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Al sur de Santiago, un antiguo tren a vapor recorre una porción del Valle de Colchagua, la región vitivinícola más renombrada de Chile. La excursión se completa con visitas a un museo y una bodega, acompañadas por degustaciones de vinos.
› Por Graciela Cutuli
El “Tren del Vino” es una de las excursiones más populares y pedidas actualmente por los turistas en Santiago de Chile. A bordo de un tren a vapor y en vagones de estilo Belle Epoque, se recorren durante esta visita enológico-turística unos 50 kilómetros en medio de un valle cubierto de viñedos. El tren es el punto de partida de una jornada durante la cual se hace turismo, pero también se aprende sobre la transformación de uvas en vinos, sin que falte lo más apreciado por buena parte de los turistas: degustaciones de distintos varietales chilenos, que muchos aprovechan para comparar con sus vecinos transcordilleranos, los vinos de Mendoza.
Se deja Santiago los sábados por la mañana rumbo al sur, por la Panamericana, en este tramo transformada en una prolija autopista. El destino es la localidad de San Fernando, a unos 130 kilómetros. Es ahí donde, en la vieja estación restaurada, se sube a bordo del tren. La estación y el tren son, de hecho, el principal motivo para llegar hasta este tranquilo y adormecido lugar, que ostenta sin embargo un título de capital provincial. Si el cronograma lo permite, se puede por lo menos conocer su Plaza de Armas, sobre la cual se encuentra la Gobernación de Colchagua, un edificio de 1915 inspirado en los castillos renacentistas franceses.
En general, se llega justo a tiempo para subir a bordo del tren, mientras los mecánicos cargan carbón en las chimeneas, y llaman a los atrasados con silbatos y grandes escapes de humo. El convoy, finamente restaurado, es tirado por una locomotora a vapor del año 1907, también restaurada y en excelentes condiciones. La iniciativa del Tren del Vino, que sale para realizar un recorrido de unos 57 kilómetros entre San Fernando y Peralillo, se debe a un grupo formado por municipalidades locales, los Ferrocarriles del Estado chileno, empresarios privados y varias entidades sin fines de lucro.
Una vez a bordo de los vagones, queda algo de tiempo para observar el cuidado con que cada detalle del tren fue puesto como en sus primeros tiempos: las maderas, los asientos, los apoyavasos, y hasta las cortinas de los ventanales. Si se elige el vagón de cabecera, se puede seguir el movimiento de preparación de la salida, mientras los mecánicos siguen alimentando con carbón la boca negra del hogar de la máquina de vapor. A las 10.30, el tren se pone en marcha rumbo a Peralillo (está previsto que pronto el recorrido siga hasta el puerto de Pichilemú, sobre el Pacífico, pero todavía no hay fecha definida para la extensión del recorrido). Durante el trayecto, un guía en cada vagón cuenta la historia del tren, su locomotora y la región que se atraviesa.
La velocidad no supera los 30 a 40 kilómetros por hora, lo que deja tiempo para sacar fotos de paisajes desde la ventana. Mientras los mozos sirven frutas secas y quesos, y descorchan las primeras botellas para una degustación –incluida en el precio de la excursión–, el guía cuenta que la locomotora fue una de las últimas de su modelo construidas en Chile, en el año 1913. El convoy tiene tres coches para pasajeros y un coche comedor. Todos fueron construidos en los años ’20 en Alemania y llevados a Chile a fines de esa década. Durante la hora y media que dura el viaje hasta la estación de destino, la de Paniahue, en la vecina ciudad de Santa Cruz (el recorrido de las excursiones es menor al total de las vías restauradas), los pasajeros degustan vinos tintos y blancos, mientras los cantantes folclóricos animan los vagones, y algunos eligen para comprar a bordo recuerdos y botellas de vinos de la región.
El Valle de Colchagua es una de las más fértiles regiones para la agricultura en Chile y la vitivinicultura ocupa un lugar preponderante en la economía local. Entre San Fernando y Santa Cruz, se pasa por los viñedos de varias bodegas: el propio ramal cruza muchas de ellas, con sus vides desplegadas sobre el relieve ondulado.
Apenas quedan vacías las bandejas de quesos y se terminan las botellas abiertas para la degustación, el tren llega a la estación de Paniahue, donde un conjunto folclórico recibe a los visitantes con cantos y bailes. Es el momento ideal para sacar lindas fotos de la locomotora, adornada en el frente con banderas chilenas: entretanto los mecánicos vacían la máquina de vapor y una nube de humo negro se escapa con un ruido furioso de la gran chimenea.
La segunda parte del recorrido se hace en autobús, para llegar a unos pocos kilómetros de distancia, hasta la bodega Bisquertt, una de las más conocidas y tradicionales del Valle de Colchagua. Este valle cuenta con una denominación de origen protegida y es la cuna de los vinos más renombrados de Chile. Los vinos que se producen allí son en su mayoría de cepaje Carménère, una variedad de uva originaria de la región de Burdeos, en el sudoeste de Francia. Actualmente se cultiva casi exclusivamente en el Valle de Colchagua, ya que la epidemia de filoxera de 1860 eliminó esta variedad de sus tierras originales. Las vides llevadas al Nuevo Mundo en el siglo XIX prosperaron largamente en Chile, pero fue recién en 1994 cuando se las redescubrió: hasta ese año, se pensaba que el Carménère era más bien una variedad de merlot. Los estudios mostraron que se trata en realidad de una cepa diferente, que se creía desaparecida. No faltaba más para que en el Valle de Colchagua se lo presente como un cepaje totalmente chileno, aunque haya sido un fantasma durante tantos años.
La bodega Bisquertt, como muchas otras en Chile, fue fundada originalmente por una familia francesa. La introducción de la vid en los valles chilenos por inmigrantes franceses se remonta a mediados del siglo XIX: un siglo y medio después, Bisquertt es una de las bodegas más premiadas y productivas del Valle del Colchagua. Durante la visita, se ven las instalaciones para procesar y destilar las uvas, y se recorre luego el casco de la bodega, donde fue instalado un pequeño museo. La visita se completa con una nueva degustación, una especie de aperitivo para el almuerzo.
El ómnibus lleva a los viajeros de regreso a Santa Cruz, una pequeña ciudad donde se encuentra el mayor museo privado de Chile. El Museo de Colchagua fue inaugurado en 1995 y muestra una ecléctica colección que va desde gemas semipreciosas hasta maquinaria agrícola de principios del siglo XX. En la porción del museo que está al aire libre se ve también la reconstitución de una ruca (casa) indígena. Lo más sorprendente es, sin embargo, su colección de ámbar (se presenta como la mayor colección privada del mundo), que tiene varias piezas con insectos atrapados desde hace decenas de millones de años. Hay también una sala dedicada a joyas precolombinas de las culturas olmecas, aztecas, moches e incas. En otra parte del museo se presenta una extensa colección de autos antiguos, entre los cuales hay un Deupressoir, un auto francés de 1903, que se considera el más antiguo de Chile. También se puede ver una limusina de 1946 que utilizó el general Perón durante una visita a Santiago de Chile. Si hay tiempo, hay mucho más para ver, con salas dedicadas a la época colonial, a los primeros años de la Independencia y una interesante muestra de paleontología con fósiles provenientes de todo Chile y de la Patagonia.
Luego de esta visita, la excursión regresa en autobús a Santiago de Chile, sin olvidar prever algún tiempo antes de la partida para recorrer el centro de Santa Cruz o la boutique del museo, y traer algunos recuerdos. Las mejores compras de vino se realizan en las bodegas o a bordo del tren del vino, sobre todo por los precios. El regreso se emprende a las 18.00 y se llega el microcentro de Santiago a las 20.00.
La excursión del Tren del Vino no es la única que recorre el Valle de Colchagua, una de las regiones más apreciadas como destino de miniturismo desde la capital chilena. Hay también una “Ruta del Vino del Valle de Colchagua” organizada como itinerario turístico desde 1997, que coordina un tour por las 14 bodegas más importantes. Son las de Bisquertt, Casa Silva, Casa Lapostolle, Cono Sur, Jacques & François Lurton, Los Vascos, Luis Felipe Edwards, Estampa, Montes, Montgras, Santa Laura, Siegel, Viñedos Orgánicos Emiliana y Viu Manent (estas dos últimas también se visitan a veces como alternativas a Bisquertt en la excursión del Tren del Vino). Son abiertas al público y además de la visita a sus instalaciones ofrecen degustaciones. Algunas de ellas realizan paseos en carruaje y tienen tiendas donde comprar recuerdos (y por supuesto botellas de vino).
La Ruta también se ofrece como excursión desde Santiago de medio día o día completo. Sin duda, la visita en tren es distinta, y sobre todo más romántica. En el futuro, el tren volverá a alcanzar el puerto de Pichilemú, mientras las estaciones se van transformando poco a poco en centros culturales sobre todo el recorrido. Entretanto, en las de San Fernando y Santa Cruz ya hay salas multiuso para conocer más acerca del tren y de la industria vitivinícola de la región.
Tren del Vino: hay varias propuestas de excursión. La más interesante es la denominada Tinto, que cuesta unos U$S 107 por persona, con todo incluido. Hay propuestas individualizadas a U$S 170. Informes al (56 - 2) 4707 403 o [email protected].
Museo de Colchagua: abierto todo el año, menos los lunes, de 10.00 a 18.00. Prever unas dos horas como mínimo para recorrerlo en su totalidad. La visita cuesta CL$ 3.000 (entrada incluida en el precio de la excursión del Tren del Vino). Errázuriz 145, (56 - 72) 821 050.
En Internet: http://trendelvino chile.cl/ruta, www.museocolcha gua.cl, www.santacruzchile.cl.
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