CHINA > POéTICA Y ARQUITECTURA
A la vera del río Yangtzé hay tres pagodas y pabellones construidos hace más de mil años. Los legendarios templos, considerados entre las muestras más representativas de la arquitectura clásica china, fueron fuente de inspiración de antiguos poetas y su fama trascendió todas las épocas.
› Por Julián Varsavsky
En la antigua China el principal medio de difusión masiva que podía hacer famoso a un edificio, una obra de arte o a una persona, era la poesía. Según Henri Michaux, esta tradición poética de 3 mil años de antigüedad jamás desarrolla una idea (en el sentido occidental de la palabra). Sus temas son los paisajes naturales con sus cambios de estación, el retorno a los orígenes ancestrales y las imágenes de un mundo idílico que sólo existe en la memoria colectiva.
Gracias a uno de estos poemas, una torre llamada “De la grulla amarilla” alcanzó tal popularidad que su fama se expandió por cada rincón del vasto imperio, traspasando incluso la Gran Muralla. El autor del poema fue Qui Hao (704-754), un clásico de la dinastía Tang, quien evocó en sus versos una antiquísima leyenda sobre un monje y su mágica grulla. El mítico relato cuenta que en la ciudad de Wuhan, provincia Hubei, un joven llamado Xin regenteaba una taberna a la vera del río Yangtzé, cuando una mañana apareció un monje taoísta pidiendo vino. El generoso Xin le ofreció todo el que él quisiera y en gratitud el monje pintó en la pared una grulla amarilla que bailaba cuando el público aplaudía. Así comenzaron a llegar millares de visitantes que querían ver el aleteo del ave y el tabernero se hizo rico y famoso. Diez años después el monje regresó al lugar y utilizó la grulla para salir volando montado en ella hasta perderse en el firmamento. El origen de la Torre de la Grulla Amarilla se basa en esta historia, ya que habría sido construida en homenaje a su memoria.
Un incierto día de otro siglo lejano, el poeta Qui Hao estuvo en la torre y escribió: La grulla amarilla se ha ido desde hace tiempo / Todo lo que queda es la Torre de la grulla amarilla / La grulla amarilla ida ya no regresa / Las nubes blancas derivan lentamente por mil años / El río es diáfano en Hanyang junto a los árboles / Y un pasto fragante crece profuso en la isla del loro / En este crepúsculo yo no sé dónde yace mi terruño /
Las aguas cubiertas por la bruma me producen pena.
La Torre de la Grulla Amarilla fue en su momento un centro de reunión de poetas y celebridades del imperio, quienes de paso le dedicaban nuevos poemas. Incluso un joven Mao aportó sus versos a la colección –que alcanzó la cifra de 300 sonetos– con un difundido poema de 1927. Sin embargo, la pagoda no solamente inspiró poemas románticos sino que también despertó la furia de los vecinos celosos, quienes cuando lograban conquistar las tierras de la torre se ensañaban con la inocente pagoda y la quemaban (aunque siempre se la volvió a reconstruir).
Según los registros históricos, la torre original fue construida durante el período de Los tres reinos (220-280 d.C.) y fue reformada cada vez que se establecía una nueva dinastía. La torre actual mide 51,4 metros de alto y tiene cinco techos superpuestos con tejas amarillas y pilares rojos. Desde su interior, donde hay varias estatuas de poetas y pinturas tradicionales, se ve el paisaje de toda la ciudad.
El segundo de ese trío de famosos pabellones a la vera del río Yangtzé se visita en la dos veces milenaria ciudad de Yueyang, en el noroeste de la provincia de Hunan. El pabellón está junto a la convergencia del río Yangtzé con el lago Dongting, sobre una colina donde se enterraba a los combatientes del reino de Ba caídos en enfrentamiento con el reino vecino de Chu, que regularmente los invadía.
Aunque la edad del pabellón de Yueyang no se conoce con exactitud, el consenso general afirma que fue construido hace unos 1700 años. El pabellón tiene tres pisos, cada uno con aleros voladizos de tejas amarillas esmaltadas y columnas rojas. La estructura es totalmente de madera y alcanza los 19 metros de alto, sostenida por cuatro gruesas pilastras de madera. La forma rectangular es resultado de un complejo sistema de encastres en el que no se utilizó un solo clavo. Las inusuales líneas curvas del techo del pabellón asemejan su diseño a los cascos que usaban los antiguos guerreros de China.
En el salón del primer piso se exhiben las reliquias arqueológicas exhumadas en Yueyang, entre ellas un famoso ensayo sobre este pabellón escrito por Fan Zhong Yan, un literato de la dinastía Song (siglos X al XIII). El texto de 368 caracteres está esculpido por la mano de un célebre calígrafo llamado Zhang Zhao en doce tablas de sándalo que cuelgan de la pared. El pabellón también dio origen a una antología poética. Hace unos 800 años, luego de una visita, el poeta Huang Tingjian de la dinastía Song escribió un famoso soneto que también se estudia en los colegios actuales de toda China.
El tercero de estos delicados edificios al sur del río Yangtzé es el pabellón de Tengwang, ubicado en la ciudad de Nanchang, provincia de Jiangxi. Como los dos anteriores, también trascendió por las artes de la pluma y la tinta china cuando el poeta Wang Bo de la dinastía Tang escribió el Ensayo sobre el pabellón de Tengwang.
Al edificio se ingresa por un puente plano que se quiebra en nueve zigzags, rodeado por lagos con rocas y hermosos jardines inspirados en la estética de la dinastía Song (960 al 1279). El famoso pabellón es en verdad el centro de un complejo diseñado estructuralmente, con dos pabellones secundarios. El pabellón principal es una pagoda con nueve techos superpuestos con tejas de jade verde, sostenidos por pilares rojos, y tiene 57,5 metros de altura.
Se calcula que el pabellón de Tengwang se construyó por primera vez en el año 659 d.C., y desde aquel momento hasta 1989 fue reconstruido y restaurado veintiocho veces. Hoy en día su estructura es de granito –-bastante más grande que la original– y se levanta solitaria en una planicie, albergando negocios de artesanías, una casa de té, un museo de historia natural y en el último piso un pequeño teatro de ópera china tradicional. Su interior está decorado con incontables pinturas y caligrafías chinas y esculturas de jade.
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