Domingo, 17 de julio de 2011 | Hoy
Luis Antonio Rodríguez Chamorro “Piki” es un empleado del Iberá Lodge que tiene mucho para contar sobre la religiosidad correntina. Piki trabaja de arreglalotodo –levanta una cerca, guarda las lanchas, arregla los techos– y habla bajito, con las inflexiones que el guaraní le aportó al castellano en Corrientes. Tiene una tez olivácea y refleja unos 30 años. Y es devoto de San La Muerte.
“Al santo lo adopté cuando empecé con la cacería de carpinchos a los 13 años”, dice Piki con su acento cerrado, agregando que se iba a los esteros por 15 días. La idea de “adoptar” a San La Muerte era para no estar solo en el monte. El niño cazador se internaba en los esteros y hacía una ranchada con los juncos colocándoles un nylon encima y un palo clavado en la tierra para sostener todo.
“Mucho me ayudó el santo, porque nunca me pasó nada. He llegado a estar un mes en el monte y una vez cacé más de cien carpinchos que luego salaba y limpiaba, siempre esquivando el control policial”, afirma Piki. Y cuenta que en esa oportunidad, “se me apareció el ‘dueño de los carpinchos’, un animal muy grande “al que le tiré nueve tiros y no se moría, seguía caminando, cuando con dos tiros tenía que estar muertísimo. Esa era una señal de que tenía que parar, cien carpinchos era mucho”.
En cada salida de caza con su rifle de un tiro, Piki llevaba un San La Muerte de yeso al que paraba en el suelo y le ponía pólvora en los pies todos los días. Hoy, en su casa tiene un altarcito de San La Muerte.
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