La tribuna política por excelencia de Cuba es la Plaza de la Revolución, donde por primera vez un 1° de Mayo desfilaron las milicias populares integradas por obreros y campesinos en 1959. Allí se declaró a Cuba “Territorio libre de analfabetismo” en 1961, Fidel anunció la muerte del Che en 1967, Salvador Allende se dirigió al pueblo cubano en 1973 y se hizo por primera vez una guardia de honor al comandante Ernesto Guevara –en 1997– al regresar sus restos a Cuba. Originalmente se llamaba Plaza Cívica, creada en tiempos de Batista, que pretendía mejorar su imagen de tirano sangriento erigiendo un monumento en honor a José Martí. Para ello se llamó a un concurso internacional y hubo un ganador. Pero el gobierno desconoció al jurado y otorgó el proyecto a quienes habían quedado terceros, uno de cuyos autores era nada menos que el ministro de Obras Públicas. Así surgió una de las plazas más grandes del mundo, para cuya construcción hubo que desplazar a centenares de habitantes de un barrio marginal habanero. Esto generó un fuerte conflicto político y jurídico, hasta que la gente fue finalmente indemnizada. El abogado que asumió la defensa de esas personas, en 1951, fue el Dr. Fidel Castro Ruiz.
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