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Desde Belem se realiza una excursión náutica muy curiosa a una isla que desde hace más de 400 años está poblada casi exclusivamente por papagayos. La embarcación zarpa poco antes de la madrugada para poder ver desde el mar el singular espectáculo de millares de estas coloridas aves partiendo al vuelo casi al unísono junto con la salida del sol. Van rumbo a la selva continental en busca de comida y sólo vuelven a la isla para dormir por ser un lugar seguro, donde no hay personas ni víboras, su principal predador. Tanto la partida como el regreso de las aves transcurre en medio de un gran cotorrerío. Levantan vuelo en pareja con sus crías detrás (son una especie monógama) y cuando vuelven al atardecer suelen perderse en el caos y el bochinche. Es por eso que comienzan a llamarse ruidosamente hasta que cada uno da con su propia pareja. Hasta el momento los científicos no han podido comprobar una sola infidelidad.