Encuentro con yaguaretes
Desde La Misionera parte una excursión en auto por un camino de tierra hasta la casa de Siger Waidelich, un descendiente de alemanes que vive solo en una casa de madera en medio de la selva. El señor Waidelich, que aparenta unos 60 años y habla con marcado acento alemán, vive de la ganadería y se dedica a cría de yaguaretés desde hace 12 años. Empezó a atraparlos con jaulas de madera para que no arrasaran con su ganado, evitando así tener que matarlos, una práctica muy común en la zona. Encautiverio nacieron otros dos ejemplares que reciben la atención constante de veterinarios. Además, Waidelich tiene un permiso de tenencia de los animales emitido por las autoridades provinciales encargadas de preservar la ecología.
Todo viajero que quiera conocer las mascotas de Waidelich puede hacerlo de manera gratuita (la única exigencia es que vayan los domingos, su día de descanso). En jaulas individuales y dobles hay un total de siete yaguaretés. En los alrededores hay otras jaulas con tucanes de distintas especies, pero la atracción que ejercen los felinos deja a las aves en segundo plano. No estamos en un zoológico sino en el fondo de la casa del señor Waidelich, así que los animales no están acostumbrados a recibir demasiadas visitas. Allí nos paramos al lado de unas jaulas casi artesanales, frente a frente con los yaguaretés. La inquietud se respira en el aire, de un lado y del otro de los barrotes. Un tenso silencio nos permite oír su respiración ansiosa y los vemos abrir la boca lentamente para mostrarnos los colmillos. Con la boca abierta al máximo lanzan un terrorífico soplido y largos rugidos. Por más que la jaula parezca segura, un escozor de cercanía con la muerte se expande por nuestro cuerpo.
El señor Waidelich roza provocativamente la tela metálica con un palito y dos fieras nos saltan a la cara volando desde la otra punta de la jaula, pero se chocan con el metal y quedan sostenidas de las garras en posición horizontal, rugiendo sin cesar.
El yaguareté, junto con el águila arpía, son los cazadores más grandes y poderosos de la selva americana; uno reina en las alturas y el otro en tierra firme. Carecen de predadores naturales y son cazadores temibles. El yaguareté macho llega a pesar hasta 100 kilogramos. Además de buenos nadadores, estos felinos pueden treparse a los árboles para sorprender a sus presas, camuflados entre las ramas por las manchas de su piel.
A pesar de su poderío, el yaguareté está seriamente amenazado. Su piel es muy codiciada y un ejemplar muerto puede valer hasta 20 mil pesos. Además necesitan enormes extensiones de terreno para poder conseguir su alimento, pero la superficie de la selva en todo el continente sigue disminuyendo cada vez más, colocándolo al borde de la extinción.
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