Domingo, 27 de octubre de 2013 | Hoy
El cementerio de El Salvador, explica Taparelli, está lleno de mensajes que se pueden leer semiológicamente en las obras de arte. Habría incluso “enciclopedias esotéricas completas” cinceladas en materiales nobles como el granito y el mármol. Sus creadores fueron aprendices llegados de Italia, Francia y Alemania –en general escapando de las guerras– que aquí se convirtieron en artistas de mucho vuelo. Algunos aplicaron técnicas adquiridas en pequeños talleres europeos que acaso tuvieran más de mil años de existencia. Se trata de piezas únicas que en el caso del bronce no eran moldeadas, sino creadas una por una en grandes talleres de fundición. Muchas figuras tienen la firma del autor o el nombre del taller escondidos entre la ropa. Los mausoleos suelen estar forrados en mármol –no tienen mampostería, así que no tienen humedad y parecen nuevos, a pesar de tener un siglo. Se tiende así hacia la arquitectura eterna, que es la de los griegos y los egipcios, bajo la idea de que el arte no es saber tallar, sino dar vida.
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