Según el intelectual correntino Carlos “Cambá” Lacour, el fenómeno del Gauchito Gil tiene una relación lejana con el surgimiento del alambrado en Corrientes a fines del siglo XVIII. Al cercarse los campos aparecieron los caminos, novedoso lugar de encuentro en que sucederían choques violentos que se resolvían a estocadas de facón, en donde uno o los dos contrincantes morían en absoluta soledad. Así fueron surgiendo cruces de palo en los caminos, allí donde caía algún muerto como el gaucho Gil. En esas cruces se acostumbraba dejar ofrendas como un par de botas, un abrigo, monedas, galletas o una botella de agua que el viajero podía tomar con la condición de que, en otra oportunidad, dejara el doble de lo que tomó. La Cruz Gil es una de las pocas que perduró porque estaba en un lugar estratégico en las afueras de Mercedes, donde pasaban la noche los campesinos con sus carros a caballo que abastecían el mercado de la ciudad hasta 1940. Aquellos hombres fueron los primeros en extender el culto al gaucho Gil. Y con el surgimiento del asfalto y los ómnibus el fenómeno comenzó a crecer. A esto se suma el éxodo correntino en la etapa de industrialización del peronismo, con miles de familias emigrando al conurbano bonaerense. Finalmente los camioneros llevaron al gauchito desde Misiones a la Patagonia. Así el culto del Gauchito Gil fue avanzando por los caminos del país.
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