Domingo, 10 de septiembre de 2006 | Hoy
FRANCIA > EN LA REGIóN DE LA PROVENZA
Francia conmemora este año el centenario de la muerte de Paul Cézanne, el gran pintor de la Provenza, el buscador de una pintura absoluta para quien “pintar es pensar con un pincel”. Un itinerario por el escenario de su vida y sus talleres.
Por Graciela Cutuli
Paul Cézanne fue una vida para el arte. Un artista que atravesó todas las etapas de despliegue de su genio rodeado de incomprensión y luego de gloria, que sacrificó en el altar de la forma y el color todos los convencionalismos de su tiempo, la amistad y la vida familiar. Este año, en el que se conmemora el primer centenario de su fallecimiento, recibe el homenaje de toda Francia, pero en particular el de la región de Aix-en-Provence, la ciudad donde nació y forjó a lo largo de su vida una imagen de la Provenza que puso los colores de esta región mediterránea en el mapa pictórico del mundo, y anunció la revolución cubista que estaba a punto de nacer. Durante todo el año, Aix y sus alrededores multiplican las manifestaciones culturales sobre Cézanne, y en particular se completa la apertura al público de los talleres donde realizó gran parte de su obra.
Cézanne, que durante los estudios secundarios había trabado amistad con Emile Zola, comenzó estudios de dibujo al tiempo que intentaba sin entusiasmo la carrera de Derecho. Por entonces comenzaron también sus primeros viajes a París, que combinaría a lo largo de los años con sus estadías provenzales. En 1862 trabaja en la Académie Suisse de París, donde tendrá contacto con la gran generación impresionista: Camille Pizarro, Pierre-Auguste Renoir, Claude Monet, Alfred Sisley... Sin embargo, la Escuela de Bellas Artes rechazó su admisión por considerarlo de “excesivo temperamento”.
Por entonces, cuando no estaba en París vivía en L’Estaque, un pequeño puerto de pescadores cercano a Marsella, donde compartió estadías con Renoir y Zola. Allí se organizan, a lo largo de todo este año, visitas guiadas sobre Cézanne y la región, vista por los pintores que residieron en el lugar.
En 1885 instaló su atelier en una propiedad que había sido comprada por su padre cerca de Aix, el Jas de Bouffan, que este año fue abierto al público por primera vez. Se trata de una mansión de tipo provenzal de dos pisos, construida entre fines del siglo XVII y principios del XVIII, en el corazón de un parque rodeado de castaños, un estanque, un pequeño invernadero y una granja que servirían de inspiración al artista durante largo tiempo. Cézanne trabajó aquí, de forma intermitente, en estadías a veces cortas y a veces prolongadas, a lo largo de cuarenta años. Llegó a pintar también sobre las paredes del salón principal, donde colgaba sus primeras obras. Las vistas y experiencias del Jas de Bouffan son reconocibles en numerosos cuadros: retratos del padre y de amigos, de los caminos sombreados de castaños, de la casa, y de la montaña Sainte-Victoire vista desde el parque. Después de la muerte de los padres de Cézanne, la finca fue vendida, y no volvió a la ciudad de Aix hasta el 2002. Por eso este año, cuando aún falta un largo proceso de restauración, su apertura despertó enorme expectativa. En primer lugar se abrió un jardín público gratuito en torno de la mansión, y se organizó un recorrido por el patrimonio artístico e histórico que incluye la casa, presentando cada lugar desde el punto de vista pintado por Cézanne. En el salón principal, una creación multimedia hace aparecer progresivamente las obras creadas aquí por el artista, en un juego de luces y colores que devuelve materialidad a cada retrato y paisaje.
Entre L’Estaque y el Jas de Bouffan, Cézanne se instala en Auvers-sur-Oise, donde frecuenta al doctor Gachet, el mismo cuyos ojos con expresión de infinita tristeza fueron retratados por Vincent van Gogh. Durante su permanencia en Auvers-sur-Oise, Cézanne vivía cerca de la casa del doctor, y solía pintar en su taller las naturalezas muertas y los ramos de flores decorativos que armaba la esposa de Gachet. Hoy día la casa es propiedad del Consejo General del Val d’Oise, y organiza exposiciones y muestras en homenaje a Cézanne y otros artistas de su generación, como Van Gogh o Pissarro, que la convierten en una meca regional para los amantes del arte.
Otro de los pueblos donde residió, siempre en la Provenza, fue Gardanne, cerca de Aix, donde comenzó el ciclo de pinturas sobre la montaña Sainte-Victoire, que representó en decenas de trabajos (al menos la mitad de ellos acuarelas). Fue en la misma época en que terminó bruscamente su amistad con Emile Zola, al reconocerse en el personaje del pintor fallido que el escritor describe en su novela L’Oeuvre. Todavía estaba lejos de ser reconocido: Cézanne tendrá que esperar hasta 1895 para que su primera exposición personal logre la estima de los artistas, aunque todavía el gran público estaba lejos de comprender su arte. Sin embargo, su consolidación y reconocimiento internacionales ya estaban en marcha. A principios del siglo XX se hace construir en la periferia de Aix otro taller, el Atelier des Lauves, que desde hace años está abierto al público y es uno de los “sitios Cézanne” por excelencia.
El Atelier des Lauves fue el lugar de trabajo y maduración para las obras maestras de su último período. Cézanne lo instaló en un terreno de media hectárea sembrado de olivos e higueras, junto al canal de Verdon. Allí trabajó en particular sobre el tema de “Les Grandes Baigneuses”, grandes retratos donde el cuerpo humano se convierte en una serie de volúmenes esculturales. “Hay que tratar la naturaleza a través del cilindro, la esfera y el cono.” Este credo, madurado a lo largo de su obra, fue el que abrió camino al nacimiento del cubismo. El Atelier des Lauves conserva instrumentos del pintor, las réplicas de sus naturalezas muertas, y el jardín que solía pintar: en las noches de verano, son imperdibles las llamadas “Nuits de toiles” (Noches de las telas), cuando se proyectan las obras de Cézanne en la fachada del taller.
Finalmente, hay otro lugar inspirador de su obra que forma parte del conjunto de homenajes del centenario, la Carrière de Bibémus, una enorme cantera de formas caprichosas entre las rutas de Tholonet y Vauvenargues, que forma parte actualmente del sitio preservado de Sainte-Victoire. Esta zona rocosa y ocre nació gracias a la lenta acumulación de sedimentos de fondos marinos, que al retirarse el mar dejaron un conjunto de materiales oxidados y compactos, de luminoso color amarillo. Buena parte de Aix, entre los siglos XVII y XVIII, fue construida con piedras de esta cantera, agotada y abandonada a fines del siglo XIX. Fue cuando las conoció Cézanne, que solía utilizar una cabaña para albergar sus telas y, si era necesario, también dormir. De aquí surgió su inspiración precubista en las formas geométricas, como se puede apreciar en las visitas que comenzó a organizar recientemente la ciudad de Aix-en-Provence. Dado que es primordial conservar el lugar, de gran fragilidad, el recorrido se realiza sin señalización que se interponga entre los visitantes y la cantera, a lo largo de una visita en la que se aprende tanto sobre la formación geológica del sitio como sobre la historia de Aix y la de Cézanne. Al concluir este recorrido, quedarán grabados –mucho más que datos, fechas o anécdotas– un conjunto de colores y sensaciones visuales íntimamente unidos al paisaje, que acrecientan la comprensión de una vida y una obra dedicada al “gusto de lo absoluto”.
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