Domingo, 14 de enero de 2007 | Hoy
CALIFORNIA > EL VALLE DE SONOMA
Al norte de San Francisco, el valle de Sonoma es renombrado por sus vinos. Entre los californianos, sin embargo, es recordado sobre todo por el papel fundamental que le tocó asumir en la historia del Estado.
Cuando se piensa en vinos de California, se piensa primero en las bodegas del valle de Napa, o Napa Valley, como se lee en las etiquetas de las botellas de exportación. Del otro lado del Golden Gate, la “Puerta Dorada” –-ese brazo de mar que une la Bahía de San Francisco con el Pacífico–- las sierras son surcadas por valles fértiles donde se encuentra Napa. Sin embargo, es en el valle paralelo de Sonoma donde comenzó la vitivinicultura en la región.
Cuando los frailes franciscanos fundaron la Misión de Sonoma, la más norteña del Camino Real, que unía la Bahía con San Diego y luego con México, llevaron con ellos vides desde España y produjeron los primeros vinos de estos valles. Sin duda, no tenían nada que ver en calidad con los vinos que hoy se producen aquí y que ahora rivalizan con los de Francia y Mendoza en cuanto a reconocimientos internacionales. Pero desde entonces mucho agua corrió bajo el puente. Junípero Serra, el monje balear que ideó el sistema de misiones de California, fue pionero también en este tema, incentivando el cultivo de la vid, que encontraba en esta región un terreno y un clima ideales.
En Sonoma, como en Napa, se visitan hoy las elegantes bodegas del valle. Pero hay también muchos otros motivos para pasear y recordar este pueblito, al que se llega en apenas un par de horas desde el centro mismo de San Francisco. El viaje empieza bajo los dos grandes arcos del puente del Golden Gate, que permite cruzar hacia el norte de la Bahía de San Francisco. Se pasa por Sausalito y Tiburón, dos pueblitos pintorescos, un poco bohemios, que figuran entre los preferidos de los citadinos para sus paseos de fin de semana. Tienen nombres españoles, como muchos otros lugares de esta mitad sur de California. Nombres que recuerdan los orígenes hispánicos del estado, cuyo destino se jugó en torno de los años 1840, justamente en Sonoma.
EL VALLE DE JACK LONDON El Valle de Sonoma transcurre de norte a sur sobre 27 kilómetros, al oeste del de Napa. Está enmarcado por los montes Mayacamas al este y los de Sonoma al oeste. En la actualidad, el valle tiene el aspecto de un jardín inglés, cuidado hasta en sus más pequeños detalles, y las viñas ponen como franjas geométricas en la planicie y las faldas de las colinas. No fue siempre así, sin embargo, porque en 1913 Jack London escribió una novela allí situada y la llamó “El valle de la Luna”. “Cuando vine aquí por primera vez, cansado de las ciudades y de la gente, me establecí en una de las tierras más hermosas y primitivas que puedan hallarse en California.” Así describe London al actual Valle del Vino, donde eligió instalarse en una propiedad llamada “Beauty Ranch”. La finca fue convertida en un Parque Histórico Estatal y se visitan hoy las ruinas de la Casa Wolf (su primera casa), destruida por un incendio antes de que London pudiera inaugurarla, así como el museo con sus objetos personales y la colección de curiosidades que trajo de una expedición realizada por el Pacífico Sur. En el Parque está también el viñedo que plantó London, y en un rincón del bosque se encuentra su tumba. Hay también sequoias, abetos y madroños, y senderos para caminatas que permiten avistar lo que London conoció, y por qué llamó a esta porción de California el Valle de la Luna.
UNA HISTORIA CALIFORNIANA Sonoma es un pueblo de pocas manzanas. Como las ciudades hispánicas del nuevo mundo, su centro se concentra en torno de una plaza cuadrada. Fue fundada por el general mexicano Vallejo en 1835. Años antes, en 1823, se había fundado la misión católica de Sonoma. El nuevo centro estaba destinado a poblar el norte de la bahía de San Francisco y ocupar el terreno frente al asentamiento ruso fundado sobre la costa unos años antes, en la actual Fort Ross. Hoy el diminuto centro de Sonoma tiene una alta concentración de negocios de recuerdos, de restaurantes y de casas de artesanías. En medio de ellos, quedan los edificios históricos que recuerdan que fue allí, en este pueblito, donde se jugó la historia de California.
En 1846, un puñado de colonos norteamericanos que quería establecerse en las tierras que entonces eran mexicanas, se rebeló y tomó de rehén al General Vallejo, tras lo cual se promulgó la República de California, cuyo emblema fue una bandera con la silueta de un oso. Esta república no duró más que 25 días, pero sembró el germen de la integración de California a Estados Unidos, que ocurrió dos años después. El caudillo de los rebeldes era John Frémont, un soldado y político norteamericano de origen francés que luego tuvo un papel destacado en los primeros años de la vida californiana ya integrada a Estados Unidos. En el centro de la plaza, un monumento recuerda esta rebelión. Es el Bear Flag Monument. La actual bandera californiana evoca la bandera de 1846, pero en Sonoma tiene una presencia destacada, no sólo en los edificios históricos, sino en muchos de los souvenires turísticos.
EDIFICIOS DE ANTAÑO Otro edificio principal de Sonoma es su misión. Fue la más norteña del Camino Real, construida en 1823 por el sacerdote español José Altamira. La ruta de las misiones se simboliza todavía hoy con una campana, con su típico palo en forma de S, y es un circuito turístico que va desde San Diego hasta Sonoma, pasando por las 21 misiones (hay una cada 50 kilómetros aproximadamente), que servían a la vez de centro de evangelización y de posta en la organización territorial de California. Esta red fue ideada por el franciscano balear Junípero Serra, una figura omnipresente en la historia hispánica de California.
La misión de Sonoma es una de las más sencillas de todas, con una capilla caracterizada por la austera fachada. El edificio actual es en realidad el que construyó el General Vallejo en 1840, ya que se conservó muy poco del original. Está dedicada a San Francisco Solano y fue la única construida luego de la independencia de México. Al lado de la capilla, la herrería, los telares y la panadería son como viajes en el tiempo, conservados tal como eran en tiempos de la California mexicana.
Del otro lado de la calle, frente a la misión y a la plaza, hay otro monumento de Sonoma: las “barracas”, las Sonoma Barracks, un edificio de adobe de dos plantas que era el cuartel general del General Vallejo y su tropa, entre 1836 y 1840. Al lado de las barracas está la Sonoma Cheese Factory, una fábrica de quesos instalada en 1931 y muy renombrada entre los visitantes del Gran San Francisco. Otros dos edificios históricos son la Vázquez House (hoy museo y oficina de turismo, construida en 1855 y que perteneció a un héroe de la guerra civil, cuyo nombre procede de la pareja de colonos que la compraron y la habitaron a fines del siglo XIX), y el Toscano Hotel (construido en 1850, que sirvió de almacén, biblioteca y hotel). Ya fuera del centro, pero también importante para recordar la importancia de Sonoma en los primeros tiempos de la California, se puede visitar la casa del general Vallejo, que fue también uno de los precursores de la industria del viñedo en los valles. Se trata de una mansión de madera, bautizada Lachryma Montis, de puro estilo de Nueva Inglaterra, que hoy se visita como un museo.
VIÑEDOS BAJO VARIAS LUNAS Luego de conocer los viñedos históricos de Jack London y del general Vallejo, la visita de Sonoma sigue en alguna de las más de 35 bodegas instaladas en el valle. Todas comercializan sus vinos con la apelación “Sonoma Valley”. Si los primeros vinos fueron los que elaboraban en la misión, la historia de la vitivinicultura de la región comienza industrialmente cuando el inmigrante húngaro Haraszthy fundó en 1857 la bodega Buena Vista y plantó las primeras cepas. Ser la primera y la pionera le valió entrar en la historia, pero también le hizo sufrir los avatares del paso del tiempo. Luego de un período de prosperidad con las dos primeras generaciones, la bodega fue destruida por el terremoto de 1906 y solamente en parte reabierta en 1943, hasta que un empresario alemán la relanzó en los años 1980 con una inversión millonaria. No se puede pasar por Sonoma sin hacer un alto en Buena Vista para conocer el histórico edificio de 1863 donde se prensan las uvas, y donde se organizan exposiciones.
La ley seca frenó un tiempo el desarrollo de la actividad a principios del siglo XX. Pero luego el desarrollo de la industria fue tal que hoy día el valle de Sonoma produce más de cinco millones de cajas de vino al año. Muchas de las bodegas se visitan, y entre los viñedos se ven las numerosas huertas que recuerdan que el clima del valle es también propicio para el cultivo de frutas y de hortalizas que abastecen al gigante San Francisco. También recuerdan que, en tiempos de la Ley Seca, buena parte de los viñedos del valle habían sido reconvertidos a estos cultivos.
Recorriendo el valle se visitan asimismo las fuentes de aguas termales que ya eran aprovechadas por los indios, y luego por los colonos, mexicanos o gringos. Las aldeas de Boyes Hot Springs, El Verano, Fetters Hot Springs y Agua Caliente indican dónde están estas fuentes. Fue uno más de los atractivos que motivaron la decisión de Jack London de instalarse en este lugar y que quizá también lo indujeron a llamar a su novela local “Valle de la Luna”. Este nombre recuerda al mismo tiempo una leyenda de los indígenas locales, según la cual se podían ver allí varias lunas. Y no sólo después de haber probado el exquisito producto de sus uvas...
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