattan que enriquecen la visita (cruzándose en el camino con varias personalidades del género). Tres horas después, se habrá descubierto la historia de la primera década de la cultura hip hop, el Harlem hispano y el afroamericano, dueños de una intensa vida propia que se multiplica en sus iglesias, teatros, clubes y casas. Los jueves, en la Harlem’s Hip Hop Church se puede asistir a una ceremonia donde se canta y reza en hip hop, en presencia del pionero del rap Kurtis Blow. Para comprobar que, pese a todo, Nueva York sigue siendo un reino de diversidad y cultura urbana que desde las orillas del Hudson se exporta luego a medio mundo.
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