SIRACUSA TEATRO GRIEGO
Una noche en la Magna Grecia
Por Laura Isola
El grupo de adolescentes italianos parece ingobernable: se empujan en las largas escaleras que conducen a la entrada del anfiteatro y una vez adentro, cambian todo el tiempo de lugar buscando sentarse lo más cerca posible de las ragazzas. Los telefoninos proliferan como insectos infernales. Todo hace pensar que lo que iba a ser una tarde placentera, memorable, va a convertirse en una pesadilla. De pronto se opera el milagro. El coro fantasmal de las Euménides se adelanta hacia la orquesta, y mientras hostiga a Orestes, hipnotiza a mis inquietantes vecinos que permanecen como estatuas de gel. Por un momento parece reproducirse el espíritu con el que los antiguos griegos acudían a las representaciones hace casi 2500 años: la celebración de la identidad civil, cultural y religiosa. Precisamente por el carácter tradicionalista del teatro griego, el espectador antiguo se dirigía al evento dispuesto a que le contaran una historia que conocía de memoria y en la que la originalidad era mucho menos importante que la calidad en el tratamiento del tema. Es curioso como, a pesar de la circulación secular de las piezas teatrales, el público multitudinario que cada verano completa las gradas del anfiteatro queda cautivo de los vaivenes argumentales y se sorprende con los desenlaces.
El teatro griego de Siracusa es el más grande de Sicilia y de toda la Magna Grecia, es decir el conjunto de colonias con que los griegos se expandieron a partir del siglo IX a.C. en un movimiento fundacional para el espíritu de Occidente. Construido en el siglo V a.C. por el arquitecto Damakopos, fue restaurado entre los siglos III a.C. y II a.C., modificando su plano original, por orden de Hierón II. Excavado en la roca, se divide verticalmente en 9 sectores y un largo corredor lo atraviesa en forma horizontal. Su capacidad original fue de 16.000 espectadores. Luego, hacia el final de la Edad Media, la roca de las gradas superiores fue retirada y utilizada en la construcción de la muralla que rodea a la isla Ortigia, centro político y social de la ciudad. El teatro se encuentra en un complejo arqueológico que incluye además el Anfiteatro Romano de la época imperial, el Altar de Hierón II y la Oreja de Dionisio. Cabe recordar que Siracusa, que llegó a tener 300.000 habitantes, fue la principal ciudad italiana del período helénico. Entre los personajes históricos que vivieron en Siracusa puede mencionarse a Platón y a Arquímedes.
Todos los años entre mayo y julio es posible compartir el privilegio de ver una tragedia de Esquilo o una comedia de Plauto en uno de sus escenarios originales. Se dice que algunas de las obras se representaron allí por primera vez. La elección de las piezas teatrales está a cargo del Instituto Nacional de Drama Antiguo. La programación de este año incluyó a Los Persas y Las Euménides de Esquilo y la comedia de Aristófanes, Las Avispas.
La perfección arquitectónica del anfiteatro hace innecesaria la utilización de equipos de amplificación de sonido. Del mismo modo la visión es óptima desde cualquiera de las localidades, que oscilan entre 10 y 25 euros. Las entradas más baratas quizá sean las mejores. Por el mismo precio, en las gradas superiores se puede apreciar tanto la obra como el paisaje de su enclave natural.
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