Domingo, 28 de julio de 2002 | Hoy
VACACIONES EN LA CAPITAL ENTRE CHICOS Y CACHORROS
Como ocurre desde hace décadas, la visita al Zoo de Buenos Aires sigue siendo uno de los paseos preferidos por los chicos, quienes aun ante la gran variedad de diversiones tecnológicas no parecen dispuestos a renunciar al placer de ver, conocer y dar de comer a los animales. Entre las novedades previstas y no previstas para estas vacaciones, el nacimiento de los tres cachorros de tigre blanco fue, sin duda, el acontecimiento más celebrado del año.
El zoológico de Buenos Aires es un clásico que permanece a través del tiempo. No es que no cambie –de hecho se renueva constantemente–, pero sobrevive a toda clase de cambios culturales, crisis económicas y discutidas privatizaciones, consolidándose como una diversión irrenunciable a lo largo de generaciones de niños, quienes ingresan en un extraño estado de trance ante la sola mención de la frase: “vamos al zoológico”. Y desde la semana pasada hay una nueva razón de peso: han nacido 5 cachorros en la jaula del tigre blanco.
Cuidadores, bebes y señoritas
Cada media hora se realiza en el zoo una charla de 10 minutos con los cuidadores
de los animales, quienes son los que mejor los conocen. En el sector “felinos”,
la explicación se realiza frente a los tigres blancos de Bengala, a los
cuales pareciera que casi se le hubiesen borrado las rayas. Marcelo, el cuidador,
le arroja trozos de carne que despiertan los rugidos y el apetito de los “tigres
fantasmas”, de los cuales quedan 200 ejemplares en el mundo, todos en cautiverio.
Pero la gran novedad de esta jaula es el nacimiento de tres cachorros que la
semana pasada fueron presentados en sociedad, y que toman la teta delante de
todo el mundo acaparando las miradas de los millares de personas que visitan
el zoológico en vacaciones de invierno. La tigresa suele pasearse sosteniendo
alguna de sus crías por la nuca con los dientes, y despierta las exclamaciones
incontrolables de los niños. Las dos hembras y el machito recién
nacido aún no tienen nombre, pero serán los niños quienes
lo elegirán mediante una votación, cuyos resultados se conocerán
el próximo día del niño. Y mediante un sorteo se elegirán
los padrinos de los tres tigres.
En el sector de los elefantes, el cuidador alimenta a la elefanta Mara, mientras
nos explica que es una “joven” de 36 años, soltera, y que come
120 kilogramos diarios de alfalfa y vegetales. En cambio, Lucila y Araceli son
dos elefantas de 13 años traídas del desierto de Namibia para
habitar junto a Mara entre las columnas del palacio hindú que ha sido
siempre la tradicional morada de los elefantes en el zoo de Buenos Aires.
Gigantes submarinos Una de las novedades más admiradas por los chicos que visitaron el zoo este año ha sido la muestra Gigantes del Mar, una fantástica ambientación del fondo marino con reproducciones de la fauna mayor que habitaba los océanos hace millones de años. Resulta que después de tanta moda jurásica, se da el caso de que muchos niños sepan más que sus padres sobre dinosaurios, a los que identifican a la perfección en todas sus variedades. Pero ahora parece haber llegado el momento de estudiar a esta suerte de primos acuáticos de los dinos, que en esta muestra se pueden ver en movimiento y lanzando terroríficos sonidos como en el caso de Basilosaurio, antecesor de los delfines. Entre las especies que “reviven” en el zoo están el Bailosuario, antecesor de los delfines, el Tylosaurio, el descomunal calamar gigante, que habitó los océanos hace 70 millones de años, y el tiburón blanco gigante, que sobrevive hasta hoy, aunque está al borde de la extinción.
El Rainforest Uno de los edificios más antiguos del zoo –la vieja osera– ha sido “invadido” por la selva subtropical. En el paseo por esa sofisticada reproducción natural de un ambiente selvático, se oye el rumor del agua, se siente cómo el rocío va impregnando el cuerpo, y se percibe un aroma a humedad muy intenso, provocados por la vegetación y una pequeña catarata artificial. Durante el recorrido el visitante cruza un puente colgante y observa tucanes y guacamayas volando a placer dentro del microclima. También están los sapos, los monos, las tortugas, los caimanes y las terroríficas anacondas, que al igual que los personajes de los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga, alimentan la inagotable capacidad de asombro de los niños. Y acaso la parte más interesante del “rainforest” sea el insectario, donde la cantidad y diversidad de escarabajos ymariposas de todos tamaños y colores conforman un universo fantástico de formas y “diseños” impensables. Los niños se agolpan para observar con cierto pavor a unas repugnantes cucarachas voladoras de exagerado tamaño, a unos insectos similares a libélulas verdes de 25 centímetros de largo (y otro tanto sus alas), y escorpiones negros de 20 centímetros con pinzas que parecen de cangrejo. En un extremo, las mariposas con alas de aspecto sedoso y color flúo combinan diseños y colores imposibles de imaginar.
Murcielagos
y otras criaturitas Uno de los sectores más originales del
zoo corresponde a los murciélagos y vampiros. Allí el visitante
ingresa en una pequeña sala totalmente a oscuras con dos vidrieras iluminadas
con una luz mortecina, detrás de las cuales los murciélagos aletean
de un lado al otro, y se cuelgan cabeza para debajo de unas ramas.
En el sector del acuario están los siempre adorables pingüinos de
Magallanes, los besugos y el sigiloso tiburón que nos mira con total
desprecio a través de su ojo fijo detrás del vidrio. El Proyecto
Cóndor tiene su local propio donde se exhibe un video sobre conservación
de esta especie.
La visita al zoológico depara al visitante el descubrimiento de especies
exóticas como las tiernas mangostas del desierto del Kalahari (similares
a las ardillas), o una especie particularmente pequeña de hipopótamos.
Pero también están las especies tradicionales, como los camellos,
las cebras, y algunas curiosamente mezcladas en un mismo corral como la jirafa,
el avestruz y un grupo de chivos. La cantidad de animales y entretenimientos
del zoo requiere varias horas de recorrido para poder verlo todo, algo que en
momentos parece inabarcable. Pero para los excitables sentidos de los niños,
que captan con suma inocencia y pura intuición la esencia de las cosas,
no hay cansancio posible ni nada que pueda distraer su entusiasta curiosidad
por el maravilloso mundo animal. Por eso, cuando después de la visita
se les pregunta qué hicieron el fin de semana, no puedan responder otra
cosa que una enfática exclamación: ¡Fuimos al zoológico!
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