Dejando atrás la línea mediterránea para adentrarse en territorio andaluz, se levantan entre las colinas de esta región los llamados “pueblos blancos”, una serie de localidades que parecen colgadas de las laderas montañosas, relucientes de blanco bajo el sol primaveral. Insertos en una región de gran belleza natural, surcados por ríos como el Guadiana, algunos de los “pueblos blancos” son Arcos de la Frontera, cuya fortaleza ofrece un espléndido paisaje sobre el valle del Guadalete; Jimena de la Frontera, que se levanta entre olivares y bosques de alcornoque; Grazalema y Ubrique, muy conocida por la fabricación de artículos de cuero; Zahara de la Sierra, que fue declarado monumento nacional; Setenil y Gaucín, con su vista hacia el peñón de Gibraltar. Durante el recorrido se está a pocos pasos de una de las más extraordinarias ciudades del sur de España: Ronda, una de las últimas en ceder ante el poderío unificador de los Reyes Católicos, construida sobre un gran tajo natural cruzado por un puente –toda una hazaña– construido en el siglo XVIII. Ronda es famosa porque su plaza de toros es una de las principales (y más antiguas) de España, lo que hace de esta ciudad andaluza una de las capitales del viejo y discutido arte taurino. Durante las primeras semanas de septiembre, Ronda vive además un acontecimiento digno de verse: la “corrida goyesca”, con participantes cuyos trajes se inspiran en los grabados de Goya.