Domingo, 27 de julio de 2014 | Hoy
La misión laboral de los primeros presos –nueve mujeres y catorce hombres– fue construir en la Isla de los Estados ese faro que, al decir de Julio Verne, era “la última luz que señalaba el Fin del Mundo”. Al proyecto de colonización penal se le sumaba la idea de crear una escuela de artes y oficios para cuarenta chicos huérfanos provenientes de todo el país, que se encontraban bajo tutela judicial. La cárcel comenzó a construirse en 1902 y tiene cinco pabellones que confluyen en un hall central donde se concentraba a los presos antes de distribuirlos por los talleres de trabajo. Había 380 celdas individuales con un pequeño orificio vidriado a un metro del suelo. El aire entraba por una abertura de 20x20 centímetros cerca de la altura del techo. En el lugar sigue flotando un ambiente lúgubre y en algunas celdas están las fotos de presos que la ocuparon. También hay réplicas tamaño natural de reos y guardias, y murales bien documentados que les ponen palabra escrita a las historias encerradas entre las paredes.
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